SALMO 15
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1 Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda
y habitar en tu monte santo?
2 El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
3 y no calumnia con su lengua,
el que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
4 el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor,
el que no retracta lo que juró
aún en daño propio,
5 el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
6 El que así obra nunca fallará.
INTRODUCCIÓN
Este salmo bien puede considerarse de peregrinación. Los judíos acudían a Jerusalén una vez al año. Al llegar a Jerusalén, la primera visita era para el Templo. Y este salmo formaba parte de lo que se denominaba “catequesis ante las puertas”. No se podía infiltrar ningún pagano. El mismo Pablo nos habla del “muro de separación” que impedía a los gentiles el acceso al Templo. Sólo el hebreo puro podía entrar. Y los judíos que venían de la diáspora (de fuera de Palestina) podían estar contaminados de costumbres paganas. Al principio se trataba de pureza ritual; pero poco a poco la pureza ritual fue convertida y transformada en Alianza de Dios con el Pueblo. El salmo es una invitación a un culto no formalístico y mágico, sino existencial e impregnado de auténtica devoción.
¿Qué es eso de la “tienda” y el “monte santo?
El salmo alude a la “tienda” como el lugar donde estuvo el arca de la Alianza durante el tiempo del desierto y durante los primeros años en la tierra de Canaán. El pueblo no debe olvidar su situación de vida nómada, en la cual Dios caminaba junto a él. A la “tienda” se le denomina así en la Biblia: “tienda del encuentro” (Num 11-16). La idea teológica es muy bonita: a Dios no se le puede fijar en un lugar, ni se le puede retener. Sólo se le puede “encontrar”.
“El monte santo” evoca la colina de Sión sobre la que se edificó el Templo de Jerusalén. El salmista no habla simplemente de “entrar”, sino de “habitar, hospedarse”. No se trata de una visita turística o de cortesía, sino una de experiencia divina.
Descálzate.
El salmista sabe que allí, donde Yavé está presente, reina un “fuego devorador” (Is 33, 14). ¿Quién podrá morar allí? Como Moisés ante esa zarza que “arde sin consumirse” habrá que descalzarse y dejar el polvo acumulado a lo largo del camino.
NO INTERESA TANTO LA CANTIDAD COMO LA CALIDAD
Notemos que aquí se habla de preceptos positivos y negativos. No sólo hay que evitar el mal, sino que positivamente hay que hacer el bien. Un teólogo judío del siglo III, Rabí Simlai, nos hace ver que estos preceptos positivos y negativos tienden a simplificarse en la misma Biblia.
Así el primer Isaías nos habla de seis:
- el que anda con justicia;
- el que rehúsa ganancias fraudulentas;
- el que sacude la palma de la mano para no aceptar soborno;
- el que se tapa las orejas para no oir hablar de sangre;
- el que habla con rectitud;
- el que cierra los ojos para no ver el mal (Is 33, 15).
Miqueas va a reducir estos preceptos a tres. Esto es bueno para el hombre: practicar la equidad, amar la piedad y caminar humildemente con Dios (Miq 6, 8).
El tercer Isaías reduce los preceptos a dos: Velad por la equidad y practicad la justicia (Is 56, 1).
Los profetas Amós y Habacuc los van a reducir a uno: “Busca a Yavé y vivirás” (Am 5, 4); “El justo vivirá de la fe” (Hab 2, 4).
La ausencia de los elementos rituales y la reducción a lo esencial inducen a ver en estos textos el “alma profética”. El salmista, más que una norma de artículos, nos quiere ofrecer una óptica general de cómo vivir la experiencia religiosa. Más que una serie de actos precisos con los que se paga la “tasa de acceso” al Templo, se trata de una postura vital y permanente de fe auténtica que abarca todo el arco de la existencia.
Lo que siempre hay que evitar:
- La calumnia. La calumnia es como una “piedra de tropiezo”. El que calumnia no deja caminar a otro libremente. Le va poniendo zancadillas para que tropiece y caiga. Y cuando se calumnia, “algo queda”.
- La usura. Sabemos que en Mesopotamia las tasas de interés alcanzaban hasta el 50%. Los deudores, al no poder pagarlas, acababan siendo vendidos como esclavos. En el pueblo de Dios el prestar era un servicio al hermano y no una forma de explotación: “No prestarás a interés a tu hermano, ya se trate de réditos de dinero o de víveres o de cualquier cosa que produzca interés” (Dt 27, 25).
- El soborno. era uno de los males más perseguidos en Israel. Era objeto de maldición: “Maldito aquel que acepta soborno para quitar la vida a un inocente” (Dt 27, 25). Y en el Talmud se lee: “El que acepta el dinero para falsear el juicio, no saldrá de este siglo sin ser privado de la luz de sus ojos”.
Sobre todo cuando se hace para perjudicar a los pobres.
Lo que siempre hay que mantener.
- Fidelidad a la palabra dada. Una de las cosas que más denigran a las personas es el decirle “que no tiene palabra”. En cambio se respeta a quien cumple con su palabra dada aunque sea en contra de su propio interés.
- Buscar siempre el bien. No limitarse a no hacer el mal sino buscar el bien, trabajarlo y contagiarlo a los demás. Esto parece decir el texto original hebreo: re´a (v.3)
Hay algo que nos llama la atención en este salmo.
Lo curioso del texto de este salmo es que en ninguna de las prescripciones se alude directamente a Dios. Y, sin embargo, el peregrino ha venido a orar a Yavé. La razón es muy sencilla: para llegar a una comunicación con Dios hay que recorrer el camino de la justicia y el amor. “Si alguien dice que ama a Dios y odia a su hermano es un mentiroso” (1 Jn 4, 20).
TRASPOSICION CRISTIANA.
–Jesús ha reducido todos los preceptos en uno: Y es como su Testamento:” Esto os mando: que os améis los unos a los otros como Yo os he amado” (Jn. 13,34). La religión de Jesús no es una “carga que pesa” sino una “libertad gozosa”.
-Jesús no quiere que el cristiano jure “ni por el cielo, ni por la tierra ni por Jerusalén”. (Mt. 5,35). La palabra del cristiano es un acta notarial. Donde dice “sí” es “sí” y donde dice “no” es “no”.
–“Imagina lo que llegaría a ser nuestro mundo si el juez fuera juez y diera siempre la sentencia recta; si la justicia fuera conforme a equidad; si el artista renunciara a toda hipocresía; si el amor sólo fuera amor y el sacerdote un testigo de Jesucristo” (P. Doncoeur).
Algún texto no-cristiano
“Los que no te piden nada, pero te aman con todo el corazón, son tu verdadera morada”. (Poeta hindú)
“Dame la fuerza de soportar ligeramente mis penas y mis alegrías; dame la fuerza de no rechazar al pobre ni doblar la rodilla delante del poder insolente; dame la fuerza de elevar mi espíritu por encima de mis debilidades cotidianas; y dame la fuerza de someter mi fuerza a tu voluntad con amor”. (R. Tagore)
ACTUALIZACIÓN DEL SALMO
Pensemos en los políticos que hoy dicen una cosa y mañana todo lo contrario.
O en aquellos ricachones que pasan tan tranquilos a comulgar y están negando el salario justo a sus obreros.
O en eclesiásticos sin escrúpulos que han estado diciendo Misa teniendo un corazón podrido por delitos contra niños inocentes. No se puede comulgar “con ruedas de molino”.
«Tantas personas, tantos países destruidos por dictaduras malvadas y calumniosas. Pensemos por ejemplo en las dictaduras del siglo pasado. Pensemos en las persecuciones de los judíos, por ejemplo. Una comunicación calumniosa, contra los judíos; y terminaban en Auschwitz». (Papa Francisco”.
Antes de entrar en el Templo hay que pensárselo bien. Porque NO TODO VALE
PREGUNTAS
1. La presencia de Dios es dinámica y misteriosa, y no se puede encasillar. ¿Acepto a Dios como es y no como a mí me gustaría que fuera? ¿Le dejo a Dios ser Dios?
2. En el Antiguo Testamento al tabernáculo se le denominaba «tienda del encuentro”. ¿Sé encontrarme con Dios y con mi grupo, con mi comunidad en esa tienda? ¿Rezo por cada uno de mis hermanos(as)?
3.El salmo nos habla de una vinculación estrecha entre el culto y la vida. ¿Vivo la Misa a lo largo de todo el día? ¿O dejo que todo concluya en esa media hora?
ORACIÓN
“Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?”
Dios mío, esta pregunta es un revulsivo para mí. Toda mi vida estoy entrando en tu casa; todos los días soy huésped de tu tienda y me siento alrededor de tu mesa… Y hoy me preguntas: ¿quién puede hospedarse en tu tienda? ¿Seré acaso un intruso, un abusón, un descortés?
“El que no hace mal a su prójimo”…
Estas palabras me dejan perplejo. Señor, te lo confieso con toda sinceridad: Muchas veces estoy muy a gusto contigo en tu casa, pero muy a disgusto en la casa de mis hermanos. Me siento perdonado por Ti, pero no soy capaz de perdonar a los demás. Me gusta adorarte, alabarte, bendecirte. Pero, con la misma lengua critico, murmuro, y hablo mal de los hombres y mujeres con quienes convivo. Señor, esto no puede seguir así. Yo quiero cambiar, quiero entrar en comunión con mis hermanos y hermanas y así poder estar bien contigo.
“El que así obra nunca fallará”
A veces me pregunto: ¿Por qué soy tan débil, tan flojo y fallo tanto? Hoy Tú mismo me das la respuesta: no estoy obrando como a Ti te gusta; no me estoy ajustando a tu voluntad; no tengo armonía interior; no hay consonancia entre mi vida de fe y mi vida moral. Vivo en un desajuste interior. Hazme, Señor, la gracia de vivir con transparencia, vivir en verdad. Nunca permitas que lleve una doble vida. Quiero ajustar mi vida al evangelio. Que como hacías Tú, sepa poner mi vida por delante y nunca hable de aquello que no esté viviendo. Que mis palabras sean siempre la mejor glosa de mi vida. Y mi vida la mejor glosa de mis palabras. Señor, a Ti, incluso los mismos adversarios te reconocían que “eras sincero”, que cada mañana afloraba en tus labios la verdad y que tus pies jamás se torcieron ante la mentira. Yo, desde ahora, te prometo que quiero parecerme un poco más a Ti. ¡Gracias, Señor!