Peregrinación de los jóvenes de la diócesis a Santiago de Compostela

Miguel Barluenga
3 de septiembre de 2024

El pasado 29 de julio, 58 jóvenes y responsables de la Pastoral Juvenil y Vocacional de Huesca emprendimos nuestro viaje hasta Palmeira, una pequeña localidad de la costa gallega desde la que al día siguiente comenzaríamos nuestra peregrinación hasta Santiago de Compostela. A lo largo de cinco días caminamos 100 kilómetros hasta llegar a la tumba del apóstol Santiago.

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Realizamos el Camino A Orixe, un camino desconocido para muchos debido a su reciente preparación y habilitación para los peregrinos, pero no por ello un camino sin historia.

La Asociación de Amigos del Camino de Santiago do Barbanza e Sar ha estado trabajando durante los últimos años para lograr dar cada vez más visibilidad y poner en valor al Camino A Orixe, cuyo nombre significa “el origen”. Este camino se basa en la llegada del apóstol a Galicia y el recorrido que siguió navegando por la ría de Arousa y el río Ulla.

Durante nuestro peregrinaje hemos podido conocer lugares como Cabo de Cruz, Rianxo, Dodro y Milladoiro; hemos tenido la oportunidad de conocer lugareños y de visitar las iglesias de los diferentes pueblos en los que hemos parado, no sin olvidar la ruta gastronómica de la que en el tiempo libre podíamos disfrutar. Pero lo más importante de todo, hemos podido conocernos mejor a nosotros mismos, descubrir nuestros límites tanto físicos como mentales, de compartir momentos con personas de nuestro alrededor con las que pensábamos que no teníamos tanto en común y de acercarnos cada día un poquito más a Dios.

Partimos de Huesca con las mochilas llenas de expectativas que, para todos, han sido más que superadas. Aparecieron muchas piedras en el camino: ampollas, dolores en los pies y las rodillas, gemelos subidos, dolor de espalda por el peso de la mochila, cansancio… pero también observamos que el camino está lleno de regalitos de Dios. Por ejemplo, a veces, cuando piensas que no puedes más, aparece una persona que no conocías casi que te da el ánimo y el apoyo para seguir.

Nuestra rutina era bastante similar día a día; nos levantábamos temprano para evitar las horas de más calor durante el día, desayunábamos y realizábamos una pequeña oración antes de comenzar a caminar. A mitad de la etapa parábamos a almorzar y continuábamos hasta finalizarla. Comíamos en el pueblo, disponíamos de tiempo libre para descansar y a mitad de la tarde teníamos grupos y misa. Los grupos eran un tiempo para compartir nuestra fe, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos… para intentar ayudarnos unos a otros poniendo a Dios en el centro de nuestras vidas.

El sábado 3 de agosto nos despertamos mucho más ilusionados que el resto de días, sabíamos que tan solo 9 kilómetros nos separaban de Santiago de Compostela. Conforme salíamos de Milladoiro, pueblo en el que habíamos pasado la noche, podíamos observar a lo lejos la catedral de Santiago. Comúnmente, los vecinos de Santiago de Compostela se quejan debido a los altos niveles de ruido y a los gritos de los peregrinos desde tempranas horas de la mañana; por ello, decidimos entrar a la ciudad en silencio y esperar a gritar de emoción a llegar a la Plaza Del Obradoiro.

Fue mucha la emoción que sentimos al pisar al fin ese lugar. Habían sido muchos kilómetros llenos de emociones muy diversas y por fin habíamos alcanzado nuestro objetivo. Tras un gran número de fotos, dejamos nuestras mochilas y asistimos en la Catedral a la Misa del Peregrino a las 12:00 h. Aunque no tuvimos la suerte de ver el botafumeiro en funcionamiento, tras la eucaristía visitamos la tumba del apóstol Santiago y pudimos darle ese abrazo tan esperado al santo.

Un autobús nos recogió para llevarnos hasta Porto do Son, pueblo en el que permaneceríamos hasta la mañana del 6 de agosto, día que volveríamos a Huesca. Esos días nos ayudaron a desconectar para reconectar.

Desconectar del ajetreo de la vida cotidiana, del cansancio acumulado durante los días del camino… para reconectar con nosotros mismos, con nuestro plan de vida, para reconectar con Dios. Como eslogan del camino este año teníamos “Él les dijo: venid y veréis”. Nosotros hemos peregrinado hasta Santiago y hemos visto la vida con otros ojos, hemos aprendido a mirar con amor, con comprensión, con cariño, hemos aprendido a ver a Dios en las pequeñas cosas del día a día, en diferentes momentos y situaciones y en las personas.

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