Con el Arzobispo de Zaragoza postrado en el suelo de la catedral basílica del Pilar, como signo de humildad, penitencia y súplica ante Dios. Así han comenzado los oficios este Viernes Santo, con un altar desprovisto de adornos y manteles (sin el sagrario ni los habituales candeleros), bajo el silencio atronador de un templo vacío por la crisis del coronavirus.El Pilar mostraba este viernes, 10 de abril, su decoración más sobria para acoger la celebración de la pasión del Señor, que fue despojado de sus vestiduras. “Cristo perdura hoy en tantos cristos encarnados que sufren la emergencia sanitaria y mueren”, ha señalado D. Vicente Jiménez Zamora, aludiendo a la situación actual: “Vivimos tiempos de angustia, pero la fe, en los momentos duros y difíciles, puede y debe crecer”.
El prelado, que en esta celebración no llevaba báculo ni palio arzobispal (tan solo una mitra blanca, sin adornar), ha indicado que la pandemia “no es un castigo de Dios”, si bien, a través de ella, “nos habla, oímos su voz, pero no la entendemos del todo. Es un misterio, que sólo se descubre a la luz de la fe”.
El centro de la liturgia ha sido la Pasión, a la que, siguiendo el ritual de la ceremonia, se ha accedido por cuatro vías: la proclamación de la Pasión según san Juan; la invocación de la Pasión sobre las necesidades de la humanidad, este año especialmente por quienes sufren las consecuencias del COVID-19; la presentación y adoración de la Cruz; y la comunión del cuerpo sacrificado del Señor, consagrado en la misa vespertina del Jueves Santo y reservado en el Sagrario.
Para adorar la Cruz, D. Vicente Jiménez se ha quitado la casulla, en un momento en el que se ha cantado, hasta por tres veces, “Mirad el árbol de la cruz donde estuvo clavada la salvación del mundo”, con idéntica respuesta: “Venid a adorarlo”.
A la espera de la vigilia Pascual, que podrá seguirse este sábado desde el Pilar, a partir de las 22.00 horas, a través de la página web 24horasconlavirgendelpilar.es, el Arzobispo ha recordado, con palabras de san Juan, que la cruz está ya transfigurada y es también Pascua: “El amor no podía quedar estéril. El amor nunca es infecundo. El amor es siempre vida. La cruz es luz. Y la cruz floreció hasta la eternidad”.