San Ramón, seña de identidad de la Diócesis de Barbastro-Monzón

Ascen Lardiés
21 de junio de 2023

San Ramón fue un obispo no al uso de lo que eran los obispos en aquel momento, el siglo XII, un prelado de marcada personalidad en cuanto a lo que quería, lo que estaba bien hacer y lo que no estaba bien hacer. Actuó siempre sin imponer, siempre por la vía del derecho, intentando hacer las cosas de forma correcta. Segundo obispo de Roda-Barbastro, recorrió toda la diócesis restableciendo el culto, promovió las artes y sus reliquias pronto se convirtieron en objeto de culto y seña de identidad territorial.

María Puértolas, subdirectora del Museo Diocesano de Barbastro-Monzón, resalta su labor de pastor diocesano y su «gusto artístico exquisito. Solo hay que echar un vistazo a todo lo que conservamos, afortunadamente, de él. Pese a todo lo que se ha perdido o expoliado, lo que queda nos da idea de su sensibilidad artística. Es un lujo descubrir obras maestras de la historia del arte que están conservadas en la Catedral de Roda y que son un tesoro». Un tesoro, como su ajuar litúrgico, único en el corpus epigráfico medieval hispano porque incorpora como parte central de su decoración una banda en tapicería con la inscripción árabe más larga que se conserva.

Pero, sobre todo, explica «que este obispo ha sido la seña de identidad de esta diócesis al que recurrentemente se ha acudido cuando los cimientos se tambaleaban. Como una veleta, como el eje vertebrador que recuerda que estamos aquí, procedemos de aquí. Al final es el patrón de toda la diócesis, es el patrón también de la ciudad de Barbastro». Una presencia destacada en la parte inferior del retablo central de la Catedral de Barbastro, en el que destacan las tallas en alabastro de san Poncio y san Ramón, los primeros que ocuparon la sede episcopal, a modo de pilares de la iglesia diocesana.

San Ramón, nacido en Durban (Francia), de esmerada educación y vasta cultura, fue prior del monasterio de San Sernin de Toulouse. Fue un hombre muy alto para la época: sus vestiduras apuntan a 1,80 m. y un físico no excesivamente corpulento, como atestigua el estudio antropológico de los restos que se conservan dentro de la Catedral de Roda. Cuando llega al Alto Aragón, se encuentra con una diócesis complicada, recién nacida, bastante desestructurada y su objetivo es restablecer el culto, para lo que fomenta la construcción de templos y realiza numerosas consagraciones: desde Santa María de Alaón -de la que este año se conmemora el 900 aniversario- hasta la de San Román de Castro pasando por Benabarre y, por supuesto, Roda de Isábena.

Este singular obispo se vuelca en la ayuda y el consuelo, dando ejemplo con su aceptación de la diversidad. «No olvidemos que en ese momento Barbastro era una ciudad con muchos credos y muy empobrecida, entonces él se dedica a precisamente a esa labor de ayudar a todos, a todos los que lo necesitaban» señala Puértolas. Apenas 12 años después de su muerte en 1126, el canónigo Elías, a instancias de un obispo de Roda, el obispo Alfredo, escribe la vida de san Ramón reconocido como santo casi de forma automática. Su milagro más destacado fue quizá lograr que el rey Alfonso el Batallador se arrepintiera de su expulsión de la sede episcopal, rememorada cada año con el encendido de hogueras en la ciudad de Barbastro.

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