Este año el plan diocesano gravitaba sobre un lema: “Somos comunidad”. Durante el año litúrgico hacemos esfuerzos por unirnos más las distintas comunidades parroquiales, movimientos y asociaciones. Animados por nuestro Obispo, buscamos celebrar sólo una Vigilia Pascual en las Unidades Pastorales y en Teruel.
Antes de un mes, ya unas cincuenta personas de distintas parroquias, formaron un coro para la vigilia, unidos al coro de Pastoral Juvenil.
La noche del 31 de marzo a las 23 horas, las distintas comunidades parroquiales, religiosas y de movimientos se acercaron a la catedral a celebrar la Pascua del Señor. Éramos unas 400 personas entusiasmadas por el acto, entregándolo todo. Había ancianos, familias, jóvenes y niños. Participaron también los jóvenes terciarios capuchinos de los amigonianos, que estaban de pascua juvenil en san Nicolás de Bari, y varios seminaristas del Bidasoa, que estaban ayudando a las hermanitas de los Ancianos Desamparados en su residencia.
También salieron de sus monasterios, con sus cirios, las MM. Carmelitas y las MM. Clarisas. Todo el mundo se acercaba a saludarlas.
Los jóvenes prepararon una gran hoguera en la fachada principal de la catedral. Distintos representantes de las parroquias y de las comunidades contemplativas portaban los 14 cirios pascuales más el de la sede catedralicia. Seguimos las 9 lecturas y sus salmos, leídos por dos representantes de cada parroquia y las antífonas cantadas por todo el pueblo. Un folleto de mano, con las moniciones incluidas, nos ayudó a seguir los distintos pasos de la Vigilia.
Tres adultos: Yanet, Ángel-Antonio y Aline, recibieron el Bautismo, la Confirmación y la Primera Comunión. Fue una experiencia gozosa para toda la comunidad.
D. Antonio, en la Homilía, nos habló de una Iglesia despierta y resucitada y nos animó a seguir haciendo comunidad, ser creativos, esperanzados, rompedores y testigos del resucitado. Veinticinco sacerdotes concelebraron con él en la Vigilia. Se sentía la unidad y la alegría.
Duró la vigilia 2 horas, que se pasaron volando, pues estaba muy bien preparada y los que participaban: portadores del cirio, lectores, salmistas, monitores, acólitos y el coro, habían quedado a las doce del mediodía para ensayar los pasos de la celebración.
Al final, pasamos al patio del obispado a seguir cantando y celebrándolo con unas pastas, vino dulce y sidra. Todos comentaban entusiasmados que había sido un éxito y le pedían a D. Antonio que podíamos hacer lo mismo para la Misa del Gallo.