“Yo no soy nada. Pero esa nada que yo soy, es amada por Dios”

Raúl Romero López
31 de agosto de 2020

Salmo 90

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Señor, tú has sido nuestro refugio

de generación en generación.

2Antes que naciesen los montes o fuera engendrado el orbe de la tierra,

 desde siempre y por siempre tú eres Dios.

3Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: «Retornad, hijos de Adán».

4Mil años en tu presencia son un ayer que pasó; una vela nocturna.

5Si tú los retiras son como un sueño, como hierba que se renueva:

6que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca.

7¡Cómo nos ha consumido tu cólera y nos ha trastornado tu indignación!

8Pusiste nuestras culpas ante ti, nuestros secretos ante la luz de tu mirada:

9y todos nuestros días pasaron bajo tu cólera,

y nuestros años se acabaron como un suspiro.

10Aunque uno viva setenta años, y el más robusto hasta ochenta,

la mayor parte son fatiga inútil, porque pasan aprisa y vuelan.

11¿Quién conoce la vehemencia de tu ira, quién ha sentido el peso de tu cólera?

12Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato.

13Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos;

14por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo.

15Danos alegría, por los días en que nos afligiste,

por los años en que sufrimos desdichas.

16Que tus siervos vean tu acción y sus hijos tu gloria.

17Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos.

Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos.

INTRODUCCIÓN

El salmo 90 es una meditación sapiencial sobre la caducidad y fragilidad de la existencia humana. Hay un contraste entre el tiempo limitado del hombre y la eternidad de Dios. La vida humana es como un soplo, un sueño, una hierba que crece por la mañana y se marchita al atardecer. A esta natural limitación de la existencia hay que añadir una situación de pecado que hunde al hombre aún más en la nada.

Con todo, ¿acaso este salmo nos invita a la desesperación? ¡No! el hombre pasa. Y abundan los verbos de paso: irse, marchitarse, volver al polvo. Pero Dios permanece. Dios puede llenar de sentido los cortos años de la vida.

Al hombre se le invita a la cordura, a la sensatez, a poner su confianza en Dios. Él puede llenar el vaso de la vida que cada día se queda vacío. Él puede poner música a esta frágil caña de la existencia. Él puede llenar de amor y de esperanza este pequeño y menesteroso corazón humano.

DESARROLLO

Yo soy criatura y mis días son escasos. Pero Tú. Señor, eres Dios desde siempre (vv. 1-2).

El salmo se inicia y se termina con la palabra: Señor. Es el Señor de todas las cosas y todo el salmo queda abrazado por él. Se busca en Dios una roca estable, una residencia segura, mientras por fuera se desarrolla la tempestad de la vida y el flujo de las generaciones se precipita como un torrente impetuoso. La tierra tiene poder de engendrar y parir. Es una potencia creadora de la que nacieron las montañas símbolo de lo firme y estable. Pero, antes de que la tierra tuviera ese poder, estaba Dios. Dios ya era. ¿Dónde estabas tú cuando afiancé la tierra? Habla, si es que sabes tanto… (Job 38,4).

“Soy polvo, ceniza, nada”. Ése es mi mejor A.D.N. (vv.3-6)

En este versículo aparecen claramente la fragilidad y brevedad de la vida humana. El hombre formado del polvo es llamado por el Dios eterno para que retorne al polvo. Por una poderosa palabra de Dios entramos en la escena de la vida. Y por otra palabra, no menos poderosa, se baja el telón y somos arrojados al polvo del sepulcro. Esta especie de encogimiento de la vida humana se produce en presencia de la eternidad de Dios, para quien “un día es como mil años y mil años como un día” (2 Pe 3,8).

Yavé siembra a la gente. Hace que constantemente vaya brotando nueva vida, lo mismo que la hierba crece continuamente. Pero la vida de las personas es de corta duración. Brota al amanecer y al atardecer se marchita y se seca. En la oración de la comunidad hay una cosa que quiere quedar bien clara: los seres humanos que comparecen aquí ante Yavé se hallan bajo el signo de la muerte. Han de convertirse en polvo, marchitarse y secarse.

No importa que los años sean cortos si están llenos. Lo peor es que, además de cortos, estén vacíos. (v.7-9).

La cólera de Dios es la reacción, la respuesta de Dios ante la culpa del hombre. La ira es como el implacable sol de oriente que todo lo consume y anonada.

«Pusiste nuestras culpas ante ti» Dios aparece como el gran inquisidor que estructura el corazón y la conciencia. Nada se le oculta a sus ojos.

“¿Qué es el hombre … para que cada mañana lo inspecciones? ¿Hasta cuándo seguirás vigilándome? (Job 7,17-19).

La experiencia nos dice que muchos días están marcados por la huella del pecado. Los días que han transcurrido bajo la cólera de Dios son días vacíos, días sin sentido. Por eso los días se han ido como un suspiro. San Pablo nos dirá que los años vividos sin Cristo los da por perdidos. Son basura (Fil. 3,8).

Puesto que la vida es tan corta, al menos debemos ser sensatos y tener ese olfato vital para saber acertar.  (v.12).

El salmista pide cordura, sensatez. Pide aceptación de la vida como es: así de frágil, así de limitada, así de finita. Pero sobre todo, pide una vida llena de sentido, una vida anclada en Dios, libre de su ira. El salmista no pide que le añadan años a la vida sino vida a los años.

La sensatez está en ponerse a bien con Dios. Al retorno del hombre a Dios se le llama conversión. Y el retorno de Dios al hombre lleva el nombre de gracia. El salmista quiere, de aquí en adelante, vivir en la esfera de la gracia.

«Después de esta petición, la compasión de Yavé se expresa en un cambio de voluntad, pero este cambio no tiene lugar sino cuando la cólera de Yavé ha dejado sentir ya sus efectos. Y, desde luego, este cambio de voluntad no sólo aleja la cólera de Yavé, sino que se experimenta ya a diario con la bondad divina y que llena de gozo» (Jeremías).

Que la luz mañanera disipe la oscuridad del atardecer. (v. 14).

La misericordia se opone a la cólera. La mejor manera de vaciarse de la cólera divina es llenarse de su misericordia. Pero aquí el salmista no pide sólo llenarse sino saciarse. El salmista quiere rebosar de Dios, de su amor, de su misericordia. Y se lo pide por la mañana en la hora propicia en que Dios escucha. Este saciarse de Dios le proporciona una alegría tan grande que compensa la tristeza producida por su
cólera. El salmista está tan lleno de Dios que incluso ha llegado a olvidar el tiempo de la ira. Si antes su situación era de sufrimiento y de dolor ahora es de gozo y esperanza. Y puede decir con el poeta:

«Te conozco, Señor, por lo que siento

que me sobra en deseo y afán:

porque el vacío de mi descontento

tiene el tamaño de tu inmensidad» (Pemán).

Sólo la inmensidad de la ternura y la bondad de Dios puede saciar con creces el vacío inmenso que deja nuestra situación de pecado. Ahora sólo queda una cosa: cantar las maravillas de Dios. Agradecer a Dios el don de una vida plena en Él.. Es necesario saber unir a Dios con el gozo y la alegría ya en este mundo. Dios no es sólo para el más allá. Es también para el más acá.

Somos muy proclives a vincular a Dios con el dolor, el sufrimiento y la muerte. Y ése no es el verdadero rostro de Dios. Dios ha vencido la muerte resucitando. Aquella radiante mañana de pascua disipa las tinieblas del Viernes Santo.

Hay que tener experiencias fuertes de Dios. Y decir que con Dios se vive infinitamente mejor “Ya aquí y en este mundo” Y esta experiencia nos abre la puerta para una esperanza cierta y definitiva.

«En este salmo se distingue la vida vieja y la nueva; la vida mortal y la inmortal, es decir, la vida en la que se muere y la vida en la que se vive; los años que son tenidos por nada y los días repletos de misericordia y de verdadera alegría;
es decir el castigo del primer hombre (Adán) y el reino del segundo (Jesús)» (San Agustín).

Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos» (vv.16-17)

La vida del hombre es afán y tarea. Es un emprender y realizar. Como el árbol no sólo ha de germinar y florecer sino ha de dar fruto. «Vemos un árbol, cuanto más cargado de fruto se halla, más inclina hacia el suelo sus ramas, cuanto mayor sea el número de nuestras buenas obras, más reconocemos a Dios en nosotros, pobres instrumentos suyos» (Santo Cura de Ars).

Nuestro salmo no tiene todavía la perspectiva de una vida futura. Y, sin embargo, quiere dar sentido a la vida presente, la única que él conoce.  Frente a la limitación y caducidad de todo lo presente, el salmista ha descubierto que lo más sensato, lo más humano, es contar con Dios. Él puede arrancarnos de nuestros vacíos y de nuestras frustraciones. Él puede incluso llenar de alegría este pequeño recorrido de la existencia. Sólo se puede ser feliz en este mundo contando siempre con Dios.  

«Y si Dios da a cada hombre bienes y riquezas y le permite comer de ellas, tomarse su parte y disfrutar de su trabajo, es también un don de Dios. Porque no pensará mucho en la brevedad de su vida, si Dios le llena de alegría el corazón»
(Qoh 5,18-19).

La “bondad” que se invoca para la vida del creyente, en hebreo significa “belleza, suavidad, encanto, dulzura”. Sí, Dios ha elegido nuestra frágil existencia para manifestar al mundo su belleza, su suavidad, su dulzura” (Vincenzo Paglia).

         Nos maravilla la fe de estos hombres que, sin tener esperanza de vida futura, hayan llegado a elaborar esta teología.

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

Ravasi: “No existe fatalismo en esta dialéctica “ira-pecado” porque supone el encuentro entre dos voluntades libres, ni siquiera existe el pesimismo, porque es posible, como supone el salmo, que el hombre se ponga en los brazos divinos, aceptando su limitación, y que Dios ofrezca al hombre la comunión en su misterio que es precisamente eternidad y gozo imperecedero.

San Jerónimo: “La especie humana verdea en los niños; florece en los jóvenes; se llena de vigor en la edad madura. Pero, de improviso, la cabeza se vuelve blanca, la cara se arruga, la piel antes tersa se contrae y la persona se cambia en otra”

San Agustín: «Por la mañana nos hemos colmado de tu misericordia, nos alegramos y gozamos todos nuestros días. Aquel día será un día sin fin. Todos los días estarán juntos, por eso saciarán. No dan paso a los que suceden, pues no hay algo que aún no sea, porque no ha llegado; ni deje de ser porque ya llegó. Están todos juntos, porque es uno que está y no pasa: tal es la eternidad».

San Gregario Magno: «Sólo quien ama en verdad a Dios no se acuerda de sí mismo».


ACTUALIZACIÓN

Este salmo nos sitúa ante la precariedad y vulnerabilidad de la vida, algo que en este momento de la pandemia se hace más palpable. Y lo peor que nos puede pasar es que no pensemos, que evitemos a toda costa enfrentarnos con una realidad que se nos impone. Tal vez sean los poetas los que nos hagan pensar:

«Ayer se fue, mañana no ha llegado

hoy se está yendo sin parar un punto

Soy un fue y un seré y un es cansado»

(Quevedo).

Hoy día que cada vez se va admitiendo con más normalidad la cremación de los cadáveres, todos podemos tener experiencias de haber llevado al “crematorio” algún ser querido que se nos ha muerto. Entregamos el cadáver y nos devuelven “un puñado de cenizas” que recogemos en un pequeño cofre. ¡Unas cenizas!  Ese es mi A.D.N más profundo. Ahí está no ya lo poco que sé, lo poco que tengo, lo poco que valgo sino “lo poco que soy”.

Frente a esta experiencia insoslayable, también existe otra. Creamos o no creamos, nos resistimos, nos rebelamos por dentro al constatar que una vida tan rica en sentimientos, emociones, gozos, esperanzas, trabajos, proyectos, quede reducida a unas cenizas. Eso es lo que sentían los pensadores de todos los tiempos:

+ Antonio Machado estaba enamoradísimo de su joven esposa Doña Leonor. Y a los tres años se le muere. El poeta queda destrozado y lo expresa así:

“Al olmo viejo,

herido por el rayo

y en su mitad podrido,

con las lluvias de abril

Y el sol de mayo,

algunas hojas verdes le han salido”.

Esas hojas verdes hablan de esperanza.

El mismo lo afirma:

Mi corazón espera

También hacia la luz y hacia la vida,

Otro milagro de la primavera”.

+ Nino Bravo nos dejó una bella canción para el viaje más largo.

“Al partir un beso y una flor
Un te quiero una caricia y un adiós
Es ligero equipaje
Para tan largo viaje
Las penas pesan en el corazón”.

Sabemos que murió joven en un trágico accidente de carretera.  Los comentaristas hablan de esta canción como de una premonición de su muerte. Le tenemos que agradecer que concibiera el viaje más largo, ligero de equipaje, con una mochila bien repleta de amor, de solo amor.  

+ Francisco de Quevedo, con motivo de la muerte de personas a quien había querido mucho, nos ha dejado uno de los versos más bonitos de la literatura española:

“Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado”

+ Gabriel Marcel, célebre filósofo francés, nos dejó estos mismos sentimientos en una célebre frase: “Cuando yo le digo de corazón a una persona: ¡Te quiero! Es como si le dijera: ¡Tú no morirás!

De hecho, todos nosotros, tenemos la experiencia de que nuestros difuntos siguen “vivos en nuestro corazón”. Y seguimos llevando flores al cementerio y rezamos por ellos. Nos basta que recuerden sus nombres para emocionarnos, incluso derramando alguna lágrima. No cabe duda: EL AMOR ES MAS FUERTE QUE LA MUERTE.

Y nosotros, como cristianos, sabemos que Cristo murió pero no quedó en la tumba. Resucitó y llenó el mundo de alegría y de esperanza. Él nos demostró que la última palabra no la tiene la muerte sino el Amor. Y el Amor es Dios (1Jn. 4,8).

PREGUNTAS

1.- ¿Sé aceptar la vida como es: con sus limitaciones, sus vacíos, sus ignorancias? ¿Caigo en la cuenta de lo frágil que soy?

2.- En mi comunidad hay fallos, debilidades, pecados. ¿Sabemos acudir a Dios para que todo lo cubra con el manto de su misericordia?

3.- ¿Sé poner cordura, sensatez en tantas personas que yo conozco y que arrastran una vida vacía, frustrada, sin horizonte?

ORACIÓN

«Tú reduces el hombre a polvo»

Hoy, Señor, quiero pensar a tu lado, sobre un aspecto importante de la vida: su limitación, su fragilidad. Nosotros, cuando somos jóvenes, nos creemos dueños del mundo. Y vemos a la muerte muy lejana. No pensamos en ella y, lo que es peor, nos olvidamos de ti. La muerte nos circunda por todas partes y nos topamos con ella a
cada instante. Pero pensamos que eso siempre es cosa de otros. Sabemos que tenemos que morir pero no lo creemos. Y seguimos siendo unos soberbios, orgullosos, prepotentes. Pero llega un día en que tú reduces el hombre a polvo. El hombre es barro con un soplo divino, cuando tú retiras tu aliento, el hombre vuelve a la tierra de la que salió. Y esa tierra, ese barro, ese polvo seré yo. Yo mismo y nadie más.

«Enséñanos a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón sensato»

Señor, la muerte sorprende a la mayoría de las personas. Yo quiero ser sensato; yo no quiero ser engañado por ella. Quiero llenar de sentido el tiempo que tú quieras darme.

Puesto que soy frágil y limitado quiero apoyarme totalmente en ti. Quiero darte gusto, cumplir tu voluntad y vivir cada día como si fuera el último de mi vida. Como el pájaro yo quiero morir cantando. Y, corno la flor, exhalando el último perfume. Dame sensatez para que la muerte sea la gran maestra de mi vida.

«Por la mañana sácianos de tu misericordia y toda nuestra vida será alegría y júbilo»

Señor, que sepa encontrarme contigo por la mañana. Que mi primera ocupación del día sea el estar contigo, llenarme de ti, saciarme de tu espíritu. Que sepa vivir todo el día de este encuentro.

Que descubra en ti la alegría de la vida: lo bello, lo hermoso, lo fantástico que es vivir cuando tú estás dentro de mi vida. Haz que sepa disfrutar contigo, deleitarme en ti, gozar en tu presencia. Dame la gracia de pregustar ya en esta vida un poco de la felicidad que me tienes reservada en la otra.

Oración mientras dura la pandemia. Dios todopoderoso y eterno, refugio en toda clase de peligro, a quien nos dirigimos en nuestra angustia; te pedimos con fe que mires compasivamente nuestra aflicción, concede descanso eterno a los que han muerto por la pandemia del «coronavirus», consuela a los que lloran, sana a los enfermos, da paz a los moribundos, fuerza a los trabajadores sanitarios, sabiduría a nuestros gobernantes y valentía para llegar a todos con amor, glorifi

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