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Nace un nuevo carmelo descalzo por la fusión de los de San José y Santa Teresa

Diócesis de Zaragoza
25 de agosto de 2022

460 años después de la fundación del primer convento reformado, el de San José de Ávila, las hijas de Teresa de Jesús de la ciudad de Zaragoza han constituido una nueva comunidad.

Con pena se ha extinguido el convento de Santa Teresa de Jesús, las otrora ‘Fecetas’, por haber sido fundadas, hace 399 años, por el prohombre zaragozano Diego Fecet, ubicadas en su segunda sede en los altos de ‘La Bernardona’ del barrio de Garrapinillos durante más de 45 años.

Ocho hijas de Teresa quedaban en el primer convento a ella dedicado, y después de un proceso de discernimiento de un año se han fusionado con el convento de San José de la ciudad, sito ahora en la Avda. Cataluña, y dónde sus once hermanas las han recibido con afecto fraterno.

Ha nacido así la comunidad de Carmelitas descalzas de San José y Santa Teresa en la tarde del día de San Bartolomé, con una esperada e intensa lluvia -signo de la presencia del Espíritu y de la efusión de sus dones-, con la celebración de la Santa Misa presidida por el arzobispo de Zaragoza, monseñor Carlos Escribano, y concelebrada por algunos sacerdotes, amigos de las dos comunidades.  En la intimidad del claustro teresiano, como en aquella mañana abulense, Zaragoza tiene un convento menos pero una comunidad más fortalecida.

El obispo de la diócesis ha exhortado a las hermanas a vivir la radicalidad del “para Vos nací“ teresiano, siendo presencia fecunda, viviendo la vocación religiosa con intensidad. “El arzobispo de Zaragoza está aquí -dijo-, porque hay diecinueve esposas de Cristo que están dispuestas a vivir la vocación en el Carmelo descalzo y que la pervivencia de su carisma en la diócesis supone el preguntarse hoy, ‘¿qué mandáis hacer de mí?’, y estar dispuesta a vivirlo hasta las últimas consecuencias“.

Con un sencillo compartir, lleno de la alegría que caracteriza a las casas de Teresa, ha concluido una tarde en la que la presencia del Espíritu ha llenado cada gesto y cada palabra;  cómo cuando se hacen las cosas de Dios: con la sencillez y la humildad de aquellas primeras monjas que se juntaron hace 460 años, en otro día de San Bartolomé, para vivir en la escuela de Jesús, con la mayor perfección que pudiesen.

Ángel Arrebola Fernández

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