Salmo 96
1 Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra;
2 cantad al Señor, bendecid su nombre, proclamad día tras día su victoria.
3 Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones;
4 porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
5 Pues los dioses de los gentiles no son nada,
mientras que el Señor ha hecho el cielo;
6 honor y majestad lo preceden, fuerza y esplendor están en su templo.
7 Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor;
8 aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.
9 Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda.
10 Decid a los pueblos: «El Señor es rey: él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente».
11 Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena;
12 vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque,
13 delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad.
INTRODUCCIÓN
Estamos ante un salmo antiguo que el pueblo cantaba en la celebración del Señor Dios como Rey Universal. La proclamación de la realeza del Señor es asociada a dos acontecimientos decisivos en la historia de la Salvación: la creación y el juicio. La creación establece la Naturaleza, el orden querido por Dios en su proyecto original (Gén 1-3). El juicio restablece en la historia el orden quebrantado por la injusticia. Ante la entrada del rey divino en la historia, el mundo estalla en un coro y en una danza cósmica. Diez y siete veces, en trece versos, se invita a alabar a Dios. La invitación va dirigida al pueblo, a todos los pueblos y naciones, a toda la tierra, a la naturaleza entera; a los cielos, al mar y sus criaturas; a los campos con sus frutos, a los árboles del bosque. Estamos ante un himno de júbilo que arranca de lo más hondo del corazón del hombre y se dirige al creador rey y juez supremo.
REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN DEL SALMO
«Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor toda la tierra»
El salmista nos invita a cantar un cántico nuevo. No se trata de una novedad cronológica respecto del pasado. Es novedad cualitativa. Quiere expresar lo inédito, lo irrepetible, lo nunca visto. Es una clara alusión al profeta Isaías: “Y ahora te revelo cosas nuevas, secretos que tú no conoces. Son cosas de hoy, no de ayer; hasta ahora no las escuchaste Así no podrás decir: ya me las sé” (Is 48,6-7).
¿Quién será capaz de cantar este cántico nuevo? Sólo aquel que tenga un corazón nuevo: «Amas y callas; pues bien, el amor es voz que se dirige a Dios y el mismo amor es el cántico nuevo»(San Agustín).
En los versículos anteriores el salmista ha invitado al pueblo a cantar. Ahora le invita a contar. Hay que contar, narrar, proclamar a todos los pueblos los portentos que Dios ha hecho en Israel. Este pueblo que ha tenido la suerte de creer en Yavé no ha encerrado la fe en su corazón y la ha guardado bajo llave. La ha afirmado con fervor a todas las naciones. Como María, la madre de Jesús, proclamó a los cuatro vientos lo que Dios había hecho en ella.
Los dioses de entonces y nuestros ídolos de ahora son todos de barro (v.5-6).
Los dioses son para el salmista ídolos sin poder y sin valor. El verdadero Dios ha hecho los cielos mientras que los dioses son hechura humana. «Su tierra está llena de ídolos: adoran a la obra de sus manos, a lo que hicieron con sus dedos» (Is 2,8).
Como un soberano tiene escolta y corte. La escolta es su honor y majestad. Su corte: la fuerza y el esplendor.
Nadie puede invitar a comer en la Mesa de Dios si antes él no se ha saciado de sus espléndidos manjares (v.7-8).
El salmista invita a todos los pueblos a la alabanza del Señor. Israel es un pueblo que ha gozado, ha disfrutado en la alabanza. Alabar a Dios ha sido su hermosa tarea. Y siempre que el pueblo ha salido de sí mismo, de sus intereses personales y
materialistas, y se ha dedicado a Dios, ha experimentado un gozo indescriptible. De ese gozo, de esa experiencia, quiere hacer partícipes a todos los pueblos. La triple invocación del nombre del Señor indica la urgencia de esta petición.
El hecho de traer ofrendas significa un acto de reconocimiento. Y nos preguntamos ¿qué tipo de ofrendas agradarán a Yavé? A esta pregunta nos contesta San Agustín: «¿Qué cosa hay que llevar entrando en los santos atrios? ¿llevaremos bueyes, cabras, ovejas? No, ciertamente. Pero como nos recomienda el salmo 51: llevaremos un corazón humilde. Si entran llenos de orgullo, entrarán vacíos».
Esta afluencia de paganos tributarios a Sión manifiesta el poder fascinante que ejerce la presencia de Dios en su templo.
La adoración, la alabanza, la glorificación son temas que debemos recuperar los cristianos (v.9-10).
El salmista no sólo invita a los pueblos a llevar ofrendas; incluso se atreve a postrarse, a hincar las rodillas ante Yavé. Es el acto supremo de reconocimiento como el verdadero Dios.
La alabanza, la glorificación, la adoración… son temas muy queridos por los salmistas. Tal vez nosotros debamos recuperar esos grandes temas de la honda espiritualidad veterotestamentaria. Temas que les hacían vibrar y entusiasmarse.
El versículo 10 es una síntesis del salmo: la realeza del Señor, su acción creadora y el gobierno justo universal.
El Pueblo de Dios sabe “contar” y “cantar” (v.11-12).
Después de haber invitado a los pueblos y a sus familias, ahora el salmista invita a todas las criaturas irracionales a cantar y alabar a Dios.
Invita al cielo, es decir, a todos los astros: el sol, la luna y las estrellas. Invita a la tierra: con sus hierbas, sus flores, sus frutos.
“Retumbe el mar”. El mugido del mar ¿es rebelde y amenazador, o es el lenguaje propio del mar para expresar su entusiasmo en armonía con cielos y tierra? El padre Luis Alonso Schokel dice que el contexto del salmo exige una lectura festiva. Sería una especie de voz baja en un coro polifónico.
El salmista invita a cantar a la creación entera, pero quiere que cada uno cante según su voz, su estilo, su carisma propio. Todos se sienten instrumentos en esta gran orquesta de la creación. y todos al unísono, bendicen y alaban a su Creador.
La fe necesita del aguijón de la esperanza ya incoada en este mundo (v.13).
Las exhortaciones hímnicas dan paso al v. 13: ¡Yavé viene! Según el contexto no ha de entenderse en sentido cultual sino en sentido escatológico. La teofanía irrumpe en el mundo de las naciones, en nuestra propia historia.
Toda la Escritura piensa que el creyente tiene una gran labor que hacer ante la parusía: no un simple aguardar que en el más allá se realice algún día lo que dice la fe, sino que puede contribuir con su vida de justicia y fidelidad a que en el más acá,
en la historia, irrumpa cuanto antes el reino de Dios, el orden nuevo, la sociedad sin clases, el día de todos.
Ésta es la colaboración que se le pide al creyente. Perder esta óptica cercana de la parusía es quitar de nuestra fe ese aguijón que necesita para mantenerse viva.
Es cierto que, a veces, nos desanimamos al no ver esa irrupción de Dios; esa sociedad de amor, justicia y paz en este mundo.
«También será posible, que esa inmensa mañana, ni tú ni yo ni el otro la lleguemos a ver. Pero habrá que forzada para que pueda ser» (Labordeta).
Al final se impondrá la sensatez y los hombres dejarán que se imponga el reinado de Dios (v 14).
En este nuestro mundo lleno de odios, guerras, injusticias, enemistades, la última palabra no la tendrá el enemigo. La última palabra se la reserva siempre Dios.
Dios tomará las riendas del poder y regirá el orbe con justicia. Llegará un día en que desaparecerán los violentos, los corruptos, los indeseables.
Llegará un día en el que reine Dios con su fidelidad. En él hay siempre una palabra que se cumple, que se hace realidad. El hombre es infiel a lo que dice. Sus palabras son pajas que se lleva el viento. Pero en Dios la palabra es más que palabra. Es suceso, es acontecimiento, es realidad. y porque Dios gobierna con fidelidad puede el hombre fiarse plenamente de él.
TRASPOSICIÓN CRISTIANA
Lc. 17,21: Jesús predicaba el Reino de Dios. Un reino donde es mejor compartir que poseer; servir que dominar; dar que recibir. Un reino donde se impone el amor, la justicia, la libertad y la paz. Ese reino no está fuera de nosotros sino en nuestro propio corazón.
Orígenes: «La adoración es el acto por el que se dirige a Dios con el ánimo de alabarte»
Santo Cura de Ars: «Vuestro corazón es pequeño pero la oración lo agranda y lo hace capaz de amar a Dios. La oración es una degustación anticipada del cielo, es un rebose del paraíso. Jamás nos deja sin alguna dulzura. Es una miel que desciende sobre el alma y lo endulza todo. Las penas se deshacen ante una oración bien hecha, como la nieve ante el sol».
El peregrino ruso: «Cuando yo oro interiormente, todo el mundo aparece bajo un aspecto maravilloso: árboles, hierbas, pájaros, tierra, aire, luz. Todas las cosas testimonian el amor de Dios al hombre. Y todas las cosas invitan al hombre a cantar la gloria del Señor».
ACTUALIZACIÓN
¿La religión, opio del pueblo?
La famosa frase de “La religión es el opio del pueblo” está tomada en realidad, como tantas otras, de Bruno Bauer (1809-1882), amigo personal de Marx”.
La religión sin compromiso serio, se puede convertir en “opio del pueblo”. La parusía o llegada del mundo futuro no hay que entenderlo como un esperar a que, en el más allá, se realice algún día lo que dice la fe. Nadie puede esperar en el “más allá” si este “más allá” no se realiza, de alguna manera, en el “más aca”. Es necesario que ya “aquí y ahora” irrumpa cuanto antes el Reino de Dios, el reino de la verdad, la justicia, la libertad y el amor. El nuevo orden, la nueva sociedad, la humanidad de hombres y mujeres unidos en fraternidad. El día de todos.
El Concilio Vaticano II nos advierte: “La espera de una tierra nueva no debe amortiguar sino más bien avivar la preocupación de perfeccionar esta tierra donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del siglo nuevo” (G.S. 39).
PREGUNTAS
1.- Estoy dispuesto a cantar siempre el cántico nuevo del amor? ¿O tengo todavía sin estrenar el mandamiento nuevo de Jesús?
2.- En la creación todas las criaturas cantan al Señor con voces distintas. ¿Sé respetar los distintos carismas de cada uno de los hermanos de mi grupo cristiano?
3.-Este salmo nos impulsa a invitar a los pueblos, a las naciones y a la creación entera a la alabanza, a la adoración de Dios. ¿Sé yo contagiar a otros este fervor y entusiasmo por Dios? Si no lo consigo, ¿a qué se debe?
ORACIÓN
«Cantad al Señor un cántico nuevo» _
Señor, a ti te va lo nuevo. Nosotros los humanos, nos topamos cada día con el muro de la vejez. Lo nuestro es lo cansado, lo aburrido, lo repetido. Lo tuyo es el estreno, la sorpresa, la novedad.
Tu palabra nos habla de un vino nuevo (Me 2,22), de un vestido nuevo (Le 15,22), una masa nueva (1 Cor 5,7), una alianza nueva (2Cor 3,6), una vida nueva (Rom 6,4), un cántico nuevo (Ap 5,9).
Cantar un cántico nuevo significa vivir en el amor. Es el amor lo único que no cansa, que no aburre, que no envejece. Se repiten las mismas palabras, se cantan los mismos versos, pero el tono siempre es nuevo, siempre es distinto.
“Alégrense el cielo, goce la tierra, retumbe el mar»
La alegría que canta el salmista comienza aquí en la tierra. De esta alegría participan las hierbas, los árboles, las flores, los frutos. De esta alegría participa el fuerte viento y la dulce brisa; el trueno y el relámpago; el aguacero y la lluvia suave que empapa la tierra y la fecunda.
La alegría llega hasta el cielo. Alcanza al sol, la luna y una pléyade inmensa de estrellas y galaxias. El mar, que en otras ocasiones es causa de miedo y de terror, ahora se estremece de júbilo. Todas las criaturas cantan: las del cielo, las de la tierra y la de los abismos. Pero cada uno tiene notas distintas. Entre todas se forma un concierto inefable, una melodía maravillosa.
Y yo, criatura racional, ¿qué hago en medio de esa polifonía cósmica? Dejo que la música penetre por todo mi ser; siento por dentro un estremecimiento y me pongo a aplaudir. Esa en mi mejor oración.
«Delante del Señor, que ya llega» _
Ven, Señor, y métete de lleno en nuestro mundo, en nuestra historia. Pon dentro de nosotros la espiga de una inquietud, el aguijón de nuestro compromiso.
ORACIÓN MIENTRAS DURA LA PANDEMIA.
Dios todopoderoso y eterno, refugio
en toda clase de peligro, a quien nos
dirigimos en nuestra angustia; te
pedimos con fe que mires
compasivamente nuestra aflicción,
concede descanso eterno a los que
han muerto por la pandemia del
«coronavirus», consuela a los que
lloran, sana a los enfermos, da paz a
los moribundos, fuerza a los
trabajadores sanitarios, sabiduría a
nuestros gobernantes y valentía para
llegar a todos con amor, glorificando
juntos tu santo nombre. Por JNS.
Amén.