Sor María Cruz Erro, 60 años sirviendo a los enfermos

Ascen Lardiés
4 de julio de 2020

El próximo 12 de julio, la diócesis de Barbastro-Monzón celebrará el 60 aniversario de la profesión religiosa de sor María Cruz Erro Oroz, superiora de la comunidad de las Siervas de María de Barbastro. “Cuando fui a profesar, el 4 de julio de 1960, tenía una alegría interior que no sabría explicar, como un enamoramiento. No era porque las cosas me fueran bien o mal; yo me sentía alegre”, recuerda. Y hoy, después de seis décadas de servicio, esa alegría que salpica su conversación sigue intacta y “el amor ahora es más maduro”.

Navarra de nacimiento, conoció la labor de las ministras de los enfermos en el colegio apostólico que las Siervas de María tenían en Burlada y fue su labor asistencial lo primero que le atrajo. “Me gustaba lo que hacían. Pero sobre todo sentía interiormente la llamada de Dios. Me parece que Dios me llama, decía, y yo le pedía: ‘si es que me llamas, dame fuerza, valentía y perseverancia…’”

A la llamada respondió entrando en el noviciado a los 16 años, tomando el hábito con 17 y profesando a los 19, con las inquietudes de cualquier joven. “Me costaba mucho dejar a a mi familia, sobre todo a mi padre; mi madre había fallecido. Tenía una hermana teresiana que quería que fuera con ella… En el noviciado pensé que me costaría no salir de paseo, con mis amigas”, sonríe. Pero no fue así.

Su vocación le ha llevado a muchos destinos. De Burlada marchó a Sarriá, a Barcelona, donde la labor de asistencia nocturna a los enfermos le costaba “el sueño, pero ¡Dios me daba fuerzas!”. Y, si bien durante el noviciado ya había estudiado “lo imprescindible de enfermería, antes de la profesión perpetua, estudié ATS, que me gustó mucho. Era una ayuda más para los enfermos.” Esa labor estudiantil y de servicio, corrió paralela a los seis años de renovación de los votos temporales. “Cuando me tocaba renovar, la víspera hacíamos como un retiro, y ¡yo sentía una atracción por Jesús! Yo creo que Dios quiere que siga, pensaba”.

Y siguió, pidiendo fuerzas y volviendo de Sarriá a la casa de reposo de Burlada, a atender después el servicio de enfermería del colegio de Burlada, recalar por un tiempo en Barbastro y llegar a Valencia de superiora, “que no me gustaba, porque me gustaba más asistir”. Tras un breve periodo, en 2013 regresó a Barbastro, también como superiora de una comunidad muy querida, que ha pasado de 12 a ocho hermanas en la actualidad.

«Quitar el dolor íntimo es más complicado»

De su experiencia de acompañamiento de los enfermos, ha aprendido que es importante saber de enfermería, pero, sobre todo, saber acompañar en trances en los que escuchar o, simplemente estar, resulta también curativo. “A veces, acompañándolos, he pensado que no hago casi nada. Pero recuerdo a uno de ellos que me decía: saber que está usted aquí me tranquiliza, me serena; si puede venir más noches, venga, que le agradeceré. He aprendido la soledad de los enfermos que es tremenda, necesitan compañía, que se esté por ellos. Ahora el dolor se puede quitar pero el dolor íntimo es más complicado”.

La de sor María Cruz es una vida de atención a los enfermos, plena, que “no me esperaba. Le doy gracias a Dios y estoy contenta: Él me ha elegido y es una alegría grande”. Y reflexiona, evocando al papa Francisco, acerca de que no basta con dar la vocación sino hay que “hacerse presente, estar pendientes a ver lo qué nos pide Dios en cada momento, cada día, con una persona que no te agrada y a la que puedes sonreír, hacer bien. Eso a Dios le gusta y es a lo que tenemos que estar”.

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