Miércoles 31 de marzo, 20.30 horas. En la parroquia de San Juan de la Cruz un grupo de jóvenes de varias parroquias comienzan a caminar juntos. Semanas antes, varios sacerdotes del Arciprestazgo de Santa Engracia se habían propuesto ofrecer una actividad a los jóvenes de sus parroquias para aprovechar la Semana Santa compartiendo y profundizando juntos en torno al misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor.
Una pequeña locura que surgió en torno a una mesa y que ha cristalizado en cuatro días intensos en los que hemos podido vivir el triduo pascual celebrando la alegría ser jóvenes creyentes, viviendo la comunión y creciendo en la fe.
Después de la oración del miércoles 31 por la tarde, en la parroquia de San Juan de la Cruz, el jueves, viernes y sábado la jornada comenzaba a las 10 de la mañana con la acogida en la parroquia que dad día recibía a los jóvenes. El jueves fuimos acogidos por los Misioneros Redentoristas en la Parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. El Viernes acudimos a la parroquia del Sagrado Corazón y el sábado compartimos la mañana en la parroquia de Santa Engracia.
La acogida daba comienzo a las actividades, que continuaban con una oración y la presentación del tema de reflexión de cada día por parte de la comunidad que acogía., Después tuvimos tiempo para la reflexión personal en silencio durante una hora. Tras este tiempo de escucha personal, los jóvenes se reunían por grupos para compartir la reflexión y poner en común sus inquietudes, sus ilusiones y proyectos. Terminado este tiempo de compartir por grupos de edad, la oración de medio día nos ayudaba a asentar en el corazón lo vivido.
Misión y fiesta
Han sido días de creatividad, de misión y fiesta en los que nos hemos podido sentir comunidad joven, comunidad diocesana convocada para la misión.
Los objetivos de este encuentro, programado sin muchas ambiciones, eran ofrecer un espacio acogedor para los jóvenes que quisieran hacerse preguntas, encontrarse entre ellos y con el Señor y vivir una experiencia misionera. Se trataba también de fortalecer la comunión entre los jóvenes de nuestro entorno y soñar, por qué no, con caminos nuevos de misión para anunciar a otros jóvenes que Cristo les ama y ha dado su vida por ellos.
Pero sobre todo, el objetivo principal era hacer a los jóvenes protagonistas de la evangelización. Invitarles a tomar el testigo de los Apóstoles para acercar la alegría del evangelio a los jóvenes de su entorno.
La respuesta entusiasta de los jóvenes que han organizado las actividades, que han preparado las oraciones y que han acompañado los grupos de reflexión ha sido un regalo inmenso en estos días de restricciones, pues nos han ofrecido un testimonio de generosidad y disponibilidad sin límites, poniéndose, con lo que han recibido, al servicio de los demás.
Merece la pena
Han sido días de sentir muy fuerte la presencia de un Dios que ama a los jóvenes y de experimentar que de la mano del Señor merece la pena correr riesgos y rebasar las fronteras que muchas veces nos ponemos. Los jóvenes de nuestras comunidades cristianas nos han demostrado que tienen mucho que ofrecer a nuestro mundo y que están habitados por una gran alegría que viene de Dios y que lleva a Dios a quienes la comparten.
Jóvenes protagonistas
Como nos dijo D. Carlos en la oración final del sábado a medio día, los jóvenes han sido protagonistas de la evangelización y ahora es el momento de continuar este camino.
La letra de la canción que se ha convertido en el himno de esta Pascua Urbana dice así: “Todo cambió cuando te encontré, de ti me enamoré. Todo cambió cuando te sentí, vives por siempre en mi. Ahora he encontrado vida nueva, esperanza, gozo y fe”.
Pedimos al Señor que podamos seguir evangelizando con alegría, acogiendo a todos y contagiando a todos de este amor que el Señor nos ha regalado, que cambia la vida y que los jóvenes de nuestra diócesis están llamados a seguir anunciando.
Jorge Ambel, misionero redentorista