La congregación de las Misioneras de Nuestra Señora del Pilar celebró este lunes 28 de octubre en la capilla de la Casa Madre de Huesca una misa en acción de gracias por el 85 aniversario de su fundación que estuvo presidida por el obispo de Teruel y Albarracín, monseñor José Antonio Satué Huerto, y contó además con la presencia de varios sacerdotes.
Con el impulso de la madre Esperanza Vitales Otín, nacida en Lanaja, la congregación cobró vida el 29 de octubre de 1939, fiesta de Cristo Rey, después de la Guerra Civil y contó con el beneplácito del entonces obispo de Huesca, monseñor Lino Rodrigo Ruesca.
En 1962, la Pía unión fue constituida en congregación de derecho diocesano. Para entonces, el número de hermanas había aumentado hasta 153 en 13 comunidades extendidas por Aragón, Navarra y La Rioja. Después abriría sus brazos al mundo para extenderse por Perú, Santiago de Chile, Honduras o El Salvador con misiones y residencias de ancianos.
En su homilía, monseñor José Antonio Satué Huerto dio las gracias «por cada una de las mujeres que se han consagrado a Dios y a la humanidad en este instituto». Hizo hincapié en «la llamada que Dios nos dirige a cada cual a través de su Palabra y del reflejo de la Palabra en la vida de la madre Esperanza», que tuvo «tres pasiones»: la Iglesia, el mundo y Jesucristo.
«En su vida y escritos», recordó el obispo, «rezuma amor a la Iglesia. Se ha hecho realidad en las distintas comunidades, muy unidas e integradas en la pastoral». Aludió a que «la Iglesia precisa de hombres y mujeres que vivan con pasión su pertenencia a la Iglesia» y que estén dispuestos «a dejarse la piel por la Iglesia. No son los otros quienes han de hacerlo, somos todos los bautizados y bautizadas y en todos ha de latir este compromiso por su unidad y compromiso evangelizador».
Su segunda pasión fue el mundo: «No somos del mundo pero garantizamos la presencia de Dios en el mundo», escribió la madre, y «el Concilio Vaticano nos recordó el compromiso de los cristianos con el mundo», continuó el obispo de Teruel y Albarracín.
Monseñor José Antonio Satué Huerto definió después la tercera pasión de la madre fundadora, Jesucristo, que es «la que fundamenta las otras dos. No hay Iglesia sin Cristo, llamó a los discípulos para enviarlos y también para que estuvieran con Él».
La congregación de las Misioneras de Nuestra Señora del Pilar recibió la aprobación pontificia, como congregación de votos simples, el 22 de julio de 1970. Su acción misionera se desarrolla principalmente en el apostolado familiar, en la evangelización y catequesis, en la educación y misiones. La madre Esperanza murió en Huesca en la paz de Cristo a los 93 años, el 24 de mayo de 2005.