Una pregunta: ¿Para qué sirve rezar?

Diócesis de Barbastro-Monzón
4 de junio de 2018

Con tanto ruido de fondo, a veces hay que pararse un instante a escuchar y ser escuchado. El delegado de Medios de la Diócesis de Barbastro-Monzón, José María Ferrer, nos da unas cuantas respuestas para una pregunta muy interesante: ¿de qué sirve rezar?, además de ocho consejos para vivir la Palabra de Dios.

 

1.  ¿Para qué sirve rezar?

¿Y si empezamos por decir para qué no sirve?

No vale para “buscar soluciones a bajo precio” ni vale para hacer una especie de “vacío interior” que me aísle de los demás. No “se ha inventado” la oración para relajarse, aunque rezar de verdad relaja, te lo aseguro.

Entonces, ¿para qué sirve rezar? Esta pregunta, que parce clara, puede tener su trampa. Porque así, como suena, puede enmarcarse dentro de una cultura utilitarista, consumista y buscadora de la  eficacia y del rendimiento, como es hoy nuestra cultura, y así no acertaremos con lo de la oración.  Rezar se hace desde otros criterios: más desde la gratuidad, el amor, la fe y la respuesta generosa a Dios que nos habla, sí, que se comunica con nosotros.

Desde esta comprensión, rezar sirve para sentirse acompañado. El que cree en Dios, percibe que no esta solo, que Dios está presente y que le ama. Por eso puedo comunicarme con él y rezar me sirve para decirle lo que siento: mis  alegrías, mis alabanzas, mis penas, mis necesidades,…  o puedo pedirle perdón,  o ayuda,… o hablarle de las personas que lo pasan bien o lo pasan mal…, con Dios se puede hablar de todo.

 

2. ¿Cómo se reza?

A Jesús lo vieron orar los discípulos y le dijeron: “Maestro, enséñanos a orar como enseñó Juan a sus discípulos (Lc 11, 1)”. “Vosotros cuando oréis decid: Padre nuestro (Lc 11, 2)”.

– Invocando a un Dios que es Padre

El rasgo más original y gozoso de la oración cristiana nos lo indica el mismo Jesús que nos ha enseñado a invocar a Dios como Padre, con la confianza de hijos e hijas, pues realmente lo somos. “Vosotros cuando oréis decid: Padre nuestro (Lc 11, 2)”.

-Orando en nombre de Jesús

Los cristianos siempre hemos de orar “en el nombre de Jesús”. No tenemos un acceso “directo” a Dios. Jesucristo es quien nos ha enseñado que Dios es Padre bueno  y cercano. Orar en nombre de Jesús es orar como discípulos de Jesús. Por consiguiente, para orar de manera cristiana hemos de ser fieles discípulos de Jesús: la oración cristiana nace del seguimiento fiel a Jesús.

– Y estando en comunión con los demás.

Los cristianos siempre oramos en comunión con todos los que viven en comunión con Cristo. Un cristiano no puede orar si no es abriéndose como hermano a los demás. Es necesaria la relación entre la oración y el compromiso. Orar en nombre de Jesús exige abrirse a la vida y a las necesidades de los demás  y llegar al perdón y a la reconciliación.

3. Pistas para empezar a orar.

Cada uno ha de seguir su propio camino. A algunos le puede ayudar recitar una oración conocida y amada como el “Padrenuestro” o el “Ave María” deteniéndose en cada expresión, yendo muy despacio y sin prisas.

Otros pueden acudir a los salmos para rezarlos lentamente, deteniéndose en las frases que encuentran más eco en su corazón.

Otros se dirigirán a Dios con expresiones tomadas de los evangelios o de libros religiosos o de pensamientos de santos o de frases que le suscitan devoción.

Otros, partiendo de las propias experiencias que van viviendo o que ya se han vivido, tratarán de descubrir, muchas veces con la lectura del evangelio, qué significan esos acontecimientos y cómo interpretarlos desde la fe, a la luz de los criterios de Dios.

Al final, con cualquiera de los modos, el que reza pondrá en su oración con Dios sus expresiones propias, sus palabras más personales, sus sentimientos más auténticos.

… y orar también desde la oscuridad.

En algunos momentos nos llega también la duda y la inseguridad: ¿no será todo una ilusión?, ¿rezar, no será un hablar en el vacío?”

La pregunta que podemos dirigir a Dios en ese momento, “¿dónde estás?”, es también una oración.

¿Es que se puede seguir orando a Dios cuando uno no se siente seguro de nada, ni siquiera de si cree o no en Él? Se puede. Más aún, esa oración en medio de la oscuridad y la duda es probablemente uno de los mejores caminos para crecer en la verdadera fe. Porque la fe no está ni en nuestras seguridades ni en nuestras dudas. Está más allá, en el fondo del corazón humano que nadie conoce, si no es Dios. Lo importante es seguir anhelando su presencia.

 

4.-  Leer el Evangelio.

No se trata de tener una Biblia en casa, sino de abrirla y leerla y orar con ella. No hay mejor método para escuchar a Dios y conocer sus criterios que leer la Biblia y sobre todo los Evangelios.

 

Ocho consejos para meditar y vivir la Palabra de Dios

1.- Lee atentamente, sin prisa, con algunas pausas.

2.- Lee tratando de escuchar a Dios, como de persona a persona.

3.- No te preocupe tanto entender “qué quiere decir el texto que estoy leyendo” cuanto de preguntarte: “¿qué me dice Dios con esta palabra?

4.- Es bueno atreverse a quitar el nombre propio que aparece en el texto (por ejemplo, Zaqueo, Simón, Juan, Santiago…) y sustituirlo por tu propio nombre para sentir que puedes ser tú mismo en esta situación.

5.- Si la lectura “no te dice nada”, quédate tranquilo y en paz. Podría ser que la misma lectura otro día te diga mucho. Más allá de nuestro esfuerzo y de nuestros planes está la gracia de Dios y a veces “su hora” no es “nuestra hora”.

6.- Cuando reces los salmos, piensa que también los rezaron Jesús, María, José, los Apóstoles y tantos santos y creyentes sinceros a través de los tiempos. Trata de ponerte en el lugar de Jesús y, con sus sentimientos, dirige a Dios las palabras del salmo.

7.- Trata de aplicar a tu vida concreta la palabra que estás orando y meditando viendo cómo puede influir en ti para ir cambiando tu modo de pensar y de actuar.

8.- En resumen: leer, releer, meditar, contemplar, saborear, aplicar.

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