Sagrada Familia y curas

Carlos Escribano Subías
27 de diciembre de 2020

Las celebraciones litúrgicas de la Navidad nos presentan la fiesta de la Sagrada Familia. La Virgen María y san José acogen al Niño Dios y lo presentan a la humanidad con sencillez y con determinación. Este año la fiesta de la Sagrada Familia se ve enriquecida con la propuesta hecha por el papa Francisco al promulgar un año santo en honor de san José, con motivo del 150 aniversario de su proclamación como patrón de la Iglesia católica. Lo ha hecho regalándonos la carta apostólica Patris corde, un texto lleno de ternura, una invitación a contemplar la figura de san José, de la que todos podremos sacar lecciones en nuestra relación con el Señor y para nuestra vida cristiana.

Estas fiestas navideñas, que la pandemia nos está obligando a celebrarlas de modo distinto a años anteriores, quizá por la separación no deseada de nuestros seres queridos nos hace valorar con más intensidad el valor de la familia, el amor mutuo que nos tenemos y la importancia de la misma para nuestra vida personal y social.

Esa experiencia de familia la estoy viviendo también en estas primeras semanas al servicio de la diócesis de Zaragoza. Las lógicas restricciones sanitarias condicionan el poder estar con distintas comunidades cristianas con la normalidad que sería deseable. Eso ha favorecido que el primer contacto con las mismas pueda hacerlo con los sacerdotes de las parroquias y, a través de su testimonio, puedo, en primera instancia, aproximarme a las comunidades en las que ellos están.

Es un modo distinto de acercarme a la gran familia de la archidiócesis de Zaragoza que poco a poco, esperemos, se irá normalizando. Pero está resultando un modo interesante y para mi muy instructivo de poder ir tomando el pulso de nuevo a esta histórica Archidiócesis. En estos diálogos con los sacerdotes, estoy encontrando, en muchos casos,  dedicación y cariño hacia la gente, ganas de evangelizar a pesar de las dificultades derivadas de la pandemia y anhelo de encontrar nuevos caminos a la hora de proponer el Evangelio en nuestra Zaragoza de hoy. Presente y futuro se combinan para vencer la tentación del desánimo que podría ser nocivo y paralizante.

Y vuelvo a la Sagrada Familia de Nazaret. También ellos encontraron dificultades y en ocasiones muy duras. Pero permanecieron unidos y con el corazón puesto en Dios fueron afrontando esas dificultades y propusieron el mensaje de salvación a la humanidad. Ese también es el reto de nuestra familia diocesana. Ser conscientes de nuestras dificultades, pero con la confianza de la presencia del Espíritu Santo entre nosotros, ir dando respuesta a este momento de la historia con la esperanza de que también ahora mucha gente pueda conocer el amor de Dios. Y en eso estamos.

Feliz día de la Sagrada Familia.

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