Después de Reyes celebramos otras fiestas, fuera ya del ciclo de la Navidad, pero plenamente invernales. En ellas no suele faltar el fuego. Nos referimos a las fiestas de los santos barbudos, san Antón, San Sebastián y San Pablo Ermitaño.
San Antonio Abad se celebra el 17 de enero. En muchos sitios, ese día se bendicen los animales domésticos. Antaño se hacía lo propio con las caballerías y otros animales de labor. En algunos lugares lo hacían en la puerta de las iglesias, en otros en una plaza o era aparente y en otros, haciendo dar varias vueltas alrededor del templo.
San Sebastián, que se celebra el 20 de enero, es santo de hogueras. En multitud de pueblos se realizaban y aún se realizan hogueras durante la noche del 19 al 20. Es protector contra la peste y las epidemias.
Además de éstos, a finales enero, es frecuente recordar y festejar a san Fructuoso (día 21), san Vicente (día 22). San Babil (día 24) y san Policarpo (día 26) y san Valero (día 29).
El 31 de enero – 1 de febrero se celebraba, o se celebra, el festival celta conocido como Oimelc. Es la fecha intermedia entre el solsticio de invierno y el equinocio de primavera. En otras tierras festejan más a santa Brígida. Aquí lo hacemos a la Presentación del Señor, o la Candelaria, San Blas y Santa Águeda.
El 2 de febrero se bendicen candelas durante la misa. Al día siguiente, el 3, recordamos y festejamos a san Blas, obispo mártir de Sebaste, en Armenia, y abogado contra los males de garganta. El día 5 conmemoramos a santa Águeda, patrona de las mujeres y abogada de sus enfermedades y males. En algunos sitios se bendicen dulces y productos de repostería.
Y otras fiestas de febrero, aunque ya descolgadas de las anteriores son santa Elena (día 7), san Guillermo eremita y santa Eulalia (día 11), que coincide con Nuestra Señora de Lourdes y san Valentín (día 14). Y ya, enseguida, casi sin pensar vienen los carnavales, el Miércoles de Ceniza y el largo camino cuaresmal que termina en la Semana Santa y la Pascua.