Sé sufrir por Dios. ¿Cuándo voy a saber disfrutar de Él?

Raúl Romero López
27 de mayo de 2019

Salmo 23

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 El Señor es mi pastor,

nada me falta:

2 en verdes praderas me hace recostar;

me conduce hacia fuentes tranquilas

3 y repara mis fuerzas;

me guía por el sendero justo,

por el honor de su nombre.

4 Aunque camine por cañadas oscuras,

nada temo, porque tú vas conmigo:

tu vara y cayado me sosiegan.

5 Preparas una mesa ante mí

enfrente de mis enemigos;

me unges la cabeza con perfume,

y mi copa rebosa.

6 Tu bondad y tu misericordia me acompañan

todos los días de mi vida,

y habitaré en la casa del Señor

por años sin término

 

INTRODUCCIÓN

 Estamos ante uno de los salmos más bellos del salterio. Ha sido muy comentado por los Padres de la Iglesia, especialmente en las catequesis sacramentales. Es también muy apreciado por los autores de espiritualidad.

“Uno de los más graciosos idilios religiosos… semejante a un fresco riachuelo que se desliza sobre la arena dorada por un rayo de sol” (Brillet).

 

DOS IMÁGENES: La del Pastor y la del Anfitrión.

Dos imágenes que recorren la larga experiencia del pueblo de Dios. Al salir de Egipto, el Señor guía al pueblo por el desierto como a un rebaño dándole agua, comida y reposo. Al llegar a la tierra prometida, el Señor los recibe como huéspedes en su territorio. El mismo es el anfitrión.

Al rezar este salmo, uno hace suyas estas ricas experiencias, no por el camino de la reflexión, sino de la contemplación; de la oración silenciosa, reposada, profunda y gozosa. Así el gran río de la experiencia del Pueblo se remansa en mi pequeña historia personal inundándola de fe.

 

PRIMERA PARTE: DIOS COMO PASTOR.

 

Tres sensaciones: A) Plenitud. B) Bienestar. C. Seguridad.

 

  1. Sensación de Plenitud. “Nada me falta” (1)

 

El Señor no es un pastor cualquiera. “Es mi pastor” denota intimidad, confianza, relación personal. El primer versículo ya crea un clima. “Nada me falta”. Sensación de plenitud. Frente a la experiencia constante y diaria de que todo se me queda corto, nada me llena, nada me satisface…, el salmista siente una experiencia de plenitud. Dios le llena de tal manera que no necesita más.  Llena todos los poros de su ser; hasta las fibras más íntimas y profundas.

Es la sensación que sentiría María ante las palabras del ángel: “Llena eres de gracia” (Lc 1,28). A partir de ahora el salmo avanza, a través de imágenes vivas, cercanas, sugerentes… hasta desembocar en un mar de intensa y profunda emoción.

 

  1. Sensación de Bienestar “En verdes praderas me hace recostar» (2)

 

A la sensación de plenitud sigue una grata experiencia de bienestar. Después de un camino árido, seco, polvoriento en el que se han cansado los pies de caminar y los ojos de mirar, la mera contemplación de una pradera llena de verdor, relaja y tonifica.

En Palestina son raros los pastos verdes. Están perdidos entre las estepas desnudas y colinas rocosas. El encuentro con la hierba es emocionante.

La vista se relaja, se recrea. Pero la hierba no sólo se le ofrece para que la disfrute con los ojos, sino con todo el cuerpo. Todos recordamos experiencias de tumbarse en la hierba. La tierra se torna maternal. Es la madre tierra la que me ofrece su regazo acogedor. Y esa tierra maternal es Dios. Orar es descansar en Dios.

“Me conduce hacia fuentes tranquilas” (2)

El encuentro con el agua en un país tan desértico no deja de ser un acontecimiento. No sólo te quita la sed tras la caminata, sino que te devuelve el respiro y las fuerzas desgastadas por la deshidratación de los tejidos. “Aguas tranquilas” para distinguirlas de las aguas torrenciales, propensas a desbordamientos inesperados…, aguas peligrosas que dan miedo. Aquí el agua es tranquila. Brota de un manantial y se remansa en una balsa transparente. El agua no sólo nos entra por la boca, la garganta, sino por toda la piel. Yo me puedo bañar en ella. Dios aparece, de nuevo, como experiencia gratificante. “En Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,28).

 

  1. C. Sensación de seguridad. “Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan” (4)

La cañada oscura es el fondo del valle con sus oscuridades y peligros. En la búsqueda de buenas praderas, el rebaño atraviesa oscuras quebradas. Cuando cae la noche viene el azoramiento y la desorientación de las ovejas. Pero hay algo que da sosiego y serenidad en la noche: el golpe seco del cayado del pastor. Ese golpe rítmico sobre las piedras habla de una presencia conocida; las ovejas se tranquilizan.

“Porque tú vas conmigo”

Hasta aquí, el salmista ha ido preparando nuestro corazón para la emoción intensa y profunda. Notemos que siempre ha hablado en tercera persona, en forma narrativa. Ahora el salmista hace un quiebro y se pasa a la segunda persona: “¡Porque tú vas conmigo!” Es una exclamación jubilosa. Ese Dios sobre el que ha ido reflexionando a gusto, ahora lo siente vivo, íntimo, personal. Y le desborda el corazón de alegría…

 

SEGUNDA PARTE. DIOS COMO ANFITRIÓN

 

 “Preparas una mesa ante mí enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa” (5)

El salmista, al sentirse perseguido, acude a la tienda del jeque y éste le brinda una espléndida hospitalidad. No se limita a darle cobijo, sino que se deshace en detalles: manjares abundantes, rica comida, perfumes exquisitos. Este anfitrión es distinto de todos los demás. Este anfitrión es Dios que nos desborda con su amor. “Tú no me has privado ni un instante de tu favor, mi alma se deleita con la locura de tus ternuras” (Himno de Qumrán).

 

“Enfrente de mis enemigos”

Los enemigos llegan hasta el umbral de la tienda y al ver al huésped tratado de esa manera, comprenden que goza de una gran familiaridad con el jeque. Y, por la misma ley de hospitalidad, le dejan, se retiran…

 

“Mi copa rebosa”

La copa rebosando es signo de plenitud. “Les das a beber en el torrente de tus delicias” (Sal 36, 9). El corazón humano, hecho a la medida de Dios, sólo puede saciarse en Él. “El alma humana puede llenarse de muchas cosas; pero rebosar sólo en Dios” (S. Bernardo).

 

¿Y EL REGRESO?

 

 «Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida”.

Cuando el viajero ha comido y se ha servido, debe seguir su camino. El anfitrión ha de acompañar al huésped, “hasta que haya salido de su vientre la sal que ha comido”. La compañía aquí va más lejos:”todos los días de la vida”. Y el jeque le va a ofrecer una escolta para que le acompañe. ¿Cuál es esa escolta? “La bondad y la lealtad”. Son cualidades propias de Dios. Esta es la escolta que acompaña al creyente durante la vida hasta que llegue definitivamente a la casa del Señor.

 

“Y habitaré en la casa del Señor”

Los autores hablan de dos versiones diferentes. Si se usa el verbo jasaba hay que traducir: habitaré. Y es la intensa aspiración del buen israelita de querer permanecer en el Templo, cerca del Señor. “Una cosa pido al Señor: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida” (Sal 27,4).

Si se usa el verbo wesabti hay que traducir: retornaré. Y significa la esperanza de retornar, de volver a tener la experiencia de bienestar y paz que ha vivido. El salmista va a la vida, a los problemas, a las preocupaciones, pero le da ánimo el deseo de volver.

 

“Por años sin término»

En esta época no se conoce el “más allá”. Se cree que todo termina en el Seol. Pero, después de esta experiencia tan fuerte de Dios, está convencido de que Dios no le puede abandonar. Si no existe el más allá Dios se lo inventará. Deja al amor la última palabra.

 

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

 

El primero que cumple las enseñanzas de este salmo es el propio Jesucristo. “Él es el buen Pastor” (Jn. 10,11). Este buen Pastor “guía”, “apacienta”, “defiende”, “llama”, “conoce”, “acompaña a pasar la cañada oscura”.

 

El pastor diferente.

Diferente porque al que tienen que temer las ovejas es al pastor que se aprovecha de ellas, que las engorda para matar y sacar buenos dineros. Naturalmente, decimos, es el negocio. Pues, justamente ahí está la diferencia: Jesús sólo se preocupa de dar la vida a las ovejas hasta desprenderse de la suya por ellas.

Este salmo ha sido muy usado por los Santos Padres en las grandes Catequesis Sacramentales. Se ha acudido a él para hablar de:

  • aguas tranquilas del Bautismo.
  • óleo que repara fuerzas en la Confirmación.
  • “Mesa y copa rebosante” de la Eucaristía.
  • “Unción” que sana al enfermo en su espíritu y en su cuerpo.

Otros testimonios cristianos.

“Cristo camina delante, como pastor, y va trazando el camino, de modo que la oveja pisa donde él antes ha pisado; después invitará a sus amigos a su mesa” (Orígenes).

“La unción es el sello o marca de la consagración a Dios, como la marca de las ovejas que las protege de ser robadas” (Gregorio de Nisa).

¡Qué felices somos por estar en las manos de un pastor como éste! El busca nuestro verdadero bien y sabe darnos en todo momento el alimento necesario” (Carlos de Foucauld).

 

ACTUALIZACIÓN.

 

Un salmo especialmente apto para el hombre de hoy que está profundamente estresado. Las ovejas están en el prado plácidamente pastando bajo la mirada del pastor. No se preocupa del mañana.  Este hombre de hoy que va perdiendo su capacidad de soledad, de silencio, de encuentro consigo mismo, de paz del corazón.

“El salmo veintitrés es el ruiseñor de los salmos: pequeño y con un plumaje ordinario; que canta tímidamente en la sombra, pero su canto ha llenado el mundo entero con una preciosa melodía; más bella no se puede concebir. Bendito el día en que nació este salmo, pues ha calmado, él sólo, más dolor que toda la filosofía del mundo” (H. W. Becher).

“He leído montones de libros y ninguno me ha dado tanta luz y me ha confortado tanto como los versos de este salmo: el Señor es mi pastor…aunque pase por cañadas oscuras nada temo porque tú vas conmigo” (H. Bergson).

“Se meten estas frases en mí sin dificultad: veré al pastor. Veré al valle de la sombra de la muerte; veré la mesa preparada para el banquete. Es como el evangelio en pequeño. Cuántas veces, en horas de angustia, me he acordado del bastón confortante que evita el peligro. Cada día recitaré este pequeño poema poético del cual no se agotan jamás sus riquezas” (Julien Green).

“Cuando Dios toca la flauta no hay ningún punto en el redil que sea capaz de retener el rebaño” (P. Claudel).

 

PREGUNTAS

 

  1. ¿Es realmente Dios el único pastor de mi vida? ¿Sé acudir a él en momentos de dificultad o de oscuridad? ¿Sé estar a solas con él y gozar de su presencia?
  2. ¿Hay en mi comunidad cristiana: alegría, paz, sosiego? ¿O vive turbada y con sobresaltos?
  3. ¿Soy fuente para tanta gente sedienta? ¿Soy seguridad para tanta gente insegura? ¿Soy remanso de paz para tanta gente turbada? Y si no soy eso, ¿qué soy?

 

ORACIÓN

 

“El Señor es mi pastor, nada me falta”

Señor, hoy quiero rezar sin prisas, sin horarios, sin sobresaltos ni preocupaciones. Hoy quiero gozar de tu presencia como goza la oveja en el prado bajo la mirada cariñosa del pastor. Y quiero sentir la grata experiencia de que, estando contigo, lo tengo todo. De que, estando a tu lado, no necesito de nada. Tú sólo me bastas.

 

“Me conduce hacia fuentes tranquilas”

Por el hecho de ser persona tengo sed. Tengo mucha sed. Sed de libertad, de ternura, de felicidad. A veces esta sed me atormenta y me lanza hasta el mismo umbral de la muerte: Me muero de sed. Muchas veces me he ido a saciar mi sed en las aguas torrenciales y turbulentas del mundo y, en vez de quitarme la sed, me la han hecho más ardiente, más abrasadora. Señor, Tú sólo puedes calmar mi sed. Tú sólo puedes darme un agua viva que salta hasta la vida eterna. Dame siempre de esta agua.

 

“Aunque pase por cañadas oscuras, nada temo porque tú vas conmigo”

Señor, hay muchos momentos en mi vida en que tengo miedo: miedo a los demás, miedo a mí mismo, miedo al futuro. Miedo a morir. Sí, tengo miedo a pasar “por esa cañada oscura de la muerte”.

Pero hoy he descubierto que tú quitas todos los miedos, incluso el miedo a la muerte. Tú siempre nos acompañas como buen pastor. Nunca nos dejas solos. Gracias por la calma y la paz que pones en mi corazón. Gracias por la alegría que me haces sentir por dentro. Gracias porque eres mi sosiego y mi descanso.

 

“Y habitaré en la casa del Señor por años sin término”

Tú no hablas de una felicidad sólo para el más acá sino también para el más allá. Tú quieres darnos tu propia felicidad, la que tú tienes en el cielo. Tú ya no sabrías vivir feliz tú sólo. Tu felicidad consiste en hacernos felices para siempre. ¡Gracias, Señor!

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