El padre Teótimo González Álvarez (Riaño, León, 1936), Misionero Oblato de María Inmaculada, ha sido durante más de veinte años (1996-2017) coordinador de la pastoral en lengua española del santuario de Lourdes. Durante estos días se encuentra en Zaragoza, participando en el XLVII Congreso Nacional de Hospitalidades de Nuestra Señora de Lourdes. Iglesia en Aragón lo ha entrevistado para sus lectores:
Padre Teótimo, ¿se ha olvidado de Lourdes? No. Es más, como decía Bernardita cuando ya estaba en el convento, todos los días hago mi pequeña peregrinación a la gruta, que, por otra parte, facilita internet. Cuando volví como confesor auxiliar al santuario, tuve la impresión de regresar a mi pueblo.
¿Qué visita? Lo primero la gruta, allí tengo mi oración personal, me uno a lo que se está celebrando y después hago un repaso general de misas y celebraciones.
¿Cuál ha sido su misión en Lourdes? Colaborar con las juntas directivas de las distintas hospitalidades en la preparación de las peregrinaciones, recibirlos en el santuario y acompañarlos, como recibir y acompañar a otros grupos organizados, tanto de España, como de Hispanoamérica. Estos últimos cada vez son más numerosos.
¿Qué tienen de especial las peregrinaciones de las hospitalidades? Se encargan principalmente de llevar enfermos, pero llevan también peregrinos ‘sanos’, por lo general muchos más numerosos que los enfermos. Las hospitalidades diocesanas están afiliadas a la Hospitalidad Central de Nuestra Señora de Lourdes. En el mundo hay alrededor de 200 hospitalidades, de las cuales 50 son españolas.
¿Cómo ve la Hospitalidad de Zaragoza? Me ha sido siempre cercana, he tratado con las sucesivas juntas directivas, siempre acompañados por su consiliario José María Bordetas, con quien me une amistad. Una peculiaridad es que une dos santuarios muy importantes. Y, como español, tengo mucho cariño a la Virgen del Pilar, como patrona de España.
¿Milagros? Se habla mucho de milagros y, por lo general, se entienden como curaciones. No llegan al uno por ciento, hay ahora mismo setenta curaciones declaradas milagrosas. Pero hay muchas curaciones que no han llegado a ser consideradas milagro. Sin duda, el gran milagro de Lourdes es invisible, porque se trata de las curaciones espirituales. La acción de la gracia en las almas de los fieles por la peregrinación en sí misma y por los sacramentos, especialmente el de la penitencia. Todo contando con la intercesión de la Señora. El otro gran milagro del Santuario son los hospitalarios, por lo que representan, por su cuidado y atención a los enfermos.
¿La Señora? Sí, así llaman los peregrinos a la Virgen. Son costumbres, un poco de influencia del Notre Dame francés. Pero ella es la Señora… con una gran mayúscula.
¿Cuál es el mensaje de Lourdes para nuestro tiempo? Nos transmite el mensaje mismo del Evangelio. En palabras, es brevísimo: la Virgen nos pide la conversión, buscar el encuentro con el Señor, la oración y, principalmente, la oración por la conversión de los pecadores.
¿Cuál es el reto del día a día para las hospitalidades? El reto es mantener y profundizar en el sentido de la peregrinación. Y, en el aspecto más organizativo, mantener la continuidad tratando de encontrar el relevo de los jóvenes. Siempre he encontrado algo bueno en todas las hospitalidades. Es verdad que hay un descenso numérico, pero el mero hecho de que mantengan la continuidad es de alabar.
¿Otras peregrinaciones? Ahora vienen de todo el mundo, de Extremo Oriente. De Taiwan viene un colegio católico, pero cuyas alumnas no son todas católicas, pero es una verdadera peregrinación: todas rezan el padrenuestro, todas asisten a la misa, todas van a rezar a la gruta de un modo ejemplar.
¿Qué es lo que les impresiona del Santuario? La devoción al viacrucis y el sentido de los signos en Lourdes: el agua, la roca, la luz, los enfermos y quienes les acompañan. Y la multitud de peregrinos de todas las naciones. Sin quitar nada a las celebraciones litúrgicas. No hay más que abrir la gruta en internet. Las piscinas solo trabajan de día, pero si abrieran de noche seguirían trabajando. Y eso de que la Virgen nunca habló de bañarse. Ella dijo: “Vaya a beber y a lavarse en la fuente’.
Cuéntenos un milagro. Me escribió una vez un oblato canadiense para que le pudiera certificar el hecho de una curación que le habían contado de un enfermo durante la bendición del Santísimo. Llegó ante él el obispo con la custodia y él, que había estado pidiendo la curación, no sintió nada y, cuando se marchaba el obispo, dijo mirando a la custodia: “Se lo diré a tu madre”. Entonces el obispo volvió y le dio de nuevo la bendición. Entonces ese hombre se sintió distinto, se sintió curado. Y dijo: “Ahora sí se lo diré a tu madre”. Todos piden por la intercesión de la Virgen. No estaba en los archivos. El hecho, aunque no esté documentado, ilustra cómo acuden los enfermos. La mayor parte de los enfermos no piden la curación, piden saber ser buenos enfermos, tener paz, llevar bien la enfermedad. Muchos utilizan la expresión “venimos a cargar pilas”.