Paisajes de contrastes, castillos, lugares de leyenda y una amplia oferta de actividades culturales jalonan este recorrido por un territorio único. De norte a sur y de este a oeste, Aragón nos brinda la posibilidad de descubrir lugares únicos, en los que la historia y la naturaleza se dan de la mano convirtiendo este territorio en una caja llena de sorpresas.
Comenzamos nuestro itinerario por el norte de Huesca. El Pirineo aragonés ofrece una biodiversidad latente en todos sus valles. Para los amantes de la naturaleza hay que recordar que este año se cumple el centenario el Parque Natural de Ordesa y Monte Perdido, así nombrado por el rey Alfonso XII el 16 de agosto de 1918.
Desde aquí podemos hacer un recorrido por los valles del Pirineo. Fue en estos espacios en donde
el desarrollo del Camino de Santiago permitió desde la Edad Media la entrada continua del influjo del arte europeo a este territorio, favoreciendo el surgimiento de monumentos que son hoy una visita obligada, como el monasterio viejo de San Juan de la Peña (iniciado en el siglo X). Próxima a este punto se levanta la ciudad de Jaca, en donde destaca la Ciudadela de Jaca y la Catedral, pieza clave del románico aragonés y en donde se encuentra el Museo Diocesano de Jaca.
Retomamos el camino hacia Huesca, dejando atrás lugares que no podemos olvidar. Es el caso de Barbastro y la villa de Alquézar, en la Sierra de Guara y el Somontano. También sobresale el territorio de Sobrarbe y Ribagorza, destacando Roda de Isábena, con su catedral iniciada en el siglo XI. Dirigiéndonos hacia la Hoya de Huesca nos recibe desde las alturas, el castillo de Loarre, la fortaleza románica mejor conservada de toda Europa.
Cerramos este itinerario oscense con una visita a su capital. En Huesca hay mucho que ver, como por ejemplo: la catedral, el Museo Diocesano, así como el Planetario, en donde se ofrece un rico programa de actividades para hacer en familia. Descendemos hacia el sur y llegamos a las estepas subdesérticas de los Monegros. Atrás quedan los hayedos y riachuelos del Pirineo.
Llegamos a provincia de Zaragoza. En la zona más septentrional nos recibe la comarca de las Cinco Villas. Sobresale Uncastillo, con sus seis iglesias románicas y el Centro de Arte Religiosos del Prepirineo, y Sos del Rey Católico, donde destacamos el palacio de Sada, donde nació el rey Fernando el Católico.
Más al sur, llegamos a Zaragoza, una verdadera encrucijada de caminos desde que se fundó como una ciudad íbera, en el siglo III a.C. La ciudad nos ofrece espacios que la convierten en sí misma en un museo, como el Mercado Central, importante obra modernista situada al lado de los restos de las murallas romanas, próximo al Pilar. En el entorno de la Seo y la Basílica y Catedral del Pilar, destacamos el Museo de Tapices, el Alma Mater Museum, situado en la parte más antigua del palacio arzobispal, el Museo del Foro romano y el Museo de Goya. Más distante del centro histórico hay que mencionar la Basílica de Santa Engracia y el palacio de la Aljafería.Dirigiéndonos hacia el oeste, llegamos a las tierras del Moncayo, un lugar que ha inspirado numerosas leyendas, como las que nos dejó Bécquer como legado. En este caso, el castillo de Trasmoz, el monasterio de Veruela o el santuario de la Misericordia.
Otra ciudad que no podemos perdernos es Tarazona y su catedral de Santa María de la Huerta, conocida como “la Capilla Sixtina del renacimiento español”. Hacia el este merece especial mención la comarca de Bajo-Aragón Caspe, en cuya capital se celebró en 1412 el Compromiso de Caspe, por el cual se coronó rey a Fernando I de Aragón. No podemos despedirnos de Zaragoza sin pasar por Calatayud y Daroca, ciudades llenas de historias como la que nos ilustra la capilla de los Corporales de Daroca.
Nuestro itinerario por la provincia de Zaragoza llega a su fin, pero no sin detenernos por espacios y municipios que bien merecen una visita, como el monasterio de Piedra, Maluenda y su iglesia dedicada a las Santas Justa y Rufina y Alhama de Aragón, en donde podemos descansar en su balneario antes de proseguir el recorrido hacia Teruel.
Por fin, llegamos a Teruel en donde adquiere el arte mudéjar especial protagonismo, motivo por el que sus monumentos mudéjares fueron declarados Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1986. Las torres del Salvador, de San Martín y San Pedro, así como la propia Catedral lo testimonian. Son estos monumentos junto al Mausoleo de los Amantes, el Museo Diocesano y espacios como la plaza del Torico, con interesantísimos edificios modernistas, una visita indispensable en nuestro itinerario.
En las afueras de la capital turolense nos encontramos con Dinópolis, el parque paleontológico más grande de Europa, con actividades muy divertidas para todos los públicos. Tiene una subsede en Albarracín, en donde la visita se puede completar con un paseo por el pueblo con rincones llenos de magia y paradas obligadas, como la catedral de Santa María la Mayor.
Salimos de los bosques que configuran el Parque Cultural de la Sierra de Albarracín, dejando atrás sus pinturas rupestres, y llegamos a la comarca de Matarraña, “la Toscana aragonesa”, que junto al Maestrazgo nos ofrece parajes espectaculares y pueblos llenos de historia, como Mirambel y las grutas de Molinos.
Avanzamos en nuestro camino y podemos divisar las fortificaciones defensivas de Sarrión. Estamos ya en la comarca de Gúdar y Javalambre, en donde Mora de Rubielos y Rubielos de Mora bien merecen una visita. Cerramos con ellas este breve itinerario por Aragón, que no es más que un atisbo de la gran riqueza que nos ofrece.
Pilar Muniesa