Del 16 al 23 de enero de 2025 se celebra en Zaragoza la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que puntualmente se celebra por esta fechas cada año y que organiza la delegación episcopal de ecumenismo. Este año, con motivo del 1700 aniversario del Concilio de Nicea, es una oportunidad única para celebrar la fe común de los cristianos expresada en el credo formulado durante este concilio.
Dialogamos con el sacerdote Pablo Blanco Sarto, Teólogo y Premio Ratzinger de Teología 2023, quien en el desarrollo de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos impartirá el viernes 17 de enero a las 7:30 de la tarde en la Casa de la Iglesia la conferencia: ¿Qué celebramos en el Concilio de Nicea?
Pablo, este año se celebra el 1700 aniversario del primer concilio ecuménico cristiano, que se tuvo lugar en Nicea, cerca de Constantinopla, concretamente en el año 325 después de Cristo. ¿Qué podemos destacar de lo que se acordó en ese concilio?
Es efectivamente el primer concilio ecuménico. Esto quiere decir que formaron parte de él obispos de oriente y occidente, de todo el mundo. En concreto, 318 obispos. Yo creo que hay tres cosas que en definitiva proceden de Nicea, el primero es el Credo. El Credo de Nicea, que después se completa con el de Constantinopla en el 381.Ese Credo es la confesión de fe que rezamos nosotros en las celebraciones eucarísticas del domingo. Es importante porque en aquel momento se empezaban a poner en duda las verdades centrales de cristianismo: la Trinidad y la divinidad de Jesucristo, o sea lo que repetimos en el Credo Nicea, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero, de Dios verdadero. Frente a esto estaban los famosos arrianos que hablaban de Jesucristo como un hombre divinizado.
La segunda es la fecha de la Pascua. Entonces había dos calendarios, el Juliano y el Gregoriano, por decirlo de una manera, el oriental y el occidental. Se procura unificar y curiosamente este año en 2025 coinciden los dos calendarios y por eso el papa Francisco ha pedido que se vuelva a unificar la fecha de la Pascua, es decir, que la celebremos el mismo día. El Papa con la gracia de suele tener pues dice que para unos resucita Jesús un día y para otros resucita otro y no es así exactamente, pero sí que celebramos en día distintos la resurrección de Jesucristo.
El tercer gran tema de Nicea es la paz. No vino de modo inmediato, porque los arrianos siguieron ahí intrigando y de hecho a san Atanasio, que era el principal defensor de la divinidad de Jesucristo, pues fue desterrado a Tréveris. Él era obispo Alejandría en Egipto, imagínate, desterrado a Alemania, a Tréveris y la verdad es que esa paz tardó bastante. Es interesante porque el arrianismo en realidad no lo vencieron ni los obispos, ni los curas, ni la jerarquía, sino que, como demuestra san John Henry Newman, que estudió la crisis arriana en el siglo IV, fueron los laicos los que defendieron que Jesucristo es verdadero Dios, que es Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero. Ahí se ve la gran capacidad, la gran potencia que tienen los laicos y por eso, ahora que estamos un poco tras la estela del Vaticano II, y eso mismo que ocurrió en Nicea, que no hubo una paz inmediata sino que se tardó un poquito, pues también ahora después del Vaticano II, ha habido una cierta confusión, pero los frutos del Vaticano II que también tiene que ver bastante con esto que hemos dicho de los laicos, acabarán llegando, como se dice ahora, sí o sí.
Pablo ¿cómo podemos hacernos más ecuménicos los católicos, porque es positivo para nuestra fe entrar en esa mentalidad ecuménica?
Lo primero es viviendo muy bien el octavario. El octavario nace por esa necesidad de ser más creíbles ante el mundo, hay una anécdota que siempre se cuenta de la conferencia misionera de Edimburgo de 1910, donde estaban ahí reunidos distintos cristianos, ortodoxos, anglicanos, algún católico, protestantes, entonces dicen que de repente se levantó un chino y dijo: “Vosotros nos habéis traído a Cristo y os estamos agradecidos, pero también nos habéis traído vuestras divisiones. Por favor, hablarnos de Cristo, pero no de vuestras divisiones”.
Entonces, por eso se instituye estos ocho días dedicados a rezar precisamente por la unidad de la Iglesia. Esto lo podemos vivir en macro o en micro, también en micro, rezando por la unidad, en la propia familia, en la sociedad, que ahora está muy polarizada, en la Iglesia, entre todos los cristianos y cristianas, y viviendo en el día a día de nuestra vida cotidiana ese ecumenismo, que se suele decir que es el ecumenismo del corazón, de las manos y de la cabeza, ¿no? El más importante es el del corazón, el de la oración. El concilio dice que es el alma del ecumenismo, por eso hay que rezar para que, siguiendo las palabras de Jesús, en la última cena, todos seamos uno.