No sé qué admirar más en Dios: si su Poder o su fantasía

Raúl Romero López
7 de diciembre de 2020


SALMO 104

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1Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres!

Te vistes de belleza y majestad,

2 la luz te envuelve como un manto. Extiendes los cielos como una tienda,

3 construyes tu morada sobre las aguas; las nubes te sirven de carroza,

avanzas en las alas del viento;

4 los vientos te sirven de mensajeros; el fuego llameante, de ministro.

5 Asentaste la tierra sobre sus cimientos, y no vacilará jamás;

6 la cubriste con el manto del océano, y las aguas se posaron sobre las montañas;

7 pero a tu bramido huyeron, al fragor de tu trueno se precipitaron,

8 mientras subían los montes y bajaban los valles: cada cual al puesto asignado.

9 Trazaste una frontera que no traspasarán, y no volverán a cubrir la tierra.

10 De los manantiales sacas los ríos, para que fluyan entre los montes;

11 en ellos beben las fieras de los campos, el asno salvaje apaga su sed;

12 junto a ellos habitan las aves del cielo, y entre las frondas se oye su canto.

13 Desde tu morada riegas los montes, y la tierra se sacia de tu acción fecunda;

14 haces brotar hierba para los ganados, y forraje para los que sirven al hombre.

Él saca pan de los campos,

15 y vino que le alegra el corazón; aceite que da brillo a su rostro,

y el pan que le da fuerzas.

16 Se llenan de savia los árboles del Señor, los cedros del Líbano que él plantó:

17 allí anidan los pájaros, en su cima pone casa la cigüeña.

18 Los riscos son para las cabras, las peñas son madriguera de erizos.

19 Hiciste la luna con sus fases, el sol conoce su ocaso.

20 Pones las tinieblas y viene la noche, y rondan las fieras de la selva;

21 los cachorros del león rugen por la presa, reclamando a Dios su comida.

22 Cuando brilla el sol, se retiran y se tumban en sus guaridas;

23 el hombre sale a sus faenas, a su labranza hasta el atardecer.

24 Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría;

la tierra está llena de tus criaturas.

25 Ahí está el mar: ancho y dilatado, en él bullen, sin número,

animales pequeños y grandes;

26 lo surcan las naves, y el Leviatán que modelaste para que retoce.

27 Todos ellos aguardan a que les eches comida a su tiempo:

28 se la echas, y la atrapan; abres tu mano, y se sacian de bienes;

29 escondes tu rostro, y se espantan; les retiras el aliento,

y expiran y vuelven a ser polvo;

30envías tu espíritu, y los creas, y repueblas la faz de la tierra.

31 Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras;

32 cuando él mira la tierra, ella tiembla; cuando toca los montes, humean.

33 Cantaré al Señor, tocaré para mi Dios mientras exista:

34 que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor.

35 Que se acaben los pecadores en la tierra, que los malvados no existan más.

¡Bendice, alma mía, al Señor! ¡Aleluya!

INTRODUCCIÓN

Inspirado en un modelo egipcio de himno al sol (del tiempo de Akenatón), el salmo 104 canta la grandeza de Dios en la naturaleza: en lo grandioso y en lo sencillo. “Es un himno a Dios por la creación, no de la creación” (A. Schökel).

Aquí las criaturas no son invitadas a bendecir, a alabar al Señor como en el salmo precedente. Las criaturas están llenas de Dios y lo revelan. En la primera página de la Biblia, Dios es un Dios trascendente. Desde fuera, da órdenes, impone nombres, crea especies, les impone un impulso generador, y se retira a descansar. En este salmo Dios queda dentro del universo y se sigue ocupando de sus criaturas. Si Dios se durmiera, despertaría sin cosas. En este salmo todo está en movimiento. “Yavé crea el mundo como un arquitecto. Como un padre de familia, extiende la lona que cubre la tienda de campaña. Como el jefe de un ejército, increpa a las aguas y éstas se retiran. Como un sabio agricultor, abre acequias para que las aguas rieguen los campos y den de beber a los animales. Como un padre de familia, distribuye sus bienes y sus dádivas” (Kraus).

La intención del autor es clara: que todo el mundo quede abierto a Dios y que el hombre pase de la admiración a la adoración.

REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN DEL MENSAJE ESENCIAL DEL SALMO

¡Qué grande es Dios en su morada celeste! (v.14).

El salmista invita a su alma a bendecir a Yavé por su grandeza. Desde lo más profundo de su ser brota una exclamación llena de entusiasmo: ¡Qué grande eres! La grandeza de Dios se contempla, en primer lugar, en el mundo celeste. Dios es un rey imponente. El sol, los cielos, las aguas, las nubes, los vientos y el fuego que se rompe en rayos y relámpagos son realidades celestes puestas al servicio de ese rey majestuoso.

La primera criatura es la luz, lo mismo que en Génesis. Pero, ¡qué diferente! Allí Dios la hace existir con una orden y la contempla desde fuera. Aquí el Señor se envuelve en ella como en un manto.

Los cielos son como la lona tensa de una tienda de campaña, como un espléndido pabellón real. En unos salones superiores, por encima de las aguas celestes, habita él. El Señor se pasea por los espacios celestes. Las nubes le sirven de carroza. Con su movilidad y ligereza trasladan a cualquier parte a su Señor.

El primer viento puede hacer alusión al primer viento divino que se cernía sobre el caos (Gen 1,2). Los vientos, en plural, son mensajeros o recaderos del Señor (ver Salmos II, A. Schökel, pág. l.308).

Dios soberano asienta la tierra y separa las aguas. (v.5-9). 

Dios asentó la tierra, la vistió con la túnica del océano, separó y sujetó las aguas primordiales y caóticas dentro de sus límites. Y todo, con una sola orden, como Dios soberano.

Dios cuida con primor nuestra “casa común”. (v.10-18).

De la visión celeste y terráquea, el salmista pasa a contemplar el orden de animales y seres humanos. Una paz paradisíaca se apodera del paisaje: las fieras beben plácidamente y las aves cantan.

Notemos la gran importancia que el poeta da al agua: la ve brotar de los manantiales, discurre entre montañas, atrae a los animales sedientos y alimenta árboles donde anidan y cantan pajarillos. El sujeto de todo es el Señor que controla los manantiales y distribuye los arroyos. “Dios metido dentro de su obra y actuando en ella” (A. Schökel).

“El salmista parece contemplar desde un otero bien situado, un espléndido panorama. Divisa a lo lejos las montañas y recuerda los animales y los ríos que de ellas descienden; como música de fondo suena el cantar de los pájaros que anidan en los árboles. Ve aquí más cerca las verdes laderas del valle atravesado por el río y los campos cultivados. En aquéllas se amontonan los ganados que pastan y sestean; en éstos varias personas están trabajando la tierra para obtener de ella alimento” (G. Flor).

El poeta escoge tres productos esenciales: el pan da fuerzas, el vino alegría y el aceite brillo. Después el poeta vuelve a la zona silvestre. Empieza por los corpulentos árboles que el hombre no ha plantado ni cultivado.

También de ellos se ocupa el Señor enviándoles la lluvia.

El Líbano con sus cedros representa la región no habitable, difícilmente accesible, pero no despoblada de animales, que anidan en sus árboles.

Nosotros tenemos el calendario, pero el tiempo es de Dios (v. 19-23).

La luna, gracias a su ritmo regular creciente-menguante, ha aparecido siempre como el gran árbitro del calendario, sobre todo de cara a las celebraciones cúlticas. Mientras que el sol domina la alternancia de la vida concreta diaria, Dios es el dueño del sol y de la luna; Señor del día y de la noche. Ser señor del tiempo es un modo de expresar la total grandeza y señorío de Dios

Tarea sencilla la del hombre: “sale a sus faenas” (v.23).

En este mundo de cielo, tierra y mar, de seres inorgánicos, montañas y ríos, de vegetales, árboles y otras plantas, de animales salvajes y domésticos, el hombre ocupa un lugar modesto: sale a sus faenas y retorna al atardecer. En este salmo no ocurre como en el salmo 8 en el que el hombre ocupa un lugar relevante. ¿Qué hace el hombre? ¿Qué busca? Los animales disponen de ríos para beber agua (11) las fieras rugen por la presa reclamando a Dios comida (21). El hombre ni lo tiene todo hecho ni ruge: simplemente sale a sus faenas hasta el atardecer. Miradlo respetando el ritmo del tiempo. Sus faenas se ordenan a sacar de la tierra pan, vino y aceite. Pan para recobrar las fuerzas, porque no come los frutos como los encuentra; vino para alegrar el ánimo, porque no se contenta con beber agua; aceite para dar brillo al semblante, para realzar su prestancia natural. Ni el pan aparece cocido en los surcos, ni el vino brota de manantiales, ni el aceite chorrea de árboles.

El hombre pone su trabajo y artesanía. Y así se inserta en la naturaleza El hombre no es el Adán desterrado de Gén 3, regando su sudor para cosechar entre abrojos. Es un trabajador sereno, que señorea modestamente una parcela de tierra (A. Schökel).

Con un soplo, Dios tiene poder sobre la vida y la muerte (v. 24-30).

Providencia divina. El poeta vuelve al mar, donde el poder de Dios aparece más vivamente: el indómito océano. Yavé le ha amaestrado y le ha poblado de criaturas. Tan grande es el poder de Yavé que ha vencido al terrible monstruo: Leviatán. Él ha pasado de ser el monstruo marino terrorífico a ser un poblador inofensivo y festivo de los mares.

Otra maravilla. Todos los animales esperan de Dios su alimento y Dios se lo da a manos llenas. Todos dependen de él en todo. Si les muestra un rostro benevolente, todos se llenan de gozo, pero si les oculta su rostro o les retira su benevolencia todos quedan confusos.

Si les retira el soplo de vida que él sólo da, enseguida morirán. Y cuando en primavera envía un nuevo soplo sobre la tierra, todo se renueva en un instante. ¡Verdaderamente es grande Yavé que con un simple soplo tiene poder sobre la vida y la muerte!

v. 31-35. Alabanza conclusiva

Después de un recorrido por la naturaleza, el salmista ve a Dios satisfecho, contento, gozando con las criaturas. El salmista deja escapar su alabanza: ¡Gloria a Dios!

En el v. 32 se halla indicado el incomparable poder de Yavé. Con una sola mirada, Dios puede hacer que tiemble el mundo creado por él. Las montañas, con sólo tocarlas, pueden echar humo. Con esta pincelada el salmista nos advierte que Dios no sólo es el que nos fascina sino también el que nos estremece. A la contemplación extasiada debe acompañar siempre un gran respeto reverencial.

El salmista que ha contemplado al hombre como trabajador que va a sus tareas, ahora quiere dilatarle su horizonte: el hombretiene también una misión festiva. Debe gozar contemplando lacreación, es más, debe gozar viendo feliz a Dios. Me alegraré con el Señor”. Disfrutaré viendo disfrutar a Dios. Si se trata dedescubrir qué es aquello que al hombre le puede proporcionarmás felicidad, el salmista ha tocado fondo: la felicidad deDios. Ser feliz porque Dios lo es.

Cuando todo ha concluido, hay algo, alguien, que turba la armonía y belleza de la creación: los pecadores. Es una nota discordante en este gran concierto. Ojalá no existan más. Es una invitación a soñar con una creación en la que no exista el pecado.

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

Para Jesús no existe Naturaleza muerta. A Jesús todo le habla del Padre: “No cae una hoja del árbol sin su permiso” (Mt. 10,29); “alimenta a los pájaros del cielo y viste con primor lirios del campo” (Mt. 6,26-29) ; y “hasta los cabellos de nuestra cabeza los tiene  contados” (Mt. 10,30). Y nos enseñó a alabarle como Señor del cielo y de la tierra. (Mt. 11,25). Es decir, el Señor que ha creado todas las cosas es nuestro Padre que quiere que las disfrutemos.

G. von Rad: “El salmista contempla con asombro el mundo totalmente desmitificado…De hecho, la intención del salmo 104, que puede servir de modelo bajo distintos puntos de vista, es ésta: Mostrar cómo el mundo está abierto hacia Dios”

G. Doré: “El salmo 104 es un teatro donde todos los personajes se mueven en relación con Dios”.

San Atanasio: “Así como el músico, con la lira bien templada, ejecuta una armonía, combinando con los recursos del arte los sonidos graves con los agudos y los intermedios, así también la sabiduría de Dios, teniendo en sus manos el universo como una lira, une las cosas gobernándolas con su voluntad y beneplácito”.

Brillet: “El salmo 104 es un chorro de luz en la presentación de Dios… un prodigioso movimiento de vida en la aparición de los animales después del hombre… una llamada a la incesante glorificación al creador”.

Alegrarse con el gozo de Dios. Es la cumbre de toda mística, algo que el hombre no puede apenas que intuir y formularlo en frases toscas. Pero quien sea capaz de alegrase con Dios, ése es el auténtico creyente. Tiene que ser un gozo que las tristezas más enormes de esta vida no podrán nunca empañar.

ACTUALIZACIÓN

Nunca como en los tiempos actuales se ha hablado tanto de ecología, y nunca se ha ensuciado tanto la creación como en nuestros días. El «hombre técnico» ha desterrado al «hombre contemplativo», y se van perdiendo por el camino la capacidad de admiración y el estupor ante lo creado y ante el Creador. Un mundo sin Dios termina por ser un cadáver. El espíritu contemplativo, por el contrario, tiene la rara habilidad de sorprender a Dios en los rincones de lo creado (no
digo de la naturaleza, porque este concepto es ajeno al pensamiento del AT). Dios vestido de luz, Dios como jeque de un clan beduino, Dios como arquitecto, Dios como jefe militar que se enfrenta con el caos primordial, Dios como sabio agricultor, Dios como padre solícito con sus criaturas, un Dios juguetón…, éstas y otras muchas imágenes emergen del poema y nos acercan a Dios. La obra que Dios ha hecho es «muy bella»; ¿por qué nos empeñamos en afearla los humanos?  Puede venirnos bien la lectura del Cántico espiritual de san Juan de la Cruz para que no se extinga nuestra capacidad contemplativa:

«Oh bosques y espesuras / plantadas por la mano del Amado; / oh prados de verduras / de flores esmaltado; / decid si por vosotros ha pasado …».

Acaso la atenta oración con este salmo puede restituir la belleza a todo lo creado y situarnos ante un mundo más bello, más divino y más humano” (Ángel Aparicio).

PREGUNTAS

1.- La Naturaleza está llena de Dios. ¿Sé hacer de la creación un lugar de encuentro con Dios?

2.- El contacto con la Naturaleza, relaja, serena, tonifica, facilita el encuentro con Dios y con los hermanos. ¿Tiene mi comunidad experiencias de este tipo? ¿Las fomenta?

3.- Muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo están cerrados a Dios. ¿Sé utilizar la Naturaleza como una plataforma de apertura al Absoluto?

ORACIÓN

“¡Dios mío, qué grande eres!”

Este salmo, Señor, me invita a salir de mi casa y meterme en esa Naturaleza tan hermosa que tú has creado. Quiero empaparme de su luz. Quiero zambullirme en el mar, jugar con las olas, tumbarme en la playa y dejarme rozar la piel por una brisa suave y refrescante. ¡Así son tus caricias Señor!

Y también quiero internarme en la espesura del bosque y escuchar el viento acunando las hojas de los árboles. Quiero beber el agua fresca y cantarina de los riachuelos y quedarme extasiado oyendo el concierto armonioso de miles de pájaros. Y todavía quiero levantar mi mirada hacia las montañas. En su cima pone su casa la cigüeña; las cabras se empinan por los riscos y los erizos se albergan en sus madrigueras. ¡Qué maravillosas son tus obras, Señor!

“Que te agrade mi poema y yo me alegraré con el Señor”

Señor, no hay cosa que me produzca más alegría, que me proporcione más felicidad, como el saber que aquello que hago es de tu gusto. Yo quiero –como tu hijo Jesús– hacer siempre lo que a ti te agrada. He ahí mi norma, mi ley, mi programa de vida.

Quiero alegrarme contigo, Señor. Quiero condicionar mis gustos a los tuyos; mis alegrías a las tuyas; mi felicidad a tu felicidad. Quiero cantar cuando tú cantas; reír cuando ríes; y ser feliz viéndote feliz a ti.

“¡Que se acaben los pecados de la tierra!”

En este gran himno de la creación hay una cuerda desafinada; una nota discordante; un verso que no rima. Es el pecado. Yo quisiera que desapareciera. Sería maravilloso un mundo sin pecado. Sé que es una utopía, pero déjame, al menos, soñarlo.

Quiero respirar aire puro y beber agua clara y comer pan no contaminado. Quiero cada mañana bañarme de limpia frescura, de dulce armonía, de divina presencia. Como Adán en la primera mañana de la creación.

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud,  en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

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