Salmo 127
1 Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.
2 Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
3 La herencia que da el Señor son los hijos;
su salario, el fruto del vientre:
4 son saetas en manos de un guerrero
los hijos de la juventud;
5 dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.
INTRODUCCIÓN
El salmo 127, de corte sapiencial, canta la necesidad de la ayuda de Dios para dar eficacia a toda actividad humana: personal, familiar y social. El salmista es un sabio que busca reforzar con su poema la actitud de los justos. Con lenguaje sencillo e imágenes cercanas, hace comprender que no son los afamados de este mundo, sino los amados de Yavé los que, al fin, ven sus obras coronadas con el éxito. En un primer momento, el salmo pudo ser el canto que los amigos y vecinos entonaban en la casa de quien había tenido un hijo. Posteriormente se trataba de mantener la fe en el pueblo ante el hecho de la despoblación. Dios daría a Sión, símbolo del país, la gracia incomparable de la fecundidad y, por lo mismo, de la pervivencia. Yavé actúa constantemente, de manera personal, en la vida de los hombres. Él es el único Señor que crea la vida y la conserva. Todos los esfuerzos y preocupaciones del hombre, que se realizan al margen de él, son vanos.
REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN SOBDE EL MENSAJE ESENCIAL DEL SALMO
Para avanzar en mi camino de fe, me tengo que topar con el muro de mi propia pobreza interior (v. 1).
Edificar una casa incluye también la creación de una familia. La repetición de “en vano” por tres veces, indica lo totalmente inútil del esfuerzo humano al margen de Dios.
“No digas: Con mis propias manos he conseguido todo esto. Acuérdate del Señor, tu Dios: Él es el que te ha dado fuerza para adquirir esa riqueza” (Dt 8,17-18). Yavé no sólo construye, sino que es también el que protege y cuida la ciudad. Ya pueden multiplicarse los guardias y los centinelas. Sin la actuación de Dios, la ciudad está expuesta al saqueo y a la ruina.
Aquí es la propia experiencia de la fe histórica del israelita la que habla. El pueblo ha sufrido esta desgracia en su propia carne. En nuestra llamada vida espiritual, Dios permite que, de vez en cuando, nos topemos contra el muro de nuestra propia impotencia. Sólo entonces caemos en la cuenta de las palabras de Jesús: “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5). Sin una experiencia de pobreza interior, no es posible avanzar en el seguimiento de Cristo.
Mientras yo duermo, hay un Centinela que vigila mis sueños (v. 2).
El salmista no pretende premiar la vagancia o la ociosidad. El salmista critica el afán desmedido en el trabajo y el que se realiza desde antes de amanecer hasta después de ponerse el sol. Un trabajo que se hace con esfuerzo y sin descanso. Y, sobre todo, un trabajo que se efectúa sin contar con Dios.
¡Como si todo dependiera del hombre!… Quizás la mejor explicación de este versículo la tengamos en el propio evangelio: “Sucede con el reino de Dios lo que con el grano que un hombre echa en tierra. Duerma o vele, de noche o de día, el grano germina y crece, sin que él sepa cómo” (Mc 4,26- 27).
El agricultor ha trabajado la tierra y ha depositado la semilla en el campo. Después no se ha quedado allí para vigilarla. Se va a su casa y se duerme tranquilo. La semilla crece sola.
El día más rentable para un agricultor es el día de lluvia, es decir, el día que él no hace nada en el campo. El mejor jornal lo consigue tomando tranquilamente café en el bar del pueblo.
Y, cuando la planta ya está alta, el campesino no va a tirar de ella para que crezca antes. La planta crece bajo la caricia del agua, del aire y del sol, es decir, bajo la caricia de Dios. La planta crece sin que el campesino sepa cómo. Es el misterio de la naturaleza que exige del hombre, además de su trabajo, una actitud contemplativa.
Los hijos son un precioso regalo de Dios (v. 3).
Los hijos son de Dios. Sólo Dios los puede dar. Así Abrahán se queja a Dios: “No me has dado un hijo, y un criado de casa me heredará” (Gen 15,3). Dios le promete: “Te daré un hijo” (Gen 17,16). Los padres colaboran con Dios en la obra de la creación y gozan de una especial bendición divina: “Y los creó a los hombres a su imagen; a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo diciéndoles: creced y multiplicaos” (Gen 1,27-28).
Por la fecundidad los padres transmiten a sus hijos la imagen de Dios. Cada hijo que nace es un icono de Dios. En cada hijo Dios entrega algo de sí mismo. “Cuando nace un niño es señal de que Dios sigue amando este mundo” (Tagore).
Pero hay más. Los judíos tienen la promesa de que, de su descendencia, vendrá el Mesías. Esta promesa sólo puede hacerse realidad a través de la paternidad.
En Israel los hijos no sólo se aceptan, sino que se agradecen. Los buenos israelitas darán gracias a Dios cada día por el regalo de los hijos. El salmista hace alusión al fruto del vientre. En el versículo anterior se ha referido al trabajo silencioso de Dios en las semillas de la tierra. Ahora hace referencia al cuidado exquisito de Dios en la gestación de la vida humana. El vientre es el taller donde trabajan millones de obreros dirigidos sabiamente por Dios como divino artesano. “Tú me has tejido en el seno materno” (Sal 139,13). El fruto del vientre es la mejor obra de arte que se ha realizado en la historia de la humanidad.
La herencia de los hijos
Los padres, sintiéndose caducos y finitos, tienden a perpetuarse en los hijos. La vida de los padres, su apellido, se transmite de generación en generación. Los padres también transmiten a los hijos la fe, su creencia religiosa, lo más importante y valioso para un buen israelita. Si tenemos presente que, en esta época, no existe una perspectiva de vida futura después de la muerte, la única manera que tienen los padres de sobrevivir es proyectándose en los hijos. De ahí que los hijos sean la mejor herencia de los padres.
Un padre feliz con sus hijos. Los de la “juventud” le dan su apoyo y su fuerza para defenderle y cuidarle. Los concebidos en “edad avanzada” le dan su ternura y su cariño especial (v. 4.)
Los hijos de la juventud reciben el vigor joven del padre. Ellos serán su fuerza cuando sea anciano. Las saetas expresan la agilidad y la fuerza defensiva de los hijos en favor de su padre. Cuando un padre es perseguido o atacado, los hijos reaccionan inmediatamente, como por instinto, para defenderle. “Los hijos de la juventud” se contraponen a los hijos de la vejez. Estos no pueden aportar al padre la fortaleza de sus hermanos, pero sí pueden ofrecerle un cariño especial. “Israel amaba a José más que a los demás hijos porque le había concebido siendo ya viejo” (Gen 37,3).
En tiempos del salmista era un honor y un orgullo tener muchos hijos (v. 5).
El salmista no quiere acabar el salmo sin felicitar de corazón al padre que tiene muchos hijos (“llena con ellos su aljaba”). Los hijos no sólo dan al padre protección, sino prestigio. En las puertas de la ciudad se resolvían todos los asuntos públicos. Allí, en la asamblea del pueblo, el padre recibe el apoyo de sus hijos contra los enemigos.
Allá los hijos defienden el honor y el buen nombre de su padre. Allí el padre se siente orgulloso de sus hijos. El salmo nos invita a reflexionar sobre los padres mayores. Ellos han perdido ya su vigor físico: les tiemblan las manos, les flaquean los pies, se debilita su voz. Pero, precisamente por ser mayores, tienen derecho a un respeto, a una dignidad, a una mayor atención. Ellos tienen todavía muchas cosas buenas con las que nos podemos enriquecer.
En tiempo del salmista el llegar a viejos era un honor y el anciano padre se iba del mundo dando gracias a Dios por sus hijos. Él seguirá viviendo en ellos, en sus ideas, en sus costumbres, en sus proyectos. Se irá satisfecho de la vida, con su trabajo bien hecho, con su misión cumplida.
TRASPOSICIÓN CRISTIANA
Dt. 28,3-7: “Serás bendito en la ciudad y bendito en el campo. Bendito será el fruto de tus entrañas, el producto de tus suelos y los partos de tus vacas y rebaños. Bendita será tu canasta y tu artesa. Bendito serás en tus idas y venidas. El Señor pondrá en fuga delante de ti a todos los enemigos que se alcen contra ti”
Alonso-Cariti: “Mientras el hombre duerme, Dios actúa. Porque Dios vela y actúa, puede el hombre dormir y reposar tras el trabajo”
Kraus: “El hombre vive exclusivamente gracias a la intervención de Yavé, a su protección y generosidad. El hombre vive de la presencia de Dios. También su futuro depende única y exclusivamente de la generosidad de Yavé”
Cántico sumerio en honor de los dioses:
“Nisaba, si tú no lo determinas,
nadie construye una casa,
nadie construye una ciudad,
nadie construye un palacio,
nadie elige a un rey,
nadie realiza los cultos
de purificación a los dioses”.
Juan Pablo II: “Creed en vuestra vocación, en esa hermosa vocación al matrimonio y a la paternidad que Dios os ha dado. Creed que Dios está con vosotros, porque toda paternidad en el cielo y en la tierra recibe su nombre de él. No penséis que hay algo que podéis hacer en vuestra vida que sea más importante que ser un padre y una madre verdaderamente cristianos”.
ACTUALIZACIÓN
Este salmo encaja mal en una época impregnada de secularismo donde no se ve a Dios por ninguna parte. En cambio, el salmista ve a Dios metido en todos los ámbitos del ser humano: en el trabajo y en el descanso; en el día y en la noche; en el hombre y la mujer; en la construcción de una casa y en la construcción de una familia. El salmista no habla de teorías sino de experiencia. Vive feliz y contento cuando todo lo vive desde Dios. Vive una vida estéril y malograda, cuando no cuenta con Él.
Tal vez los creyentes del siglo XXI debemos hablar menos y hacer más. Debemos dar testimonio de que “con Dios vivimos mejor”. Estamos más alegres, somos más comprensivos y tolerantes, no pretendemos llevar siempre la razón, encajamos con fe los duros golpes de la vida y vivimos con esperanza. Y todo esto lo vivimos con una gran humildad: sin tratar de creernos mejores que los demás, sin afán de proselitismo, sino exponiendo con sencillez nuestra vida de fe. A nosotros con Dios nos va bien. ¿Quieren probar?
PREGUNTAS
1.- Dice Jesús: “Sin mí no podéis hacer nada”. ¿Acostumbro a contar con Dios en mi vida de fe? ¿Sé agradecerle todo lo bueno que hace en mí?
2. Mi grupo cristiano, ¿está llevando una vida fecunda? ¿Está volcado hacia las personas que más lo necesitan? ¿O arrastra una vida estéril, pensando sólo en sí mismo?
3. Las cosas más bonitas de la vida nos las da Dios gratis: el sol, el aire, el agua, la amistad, la ternura… ¿somos personas agradecidas? ¿Ayudo a otras personas a dar gracias a Dios por todo lo que nos da?
ORACIÓN
“Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde”
Señor, gracias por el aviso. Hace tiempo que me dejo arrastrar por la corriente de un activismo exagerado. Me levanto pronto y me acuesto tarde. Estoy todo el día ocupado y apenas me queda tiempo para pensar. Un día empuja a otro día en una carrera vertiginosa.
Pero hoy quiero escuchar tu aviso: puedo estar trabajando en vano. Puedo estar trabajando buscándome a mí mismo. Es verdad que trabajo en asuntos y tareas que tienen que ver contigo, con tu Reino, pero descubro que, solapadamente, se puede colar en mi vida el gusano de la vanidad, del orgullo, de la complacencia.
“El pan de nuestros sudores”
Señor, no quiero comer el pan de balde. Ese pan sería para mí un pan duro y amargo. Quiero ganarme el pan con mi trabajo, con mi esfuerzo. Quiero ganarme el pan como se lo gana todo el mundo: con el sudor de su frente.
Un día, Señor, el demonio te tentó para que convirtieras las piedras en pan. Pudiste hacerlo, pero no caíste en esa trampa. No quisiste vivir con ventajas ni privilegios.
Pero tú, Señor, que te ganabas el pan con tu trabajo, nos hablabas también de otro pan: el pan del cielo, el pan que nos llega como un regalo de tu Padre Dios.
A ti, Señor, no te dejaban tiempo ni para comer. Pero no te dejaste vencer por el activismo. En medio de tu actividad encontrabas un espacio para dirigir tu mirada al cielo y agradecer al Padre todo lo que llevabas entre manos. Haz, Señor, que yo sepa descubrir tu presencia activa en todo lo que hago.
“Dios lo da a sus amigos mientras duermen”
Señor, quiero darte gracias por toda la actividad que desarrollas mientras los hombres dormimos. Mientras yo duermo, tú vigilas y controlas millones de astros para que no se salgan de su órbita.
Mientras yo duermo, tú estás empujando la vida en millones de árboles y plantas. Mientras yo duermo, tú controlas la vida de todos los animales para que no perezcan.
Mientras yo duermo, mientras los hombres dormimos, tú vigilas cariñosamente nuestro sueño con solicitud paternal.
ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA
Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud, en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén