SALMO 124
1 Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte –que lo diga Israel–,
2 si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
3 nos habrían tragado vivos,
tanto ardía su ira contra nosotros:
4 nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
5 nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.
6 Bendito el Señor, que no nos entregó
en presa a sus dientes;
7 hemos salvado la vida, como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió, y escapamos.
8 Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
INTRODUCCIÓN
El salmo 124 es un canto de acción de gracias de toda la nación por las múltiples liberaciones obtenidas a lo largo de la historia. El salmo no alude a ningún hecho histórico: los abarca todos, en cuanto que todos son testimonio de la presencia protectora de Yavé en su nación. ¡Que lo diga Israel!
Dios ha acompañado siempre la historia de su pueblo, y más en los momentos difíciles. Esa certeza alimenta la fe del pueblo que peregrina a la ciudad-de-paz. En este canto de liberación, Israel agradece especialmente al Señor que lo haya salvado de un gravísimo peligro. Varias imágenes se suceden para describir la seriedad de la amenaza: monstruos que engullen, aguas que tragan, lazo que se cierra sobre el cuello de la víctima.
Israel debe dar gracias a Dios porque le ha librado. Y ningún lugar mejor para agradecer que el templo de Jerusalén. Allí es donde mejor se mide la pequeñez humana comparada con la grandeza de Dios.
¿Acaso puede haber un momento, una circunstancia, en la que Dios no esté de nuestra parte? (v. 1).
El comienzo del salmo es agitado. Da la impresión de que el salmista vive bajo la influencia de una fuerte sacudida. El P. Alonso Schökel explica esta situación con un ejemplo. Imaginemos un accidente mortal del que uno sale con vida, mientras que el de al lado muere en el acto. Uno se queda sin habla, temblando, y el temblor atestigua que la vida continúa…
El salmo capta ese momento y lo proyecta en una dimensión colectiva. En el límite de nuestro ser, que es contingencia, surge el ser total y absoluto que nos sostiene.
La gran ayuda del israelita a lo largo de su convulsa historia nacional ha sido el tener a Yavé de su parte. Precisamente por eso, este Dios será el centro del culto.
¿Qué son los hombres frente a Dios? (v.2).
La repetición en el v. 2 confiere al enunciado especial relieve. A los enemigos que oprimen al pueblo de Dios se les designa con el término general de “hombres”. Esta designación supone un juicio de valor: frente al poderoso protector de Yavé, los agresores aparecen como frágiles seres humanos, abocados a la muerte.
“Soy yo en persona quien os consuela. ¿Por qué has de temer a un ser mortal, a un hombre que pasa como la hierba?” (Is 51,12).
San Agustín alude a la cantidad de peligros de los que nos ha librado el Señor: “Pensemos de qué nos hemos escapado: de qué tribulaciones del mundo, de qué persecuciones, de qué engaños, de qué sugestiones diabólicas, de qué ataques de concupiscencias. ¿Quién hubiera escapado de todos estos peligros si Dios no hubiera estado de nuestra parte?”
El mal es fuerte; pero Dios es más fuerte que el fuerte (v.3-5).
Por medio de dos imágenes impresionantes el salmista nos dice lo que hubiera sucedido a Israel si Yavé no lo hubiera defendido. Como un monstruo, los enemigos hubieran devorado vivo al pueblo de Dios: “Nabucodonosor, rey de Babilonia, me ha devorado, me ha consumido, me ha tragado como un dragón, ha llenado su vientre con lo mejor de mí” (Jer 51,34). La otra imagen alude a una situación que se observa en las gargantas y valles de Palestina durante la época de lluvias. De pronto, irrumpen los torrentes, inundan el valle y lo arrastran todo.
Con esta imagen tal vez el salmista quiera aludir a la invasión asiria anunciada por Isaías: “El Señor va a traer sobre ellos las aguas del Éufrates, impetuosas y abundantes –es decir, al rey de Asiria con todo su poder–. Se saldrá de madre, desbordará su cauce” (Is 8,7).
Una serie de lecturas posibles se agolpan en la mente del israelita con estas imágenes. En muchas ocasiones el pueblo ha sido esclavizado, devorado, arrollado y Dios siempre lo ha salvado. Los peregrinos que caminan a Jerusalén pondrían la liberación de la que han sido objeto en la continua liberación que Israel ha gozado desde los primeros días de su historia hasta el presente.
Todos los enemigos, por crueles que han sido, no han podido aniquilar al pueblo. La razón es muy clara: Dios siempre estaba de su parte, aunque en algunos momentos no lo pareciera. Dios siempre está de parte de los perdedores. “Dios está de parte de los perseguidos. Siempre. Si un justo persigue a otro justo, Dios está de parte del perseguido. Si un impío persigue a un justo, Dios está de parte del perseguido. Si un impío persigue a un impío, Dios está de parte del perseguido” (Sefer ha Aggadá).
La salvación de hoy no es más que la actualización de la salvación de ayer. Es la obra del Señor que continúa. Nosotros, los cristianos, no podemos vivir la fe en solitario. Somos miembros del Pueblo de Dios. Este Pueblo tiene una bonita historia que fue preparada por las maravillas que Dios obró en el pasado y llegó a plenitud con Jesús. Esta historia no acabó con la muerte y resurrección de Cristo sino que se prolonga en la Iglesia. Yo pertenezco a esta Iglesia. Todo de ella me concierne y me interesa. En ella yo debo sentirme reflejado.
San Agustín, comentando este salmo, nos dice: “Quienes cantan los salmos no son extraños a nosotros, ni tampoco podemos decir que no se halla nuestra voz en este salmo. Oíd como si os oyeseis a vosotros mismos. Oíd como si os contemplaseis en el espejo de las Escrituras”.
Cuanto mayor es el favor, más grande debe ser el agradecimiento (v.6).
El salmista tiene necesidad de dar gracias a Dios. Es como una exigencia del corazón. Lo que Dios ha hecho con él es demasiado grande y hermoso como para poder olvidarlo. Lo que tiene que decir no puede expresarlo con palabras. Por eso, de lo más hondo del alma, le brota una exclamación: ¡Bendito sea el Señor!
El salmista tiene todavía reciente en su memoria el favor recibido: “no nos entregó en presa a sus dientes”. Esta viva imagen de verse ya entre los dientes de los feroces enemigos no la quiere olvidar. Quiere refrescarla cada día. ¿Para qué? Para así vivir en una permanente acción de gracias. Él sabe que, si un día llega a olvidar el beneficio, va a cesar la bendición y la acción de gracias. Y eso de ninguna manera puede ocurrirle al salmista “La gratitud en sí misma no necesita muchas palabras; consiste sólo en la confesión de lo grande que habría sido la desgracia que ha quedado conjurada” (F. Nótscher).
Dios no nos quiere esclavos sino libres (v.7).
El versículo 7 nos presenta una nueva imagen. La vida de los que han sido salvados se parece a un ave que escapó del lazo. Es bonita y sugerente la imagen de un Dios que va rompiendo las redes del cazador. Dios no permite que se pongan trampas a nuestra libertad. El pueblo judío ha experimentado, a través de su larga historia, el destierro y la esclavitud. Pero también ha saboreado el vino embriagador de la libertad. Dios no quiere que sirvamos a falsos dioses. Dios no quiere que seamos esclavos de nada ni de nadie. Y sabemos que “todo el que comete pecado se esclaviza” (Jn 8,34). Sólo Jesucristo nos trae la verdadera libertad (Jn 8,36).
Dios nos ha hecho libres como los pájaros para poder volar. Y está empeñado en romper todas las ataduras que nos impiden remontar el vuelo. “Ya esté atado por un cable o por un hilo, el pájaro no puede volar. Así es el alma” (Máxima de la tradición rabínica).
El Dios que nos salva es el mismo que nos ha creado por amor (v.8).
El salmo concluye con un acto de total confianza en el nombre del Señor. “El nombre es el poder de protección por medio del cual Yavé guarda a su pueblo y en el que el orante confía” (O. Grether).
Se alude al Dios creador. El Dios creador es el mismo que salva al pueblo. El creador no es un Dios en la retaguardia, un Dios ausente o espectador, sino Señor y compañero de la historia concreta de los hombres.
Muchas de nuestras celebraciones litúrgicas las iniciamos con este último versículo del salmo. Se invoca, desde el principio, a Dios para que la obra que comenzamos se vea libre de toda presunción, de toda rutina, de todo formulismo farisaico. Pedimos que le sea agradable a Dios la obra de nuestras manos
TRASPOSICIÓN CRISTIANA
“En medio de la tormenta, los discípulos ven que el Maestro está dormido. Ellos le despiertan diciendo: ¿No te importa que perezcamos? (Mc. 4, 38). Un Jesús dormido es mucho más fuerte y poderoso que todos los hombres despiertos.
En el evangelio de Mateo, Jesús comienza diciendo que Él es el “Emanuel” el Dios con nosotros (Mt. 1,23) y lo acaba diciendo: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 20).
“Si Dios está con vosotros, ¿quién contra vosotros? (Ro. 8,31). “En todo salimos vencedores gracias a Aquel que nos amó” (Ro. 8,37).
La cercanía palpable de la muerte produce un choque espiritual, como un vacío repentino; tocamos la contingencia radical de nuestro ser. Uno se queda sin habla, temblando, y el temor atestigua que la vida continúa. Cuando uno comienza a recobrarse, los recuerdos invaden el vacío y buscan expresión enérgica, más que precisa. Eso le ocurre al salmista. Pero Él sabe que Dios está ahí para salvarlo.
San Juan Crisóstomo: “Los árboles que crecen en lugares sombreados y libres de vientos, mientras que externamente se desarrollan con aspecto próspero, se hacen blandos y fangosos, y fácilmente les hiere cualquier cosa; sin embargo, los árboles que viven en las cumbres de los montes más altos, agitados por muchos vientos y constantemente expuestos a la intemperie y a todas las inclemencias, golpeados por fortísimas tempestades y cubiertos de frecuentes nieves, se hacen más robustos que el hierro”
San Ignacio de Antioquía: “Yo no os doy mandatos como Pedro y Pablo. Ellos eran apóstoles y yo no soy más que un condenado a muerte… Pero, si logro sufrir el martirio, entonces seré liberto de Jesucristo y resucitaré libre con él. Ahora, en medio de mis cadenas es cuando aprendo a no desear nada”
ACTUALIZACION
Después de la pandemia, el hombre de hoy debe aprender una sola cosa: que no es más que “hombre” sujeto a la vulnerabilidad, a la debilidad, a la enfermedad y a la muerte. Un hombre no puede salvar a otro hombre.
Este salmo afirma, desde la experiencia como pueblo de Dios, que ese Dios que ha creado al hombre, no lo abandona. Es más, está metido en todos los recovecos de nuestra historia, por negativa y azarosa que nos parezca. Dios ha creado al hombre a “su imagen y semejanza” y ésta no puede borrarse.
El Dios que nos ha creado por amor, no desea otra cosa que ayudarnos a vencer el mal para que seamos felices, ya en esta tierra y en este mundo. La plenitud está más allá de la historia.
PREGUNTAS
1.- ¿Soy consciente de todos los peligros de los que me ha librado el Señor? ¿Sé mantener con Dios un constante agradecimiento?
2.- ¿Está mi comunidad en camino de liberación? ¿De qué ataduras tiene que soltarse?
3.- Hay gente que vive en situaciones límite. ¡Ya no pueden más! ¿Qué estoy haciendo para ayudar a esas personas?
ORACIÓN
“Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte”
Señor, quiero comenzar esta oración de rodillas, pidiéndoteperdón. Muchas veces he creído, ¡necio de mí!, que era yo el quedebía ir a ti. Yo tenía que llamarte, buscarte, convencerte yponerme de tu parte.
Hoy he comprendido que eres tú el que sales a mi encuentro, me llamas, me buscas y te pones de mi parte. Tú corres más deprisa que yo, me tomas la delantera y me sorprendes con tu visita.
Tú nunca esperas que yo sea bueno para amarme. Ni dejas de quererme cuando te he dado la espalda. Yo soy voluble, caprichoso, antojadizo. Pero tú no cambias. Eres siempre el mismo. Siempre me esperas, siempre me das una nueva oportunidad, siempre crees en mí a pesar de todo, siempre eres fiel.
Leo mi vida, repaso mi historia y me horroriza el pensar lo que yo hubiera sido si tú no hubieras estado de mi parte. Deja que te diga más con el corazón que con los labios: ¡Gracias, Dios mío! ¡Yo te bendigo!
“Hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa”
Señor, me has hecho libre como los pájaros. Lo mío, es decir, lo que a mí me gusta, lo que me hace crecer, lo que me realiza como persona, lo que me hace plenamente feliz es poder volar y cantar. Volar por encima de los tejados de los hombres, respirar el aire puro de libertad y, desde la copa de un árbol, cantar la alegría de vivir.
Pero, muchas veces, me han puesto trampas. Han querido atar a lazo mi libertad. Han pretendido cortar mis alas. Pero tú, Señor, has desatado todos los lazos y has quebrantado todos los cepos. Gracias, Señor, porque me has hecho libre. Gracias Señor, porque has protegido cuidadosamente mi libertad. Gracias porque me has hecho descubrir que sólo en la libertad es posible gozar, cantar, reír y soñar.
ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA
Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud, en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén