Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del VII domingo del tiempo ordinario – A –
El evangelista continúa recordando la nueva actitud ante la Ley, que Jesús propuso en el “sermón de la montaña”. Hoy hemos escuchado dos advertencias: a propósito de la venganza y del amor a los enemigos (Mt 5, 38-48). En ambas se manifiesta que la “ley de Cristo” desborda a la antigua Ley del pueblo elegido, pero ¿seremos capaces de llevarla a la práctica?
– Hoy te veo un poco abrumado -me ha dicho Jesús después de saludarme cordialmente-. ¿Qué es lo que te preocupa?
– Que tus palabras son preciosas, pero ¡tan difíciles de practicar! -le he respondido en tono confidencial-. Si no supiera que tú hiciste lo que enseñabas, te diría que eran un brindis al sol.
– ¿Qué es eso de brindar al sol? -me ha dicho intrigado-.
– Perdona; es una expresión del mundo de la tauromaquia; no he caído en la cuenta de que, cuando tú pisaste nuestra tierra, no había corridas de toros. Si un torero brinda la faena a la gente del tendido de sol, que frecuentemente es menos exigente que la del tendido de sombra o la de barrera, se dice que ha hecho un “brindis al sol”. Con esta expresión, aplicada a un político o a alguien similar, el lenguaje coloquial pretende decir que esa persona está actuando de cara a la galería, a sabiendas de que no ha de esforzarse demasiado para cumplir.
– ¡Gracias! Siempre se aprende algo nuevo -me ha dicho sonriendo-. Pues bien, lo de poner la otra mejilla y amar a los enemigos no fue un brindis al sol. No me fue fácil perdonar a quien me abofeteó ante el Sanedrín y menos aún pedir el perdón para los que me crucificaban, pero el Padre me envió a iniciar su reinado, un “Reino de vida, de verdad, de justicia, de paz, de gracia y de amor”, como cantáis con el Salmo 71: ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!
– Así es, pero ¡nos queda tanto camino por andar…!
– Menos del que tú temes -me ha interrumpido-. Recuerda que “se hace camino al andar”. Lo que importa es la voluntad de seguir caminando hacia la meta y de no dejarse vencer por el cansancio. En su origen, el “ojo por ojo y diente por diente” tuvo sentido humanitario para limitar la venganza indiscriminada, que era corriente entre los pueblos orientales; yo os invito a ir más lejos todavía y descubrir el deseo del Padre de romper del todo con esa espiral de violencia que se genera al responder, aunque sea con la misma moneda.
– Bien claro se lo dijiste al apóstol Pedro, cuando sacó su espada en Getsemaní y le cortó una oreja al criado del Sumo Sacerdote: «Vuelve la espada a su sitio, porque todos los que empuñan la espada, a espada perecerán» -he corroborado-. Pero tu propuesta es ardua: poner la otra mejilla, dar también la capa al que te pone pleito para quitarte la túnica, acompañar dos millas a quien te requiere para que le guíes durante una milla, ahí es nada…
– Pero es un modo de actuar precioso, desconcertante y pacificador -ha subrayado apurando su café-. Si una patrulla romana desorientada por los caminos de Palestina, al pedir que se le indicara el camino y se le acompañase una milla, se hubiera encontrado con que se les guiaba durante dos millas, ¿no habría sido más llevadera la convivencia de Israel con los romanos?
– Sin duda -he reconocido-. Y lo mismo me vas a decir de los otros ejemplos, porque, «si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis?». Pero, ¡cuánto nos falta para «ser perfectos como nuestro Padre celestial» y para no hacer con tus enseñanzas un brindis al sol!
– Y ¡cuánto puede conseguir quien con fe me suplica, con la sinceridad de mis apóstoles en el lago, «Auméntanos la fe»! Y ya que estamos hablando de que mi ley es la de la generosidad desbordante, déjame pagar.
Pedro Escartín Celaya