Proliferan, en medio de la incertidumbre y el dolor, historias de solidaridad que pueden servir como respuesta a la pregunta que el papa Francisco se formula en una meditación publicada hace unos días en la revista Vida Nueva: ¿es posible hallar la alegría en medio de una situación como la que vivimos? Lo es. Es posible encontrar una alegría profunda y verdadera al contemplar el trabajo de voluntarios que, como los que recogemos en este boletín, sienten la necesidad de ayudar siguiendo el espíritu de Emaús.
Tienen razón: nos toca ponernos manos a la obra, cada uno desde sus capacidades y teniendo claro que “nadie se salva solo”. Insiste en ello el Santo Padre, animándonos a renovar la fraternidad, a construir juntos, a discernir el pulso del Espíritu y así “testimoniar y canalizar la vida nueva que el Señor quiere generar en este momento concreto de la historia”.
Y este momento nos exige estar a la altura de los retos más variados. El primero, ponernos, pero de verdad, al servicio de los demás. Tal cual. Pero también de pensar con calma en qué es lo importante y qué lo secundario, de contar buenas noticias, aportar paz, construir, sumar o de encontrar en el silencio la oportunidad de escuchar por dentro y encontrarnos con nosotros mismos, quizá con Él.
Este es un tiempo para valientes que no se conforman con recorrer los caminos trillados. ‘Un plan para resucitar’ no es un manual para ‘el día después’, es la inspiración para una vida nueva, una verdadera Pascua de Resurrección. “Si actuamos como un solo pueblo, incluso ante las otras epidemias que nos acechan, podemos lograr un impacto real”, concluye el Papa Francisco.
Toca trabajar mucho (y rezar…). ¡Feliz semana!
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