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No sabéis ni el día ni la hora

Pedro Escartín
11 de noviembre de 2023

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del XXXII domingo del tiempo ordinario – A –

Hace tres años que en esta tertulia hablamos de la “Laudato s’í” sobre “el cuidado de la casa común”, cuyo impacto estaba vivo. La parábola de este domingo sobre las amigas de la novia, que no se cuidaron de llevar aceite en las alcuzas por si el novio se retrasaba (Mt 25, 1-13), coincide con otra exhortación del papa Francisco –“Laudate Deum”-, en la que insiste en el mismo tema. ¿Es pura coincidencia o Providencia del Padre? A lo cual, Jesús me ha dicho:

– Recuerda que entonces te dije: «¿No estaréis olvidándoos de llevar aceite en las alcuzas? Cuando no tengáis más aceite, ¿qué pasará?» No te sorprendas de que mi Vicario esté seriamente preocupado por el deterioro de vuestra “casa común”.

– La verdad es que el Papa no oculta su preocupación. En las primeras líneas de su exhortación escribe: «Han pasado ya ocho años [de su encíclica “Laudato s’í”]. Pero con el paso del tiempo advierto que no tenemos reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebra».

– ¿Y tú piensas que exagera? -ha añadido mientras se disponía a tomar un sorbo de café-.

– No seré yo quien se atreva a contradecir al Papa -he replicado mirando fijamente a Jesús-. Para eso ya están los críticos que se toman a risa sus predicciones sobre el cambio climático.

– Por eso, escribe: «Por más que se pretendan negar, esconder, disimular o relativizar, los signos del cambio climático están ahí, cada vez más patentes… y no han faltado personas que pretendieron burlarse de esta constatación» -ha añadido recalcando cada palabra-. Y no olvides que los pobres son quienes ya están sufriendo con mayor intensidad las consecuencias del cambio climático. También Francisco os lo ha advertido: «Sentiremos sus efectos en los ámbitos de la salud, las fuentes de trabajo, el acceso a los recursos, la vivienda, las migraciones forzadas, etc.». Y ¿quiénes son los que más sufren con las guerras y la pobreza o cuando falta el agua, el trabajo y la salud?

– Perdona, pero me parece que nos estamos apartando de la parábola que se narra en el evangelio de hoy -le he dicho después de coger la taza de café en mis manos-.

– No lo creas -me ha replicado-. Mi parábola habla de unas amigas de la novia que eran bastante inconscientes o descuidadas. En la tierra en la tomé una carne mortal como la vuestra, todos sabían que las negociaciones sobre la dote entre la familia del novio y de la novia solían alargarse e, incluso, cuanto más tardaba en llegar el novio para hacerse cargo de su novia era signo de lo valiosa que era para él. Por eso, el punto más llamativo de la parábola es que aquellas jóvenes se quedaron sin aceite por ser poco previsoras y no podrán participar en la boda. ¿Recuerdas cómo empecé a proponer esta parábola?

– Sí; que el Reino de los Cielos se parece a aquellas jóvenes… -he dicho inmediatamente-.

– Pues ahí lo tienes -me ha dicho sonriendo-. El Reino llegará inexorablemente, porque el Padre me ha enviado para ofreceros la seguridad de que Él va a reinar entre vosotros para hacer justicia a los pobres. Éste es su mensaje de misericordia. Pero ¿quién participará en el banquete del Reino? Quienes tengan las lámparas encendidas, porque se han provisto del aceite, que es el cuidado esta hermosa madre tierra que Él os dio. Así que, cuando Francisco os advierte que seáis cuidadosos con ella, no está haciendo política, sino advirtiéndoos que, si pretendéis ocupar el lugar de Dios, os convertiréis en el peor enemigo de vosotros mismos -ha concluido citando las últimas palabras de su Vicario-.

Dicho lo cual, me ha recordado: Vámonos ya, que se te hace tarde.

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