TEMAS: #

¡Señor, qué grande eres y qué bello!

Raúl Romero López
18 de febrero de 2019

                   Salmo 8

(Descarga aquí en pdf el comentario completo)

                                                 2 ¡Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre

                                   en toda la tierra!

                                               3 De la  boca de los niños de pecho

                                   has sacado una alabanza contra tus enemigos,

                                   para reprimir al adversario y al rebelde.

                                               4 Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,

                                   la luna y las estrellas que has creado,

                                               5 ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él,

                                   el ser humano, para darle poder?

                                               6 Lo hiciste poco inferior a los ángeles,

                                   lo coronaste de gloria y dignidad;

                                               7 le diste el mando sobre las obras de tus manos,

                                   todo lo sometiste bajo sus pies:

                                               8 rebaños de ovejas y toros,

                                   y hasta las bestias del campo,

                                               9 las aves del cielo, los peces del mar,

                                   que trazan sendas por el mar.

                                               10 ¡Señor, dueño nuestro,

                                   qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

 

INTRODUCCION

 El Salmo ocho es un cántico de alabanza y reconocimiento al Dios Creador. El hombre se siente pequeño ante la grandeza de Dios. El salmo parece moverse entre las coordenadas de “grandeza-pequeñez”. Según el P. Alonso Schökel, al salmista le gusta jugar con una especie de saltos poéticos:

  • De los cielos inmensos – a los niños de pecho.
  • Del mundo sideral – al hombre minúsculo.
  • Del sometido a Dios – al que todo se le somete.

El salmista quiere dejar clara una cosa: la grandeza de la criatura está en razón directa de su relación con Dios. La criatura más excelente será el hombre por su inteligencia.

 

EXPLICACIÓN-REFLEXIÓN SOBRE EL CONTENIDO ESENCIAL DEL SALMO.

 “Señor, dueño nuestro, que admirable es tu nombre en toda la tierra”

 Aclamación al Nombre de Yavé. Para un judío el nombre es la persona, el ser. Para Israel, el Soberano es el Señor de la Creación. Cielos y tierra significan el universo entero.

La alabanza está llena de admiración y entusiasmo. Brota espontánea y está dirigida no a la creación, sino al Señor de la Creación. Ésta aparece como “teatro de la gloria de Dios” (Calvino).

El salmista está viendo la creación con ojos de fe: la mira, la contempla, vibra ante ella. Se convierte en un adorador, en un místico: “El cielo tan hermoso y puro que hace creer en Dios” (Musset).

Mientras el cuerpo del salmo está escrito en singular, hay una aclamación en plural al principio y al final. Se aprecian las palabras del solista y la aclamación de la Asamblea. Ésta, después del verso 2, tiende a cerrar la boca y entrar en silencio hasta que estalle en el estribillo final.

 

“De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza contra los enemigos”

 Según la costumbre, en Israel a los niños se les destetaba a los dos años. Es entonces cuando el niño comienza a soltar su lengua y balbucear palabras. Y es precisamente este balbuceo infantil, lleno de admiración y cariño, el lenguaje que agrada a Dios. “La sabiduría abre la boca de los mudos y suelta la lengua de los niños” (Sab 10, 21). “Señor, no sé hablar. Soy un muchacho” (Jer 1, 6). Aunque uno sea un adulto sabe que su boca es inadecuada para alabar al Señor. “Dios no necesita de la verborrea de los oradores. Dispone de la lengua muda de los niños” (Calvino).

Los niños son esos pequeños a quienes se les revela Dios (cfr. Mt 11, 25). Es esa actitud infantil del ser humano que descubre al mundo cada día con admiración y gozoso estupor. Milton, en el paraíso perdido, pone en boca de Adán despertando del sueño, esta bella frase: “Di un salto como si  mi intención fuera llegarme hasta Él”. En un mundo limpio y sin pecado, el hombre se encuentra con Dios de una manera gozosa y espontánea. No necesita creer en Dios: ¡Le ve!

 

¿Quiénes son los enemigos y rebeldes?

Siguiendo el Evangelio diríamos que son los “sabios y entendidos” es decir, los sabiondos, los que saben tanto que incluso se atreven a explicar el mundo sin Dios. La misma Palabra de Dios les dirá que son “vanos e inexcusables” pues, a partir de las cosas visibles, no fueron capaces de conocer a Aquel que es (Sab 13, 1). A éstos Dios no se les revela (Mt 11,25). “Dios lleva a cabo sus proezas sirviéndose de medios que, al parecer, son del todo insuficientes, a fin de que su poder resalte con tanta mayor claridad” (Gunkel).

 

“Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado… ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él?”

El salmista contempla el cielo tachonado de estrellas en una noche oriental. Y queda envuelto en silencio, en misterio, ante la serena belleza del firmamento.

 

“Obra de tus dedos”

 El salmista no dice “obra de tus manos”. Quiere dar a la creación un carácter artesanal. Es una tarea menuda, cariñosa de Dios. Un pasar y repasar los dedos modelando la forma de las estrellas, como si se tratara de vajilla o de joyas. Todos los astros son piezas de menuda artesanía. También los animales. ¿Y el hombre? Se supone, pues este salmo tiene una íntima relación con Gn 2, 7: “Modeló el Señor al hombre de arcilla de la tierra”. La creación no sólo es obra artesanal, sino obra musical. Dios pulsa sus dedos y la creación vibra como si se tratara de un arpa.

 

¿Qué es el hombre?

 Pregunta central en el salmo. Y ha sido provocada por una contemplación religiosa de la creación. Surge de una mirada trascendente. La pregunta sobre el hombre no debe hacerse desde una visión inmanente, mirándose el hombre a sí mismo, encorvado bajo su existencia. Sólo levantando su cabeza y trascendiéndose a sí mismo, encontrará la respuesta adecuada. El salmista está perdido en medio de una gran paradoja. Comparándose con ese mundo inmenso y maravilloso de astros, ¡qué pequeño es el hombre! Se siente como una gota de agua en el mar. Como un granito de arena en la playa.

Y, sin embargo, esta realidad tan pequeña es objeto de una atención especial y apasionada del Creador. Es el centro de la ocupación y preocupación de Dios. “Y yo, para alabarte, Dios de los soles, ¿quién soy? Átomo en la inmensidad; minuto en la eternidad. Sombra que pasa y no ha sido más. ¿Puedes Tú entenderme sin prodigio? ¡Ah! El prodigio es tu bondad” (Lamartine). “Muchas cosas majestuosas viven. Pero nada más majestuoso que el hombre”. (Sófocles, Antígona)

 

¿Qué es el hombre?

Ya por el hecho de preguntar está dando la respuesta. Sólo el hombre es el ser capaz de hacer preguntas. Los seres inanimados no preguntan. Los animales tampoco. Sólo el hombre tiene facultad de levantar los ojos, de ir erguido, de mirar hacia arriba y preguntar por tanta grandeza y tanta belleza. El hombre es el cantor, el sacerdote y liturgo de la creación. “Es el hombre el que transforma en alabanza consciente, amorosa, la belleza y el orden armónico del cosmos” (Mannati). Si el hombre no prestara su voz, su corazón, su voluntad, cesarían los aplausos y en el universo sólo cundiría un desolado silencio.

 

“Lo coronaste de gloria y dignidad…, todo lo sometiste bajo sus pies”

A este hombre Dios le hace virrey del universo. Con este hombre Dios

se desposa y le pone la corona (Is 62, 4-5). El dominio sobre lo creado no conoce límites. Su pie está:

  • Sobre rebaños y ovejas.
  • Sobre lo más difícil de dominar: fieras y bestias.
  • Sobre los peces del mar.
  • Sobre las aves del cielo.

Este hombre no es aquel que destaca sobre sus semejantes. Es “el hombre”. Es todo hombre: sea rico o pobre; hombre o mujer; adulto o niño…La dignidad le viene por el hecho de ser hombre, por hijo de Dios.

 

“¡Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!”

Ahora, la asamblea que ha estado silenciosa, recogida, emocionada, llenándose de admiración y asombro, estalla en una alabanza. Con las mismas palabras del estribillo del comienzo ahora dice cosas nuevas y distintas. Y agradece a Dios con fervor todo lo que ha hecho en el hombre y para el hombre. En realidad la pregunta del salmista sobre el hombre queda abierta.

 

TRASPOSICIÓN CRISTIANA.

 ¿Qué es el hombre? El hombre ideal, el hombre perfecto será JESÚS DE NAZARET. “El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo Encarnado” (GS 22).

Para Jesús no existe una naturaleza muerta. Su Padre es “el Señor del cielo y de la tierra” (Mt. 11, 25). Jesús ha disfrutado como nadie en el Naturaleza porque en todo, aún en lo más pequeño, ha descubierto la huella de amor de su Padre:” Mirad…contemplad…las aves del cielo…los lirios del campo”…(Mt. 6,26-29).

Hay que leer el cántico espiritual de San Juan de la Cruz en clave cristológica: “Mil gracias derramando, pasó por estos sotos con presura, y yéndolos mirando, con sola su figura, vestidos los dejo de su hermosura”. (5).

“¡Cómo habéis hecho de bella la noche, Dios mío! ¿Y cómo puede haber hombres que duden de Ti bajo las estrellas? Hermano, por encima de la tienda estrellada debe habitar un buen Padre”.(Schiller)

 «Es necesario que las estrellas tengan a su alrededor bastante espacio para proceder a sus genuflexiones”. (Ramuz)

«Este pequeño salmo se presta a ser aprendido de memoria, para ser como una flauta que toca a voluntad a fin de darse a sí mismo un minuto de alegría y a Dios un poco de honor”.

(G. Garrone).

“No sé qué admirar más en Dios si su poder o su fantasía”  (P. Alonso Schökel).

 

ACTUALIZACIÓN DEL SALMO.

Este salmo es muy actual por las preferencias del mundo de hoy con la Naturaleza. Nunca un Papa había dedicado una Encíclica sobre ecología. “Laudato Si” es la respuesta de la Iglesia a las sensibilidades de nuestro tiempo.  El Papa Francisco trata este tema con preocupación y con verdadero cariño.

“Nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos”. Atacar a la Naturaleza es grave como pegar a nuestra propia madre.

Una de las razones por las que eligió el nombre de Francisco fue por la simpatía que ejerce sobre él este gran santo.

 No es suficiente la afición del hombre de hoy por la Naturaleza. Todos estamos llamados a trabajar por conservarla.

Pero no es lo mismo la visita a la Naturaleza de un “ecologista” a la de un creyente. El primero puede incluso necesitarla para “ensanchar sus pulmones” afectados por el aire  contaminado de la ciudad. El creyente la disfruta al considerarla como un bonito regalo del Padre Dios para sus hijos.

 “San Francisco, fiel a la Escritura, nos propone reconocer la naturaleza como un espléndido libro en el cual Dios nos habla y nos refleja algo de su hermosura y de su bondad”. Papa Francisco.

Y tal vez en este salmo donde aparece la grandeza del hombre, haya que tener en cuenta  las palabras de un gran autor francés: G. de Larigaudi:”Nosotros no entendemos nada de nada. Hay tanto misterio en el crecimiento de un grano de trigo como en el movimiento de las estrellas. Pero sabemos bien que nosotros somos los únicos capaces de amar; y por eso mismo hay que decir que el menor de los hombres  es más grande que todos los mundos reunidos”.

 

PREGUNTAS.

 1.- ¿Me gusta encontrarme con Dios en la naturaleza? ¿Tengo experiencias de rezar en la noche?

2.-En el salmo hay momentos en que entra en acción la Asamblea que estalla en un grito de alabanza al Creador. ¿Vivo en mi grupo cristiano, en mi comunidad, «momentos fuertes” de fe intensa y entusiasta?

3.- En este salmo, el hombre adquiere su grandeza en relación con Dios, su Creador. El hombre moderno, desde la increencia, intenta aparcar a Dios de su vida. Como creyente, ¿me preocupa este fenómeno? ¿A qué me compromete?

 

ORACIÓN.

 “Señor,… qué admirable es tu nombre”

Señor, hoy no quiero fatigar mi mente pensando en Ti, reflexionando sobre Ti. Quiero en reposo bañarme en tu luz, teñirme de colores y empaparme en tu inmensa grandeza. Quiero quedar extasiado ante las maravillas de tu Creación. Y con los balbuceos de un niño que no sabe hablar, quiero expresarte mi admiración y mi ternura.

 

“Cuando contemplo el cielo obra de tus dedos”

 Dios mío, no quiero ver el cielo y la tierra como obra de tus manos. Son demasiado grandes y no pueden trabajar lo diminuto. Quiero contemplar todas tus maravillas como “obra de tus dedos”. Así toda creación aparece como obra delicada, menuda, fina, artesanal. Toda una filigrana de arte. Todo un poema de amor.

 

¿Qué es el hombre?

 El hombre es una paradoja. Comparado con la inmensidad de los astros es un ser pequeño, apenas perceptible. Un granito   de arena, una gotita de agua en el mar. Y, sin embargo, es el único ser en toda la Creación que puede preguntarse por tanta grandeza y tanta belleza. Es el único ser a quien Dios confía el dominio de todas las cosas de los cielos, la tierra y los abismos.

Dios mío, cuando Tú inspirabas este salmo la pregunta sobre el hombre no la dejabas cerrada, sino abierta. El hombre, el hombre perfecto, el hombre por antonomasia, el verdadero hombre sería tu Hijo Jesucristo. En Él has puesto tu mirada y es el objeto de tu complacencia; de Él has recibido una alabanza de tu agrado; y a Él le has dado un Nombre sobre todo nombre y ante Él se arrodilla toda criatura en el cielo y en la tierra. Él es el Cristo, el Señor. ¡Eh ahí el hombre!

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