“Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”
INTRODUCCIÓN
“La misión cristiana no es una orden sino un fuego interior. Quema mucho para purificarnos. Arde fuerte, para darnos vida. Nos pone en movimiento para crear más vida…Quien se deja conducir por el Espíritu descubre que la fuente de la misión es el amor del Padre. Entonces comienza a sentir “pasión misionera” y “amor” como Jesús, ante quienes sufren el dolor, la injusticia, la ignorancia, el hambre, el sinsentido. ..Persona resucitada es la que se deja conducir por el Espíritu de Dios hacia la aventura, la sorpresa, la novedad, la vida. Persona resucitada es la que pone vida donde no hay, o la defiende donde está amenazada”. (Florentino Ulibarri).
TEXTOS BÍBLICOS
1ª Lectura: Hech. 2,1-11. 2ª Lectura: 1Cor. 12,3b-7.12-13.
EVANGELIO
Jn. 20,19-23.
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.1Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».2Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
REFLEXIÓN
Nadie puede opinar mejor de lo que es el Espíritu Santo que el propio Jesús: “Os conviene que Yo me vaya. Si no me voy no puedo daros el E. Santo”. Para Jesús, el Espíritu Santo es mejor que la propia presencia física de Jesús. La sensación de los apóstoles es que, mientras Jesús vivía en la tierra, estaban con Cristo y después de la Resurrección estaban “en Cristo”.
A través de las tres lecturas del día podemos profundizar en la maravilla del Espíritu Santo. Es, ante todo, NOVEDAD.
El Evangelio: Nos habla del “hombre nuevo”.
La segunda lectura: Del “Nuevo Pueblo de Dios”
Y la primera: Del Nuevo rostro de Dios.
Evangelio: “Exhaló su Espíritu y dijo; recibid al Espíritu Santo”. El soplo de Jesús sobre los apóstoles es un soplo creador. Lo mismo que Dios sopló sobre el primer hombre, ahora sopla de nuevo y crea “un hombre nuevo”. El hombre espiritual no es otra cosa que el hombre lleno del Espíritu de Dios. Después de la Resurrección, a los cristianos que creían en Jesús se les denominaba “raza nueva”, o todavía más bonito: “hombres inéditos”. Con la Resurrección de Jesús y el envío del Espíritu Santo se crea una “nueva edición de hombre”. Ya no será ese hombre desgarrado, esclavo de las pasiones, que quiere hacer el bien y no puede (Ro. 7,15). Ahora, con la fuerza del E. Santo, tendremos ese hombre coherente, en paz, que busca el bien. El Espíritu tiene una tarea: hacer de cada cristiano otro Cristo. Como en el caso de Pablo: “Ya no vivo yo. Es Cristo quien vive en mí”.
2ª lectura. Un Nuevo Pueblo de Dios.
El Antiguo Israel ha dado paso al Nuevo Pueblo de Dios. Y lo que caracteriza a este pueblo es la unidad en la diversidad. Un solo Cuerpo con muchos miembros diferentes. En ese Cuerpo cabe la cabeza y los pies; las manos y el corazón. Mientras uno acepta la función que se le ha asignado, todo irá bien. El problema está cuando el pie quiere ser cabeza o las manos corazón. El Papa Francisco habla de clericalismo, es decir, unos miembros que ocupan el espacio que no les corresponde. Según esto, la uniformidad es lo más contrario a la Iglesia. La unidad es lo más esencial.
Esta manera de concebir la Iglesia ya estaba perfilada en el A.T. Después del diluvio aparece el Arco Iris. Normalmente, el arco y la flecha en el Antiguo Testamento son armas de guerra, símbolo de la ira de Dios. Pero aquí, es signo de benevolencia y de Alianza.
Suspendiendo del cielo su arco, Dios le hace saber al hombre que «no disparará más flechas», o sea, que no volverá a destruir la tierra (v 11), Cuando Dios hace este compromiso con Noé aún no había razas ni pueblos. La Alianza que Dios establece es con toda la humanidad.
«El arco iris supone romper de raíz las divisiones que hacemos los hombres por color, raza o cultura. La pluralidad del arco iris donde todos los colores se complementan pero no se anulan; donde todos juntos y no por separado, establecen la maravilla del arco de colores. El arco iris se convierte en la sonrisa de Dios que sigue esperando en el hombre y en memorial de su infinita paciencia» (Pedro Fraile).
En este día de Pentecostés hay de todas las razas y todos entienden el mismo lenguaje. Todos nos entendemos cuando hablamos el mismo lenguaje del amor.
1ª lectura El Nuevo rostro de Dios.
Esta lectura nos habla de las manifestaciones de Dios. Vientos, ruido, tempestades. Hay que ir a I Reg. 19 en la manifestación de Dios a Elías. Le dice: “Voy a pasar”. Vino una fuerte tormenta, pero no estaba Dios en la tormenta; después un huracán, tampoco estaba en el huracán. Después un fuego destructor, pero tampoco estaba Dios en el fuego. Elías esperaba a Dios en las manifestaciones ya conocidas, ya viejas. Pero no esperaba a Dios en la novedad de una “suave brisa”.
El nuevo rostro de Dios no hay ya que buscarlo en esas expresiones de miedo, terror, o lejanía. Sí en la suave brisa. ¿Qué dice el Génesis? Dios bajaba a conversar amigablemente con nuestros primeros padres “a la brisa de la tarde”. Dios era cercano, amigo, era presencia gratificante. Y eso acabó con el pecado. Pero la historia sigue. Y el Dios manifestado en Jesús es el de Abbá. Un padre al que no hay que temer. Un padre al que hay que amar. Con quien hay que jugar y reir y danzar. Y todo como fruto del Espíritu Santo.
Este evangelio, en verso, suena así:
Sin tu Espíritu, Señor,
estamos tristes, vacíos,
solos, sin la flor de un beso,
perdidos en el camino.
Nuestra vida es un desierto,
muertes, sequedad, hastío.
Envía, Señor, tu Espíritu
y será un jardín florido.
Hoy le rezamos con fe:
Ven, Espíritu divino,
Consolador en el llanto
Y Padre de los mendigos.
Ven, viento liberador,
aire de vida, respiro.
Limpia nuestro corazón,
purifica sus latidos.
Ven, horno de amor, gran fuego
y copa de ardiente vino.
Calienta nuestras entrañas,
rompe nuestro hielo frío.
Ven, ramo de paz, perfume
que embriaga nuestros sentidos,
Música de Dios, arrullo
de luces y de sonidos.
Ven, Abogado, Maestro,
Hermano, Huésped, Amigo.
Pon aceite en nuestras lámparas
y seremos tus testigos
(Estos versos los compuso José Javier Pérez Benedí)
ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA.
Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud, en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén