SALMO 69
2 Dios mío, sálvame, que me llega el agua al cuello:
3 me estoy hundiendo en un cieno profundo y no puedo hacer pie;
he entrado en la hondura del agua, me arrastra la corriente.
4 Estoy agotado de gritar, tengo ronca la garganta;
se me nublan los ojos de tanto aguardar a mi Dios.
5 Más que los pelos de mi cabeza son los que me odian sin razón;
más duros que mis huesos, los que me atacan injustamente.
¿Es que voy a devolver lo que no he robado?
6 Dios mío, tú conoces mi ignorancia, no se te ocultan mis delitos.
7 Que por mi causa no queden defraudados los que esperan en ti, Señor,
Señor de los Ejércitos.
Que por mi causa no se avergüencen los que te buscan, Dios de Israel.
8 Por ti he aguantado afrentas, la vergüenza cubrió mi rostro.
9 Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre;
10 porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí.
11 Cuando me aflijo con ayunos, se burlan de mí;
12 cuando me visto de saco,se ríen de mí;
13 sentados a la puerta cuchichean, mientras beben vino me sacan coplas.
14 Pero mi oración se dirige a ti, Dios mío, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad, que tu fidelidad me ayude:
15 arráncame del cieno, que no me hunda,
líbrame de los que me aborrecen y de las aguas sin fondo.
16 Que no me arrastre la corriente, que no me trague el torbellino,
que no se cierre la poza sobre mí.
17 Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia,
por tu gran compasión hacia mí;
18 no escondas tu rostro a tu siervo: estoy en peligro, respóndeme en seguida.
19 Acércate a mí, rescátame, líbrame de mis enemigos:
20 Estás viendo mi afrenta, mi vergüenza y mi deshonra,
a tu vista están los que me acosan.
21 La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay, consoladores, y no los encuentro.
22 En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre.
23 Que su mesa les sirva de trampa, sus manjares, de lazo;
24 que sus ojos se nublen y no vean, que su espalda siempre flaquee.
25 Descarga sobre ellos tu furor, que los alcance el incendio de tu ira;
26 que sus terrenos se vuelvan un desierto, que nadie habite en sus tiendas;
27 porque acosan al que tú has herido, cuentan las llagas del que tú has lacerado.
28 Acúsalos, culpa tras culpa, no los declares inocentes;
29 bórralos del libro de los vivos, no sean inscritos con los justos.
30 Yo soy un pobre malherido, Dios mío, tu salvación me levante.
31 Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias;
32 le agradará a Dios más que un toro,
más que un novillo con cuernos y pezuñas.
33 Miradlo, los humildes, y alegraos, buscad al Señor, y vivirá vuestro corazón
34 Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos.
35 Alábenlo el cielo y la tierra, las aguas y cuanto bulle en ellas.
36 El Señor salvará a Sión, reconstruirá las ciudades de Judá,
y las habitarán en posesión.
37 La estirpe de siervos la heredará, los que aman su nombre vivirán en ella.
INTRODUCCIÓN
“Probablemente en esta lamentación quedaron reunidos el llanto y la oración de dos afligidos: uno tal vez acusado de robo (v. 5); el otro, atormentado por su religiosidad y burlado por su fe. El pantano en el que se hunde y las aguas que lo sumergen todo, son las imágenes del hombre al límite de la muerte” (Los salmos explicados para el pueblo). El P. Alonso Schökel se recrea describiendo la intensidad lírica y la capacidad imaginativa del salmo: El salmista se cansa de esperar, se indigna porque le exigen devolver lo que no ha robado, toma a Dios por testigo, se siente devorar por el celo, se le rompe el corazón, estalla en una invectiva contra los enemigos. El texto está sentido y formulado en caliente. Lo sentimos buscando compasión, casi como una limosna, y lo compadecemos.
Por otra parte las descripciones son al vivo: La garganta le quema de gritar; para encarecer un número dice más que los pelos de la cabeza mira cómo cuentan las heridas; nos habla de ojos nublados y espaldas vacilantes. Todo está contado con un gran realismo. No nos cuesta asistir a las escenas.
REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN DEL MENSAJE PRINCIPAL DEL SALMO
PRIMERA PARTE: Grito de socorro y exposición de su situación (v. 2-13)
Le grito a Dios ¡Y nada! (v.2-13).
El salmista pide a Dios que le salve. La imagen de las aguas que van subiendo de nivel y de hundirse en el cieno, visualizan la situación de apuro. El agua arrolladora expresa el peligro extremo. Y lo que más le duele al salmista es el sentimiento de abandono por parte de Dios. La garganta enronquece gritando hacia el salvador; arden sus ojos esperando al Señor… Un tropel de enemigos le persigue sin causa. Le acusan de haber robado y eso es totalmente falso. Y DIOS NO ME ESCUCHA.
El silencio de Dios le atormenta ya que Dios le hace pasar ante los demás como un gran pecador. Él reconoce que ha pecado, pero de ninguna manera se le pueden imputar tales delitos. De ahí su humillación, los insultos y los menosprecios de los que están a su alrededor, de sus propios hermanos. Además, su celo por la causa de Dios, su fervor, su piedad y su fidelidad en el Templo le proporcionan nuevos sufrimientos. Quienes insultan a Dios le incluyen en sus insultos, los bebedores le mezclan en sus canciones, mofándose de sus prácticas piadosas. La multitud se burla de este solitario que siente celo y entusiasmo por las cosas de Dios y Dios no lo escucha. Se siente atormentado y desgarrado en su interior por parte de aquellos que llevan una vida frívola y liviana. “Pero Dios tiene que hacer quizás que de vez en cuando se alcen tales personas para que sean señal y para que, como Elías, en medio de su aparente fracaso, den testimonio de Dios, un testimonio que ya no se olvidará jamás” (Gerhard von Rad).
SEGUNDA PARTE:
Súplica (v. 14-22)
El salmista está tranquilo. Dirige de nuevo su oración a Dios. Si no le responde ahora sabe que un día le escuchará. No duda de su amor misericordioso y de su piedad paternal. Por otra parte Él es el Salvador. Le pide que le libre de la inundación, de hundirse en el cieno, del naufragio que le amenaza precipitarse en los abismos que conducen al seol.
Dios conoce perfectamente el oprobio del salmista y la afrenta que le ocasionan los enemigos. No le tienen piedad. Entonces era corriente aliviar un poco a los gravemente atribulados, dándoles una comida, un pan de consolación. Pero al salmista, que está amenazado de muerte, se le da veneno y vinagre, alimento que no alivia los tormentos, sino que los acrecienta. Le duele más aún el abandono de la familia. “Me he vuelto un extranjero para mis hermanos, un extraño para los hijos de mi madre” (9)
23-29. Imprecaciones
Según la opinión de entonces, la retribución debe realizarse en la tierra, por eso la maldad de estos adversarios debe recibir su justo castigo. Por eso se impone la ley del talión: ojo por ojo. Sin esto, Dios no sería justo. Se impone la venganza de los enemigos. No se trata de una venganza desenfrenada.
Se trata de que el triunfo del justo sobre el malvado, de la verdad sobre la mentira, se producen en este mundo. Ahí es donde se ve si Dios es el Señor y Juez. Se habla, pues, de una sarta de imprecaciones. Todos los males que los enemigos querían para el salmista ahora deben recaer sobre ellos. Por eso pide que sean traicionados esos traidores con venenos en la mesa; con la ruina en la propiedad; con la ceguera en sus ojos, con sus riñones (símbolo de la fuerza) imposibilitados. Que Dios diezme sus rebaños y familia por haberse encarnizado contra un amigo de Dios. Que, en definitiva, sean borrados del libro de la vida. Los enemigos (disimulando que son religiosos) quieren celebrar en el santuario un festín sacrificial, con el cual quieren manifestar su comunión con Dios. Pero Dios no lo consentirá.
TERCERA PARTE. Acción de gracias (v. 30-37)
Dios prefiere las disposiciones del alma que la sangre de animales. (v. 31-32).
El salmista alabará el nombre de Dios con cantos. Normalmente se ofrecían a Dios, en un buen sacrificio, toros de tres años. Pero Dios prefiere sentimientos de reconocimiento, de amor verdadero. Prefiere las disposiciones del alma a la sangre de los animales.
No hay acción de gracias sin contar con los pobres. (v. 33-34).
Acción de gracias por los pobres. Está motivada por el hecho de que Dios no desprecia el grito de los cautivos. “¡Cielo, grita de alegría! ¡Tierra, llénate de gozo!… porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha tenido compasión de él en su aflicción” (Is 49, 13).
Con Dios siempre hay futuro (v.35)
Todas las cosas creadas acompañarán con un himno de alabanza a aquel que ha sido salvado. Así se demuestra que Dios cumplió, cumple y cumplirá su promesa de una manera completa y eficaz. Aquel que estaba anegado en el dolor, empieza a encontrar salida y horizonte en la confianza que brota de la fe. Ese siervo de Dios que ha sufrido, que se ha encontrado abandonado y que ha sido afrentado, es ejemplo y testimonio para todos los que, como pobres, buscan y aguardan la ayuda de Yavé.
TRASPOSICIÓN CRISTIANA
Ravasi: “Es un salmo cargado de odio y de pasión, pero también abierto a la esperanza y a la confianza; tan abierto que, aunque sea con una interpretación muy libre, se convierte en un himno “cristiano””.
Este salmo se cita dos veces en la vida de Jesús: Juan 2,17 y Mateo 27,34.38). Cualquier necesitado se podía dirigir a Jesús con las palabras de este salmo. Y sabemos que Él escuchó el clamor de todos.
Lamentación babilónica: “Busco socorro y nadie me da la mano; lloro y nadie viene en mi ayuda; grito y nadie me oye”.
Coleridge:
“Solo, solo, completamente solo
solo sobre un inmenso, inmenso mar.
Ni un santo tiene piedad
de mi alma en agonía”.
San Agustín: “En Cristo no solamente no hay nada robado sino que Él lo poseía todo sin usurpación. Es despojado para venir a nosotros; con su muerte paga lo que no ha robado: lo que Adán y Lucifer trataron de arrebatarlo. Ellos quisieron robarle la divinidad; perdieron la felicidad”.
San Hilario: “No hay duda de que el salmo contiene en figura la pasión de Cristo. Pues el apóstol Juan, al decir que bebiendo vinagre se cumplen las escrituras y al citar el recuerdo de los apóstoles del dicho ‘el celo de tu casa me devoró’, quita toda duda, y confirma que dichos y hechos se refieren a él”.
Bossuet: “El dolor tiene su semejanza con las aguas amargas… Es preciso entrar hasta el fondo del alma. Tiene sus olas impetuosas que empujan con violencia y se eleva por encima…así como el mar, cuando se le cree calmoso se agita a menudo con una nueva furia”.
Orar en situaron límite. Oración existencial
Hay un momento en el salmo en el que el orante ya no puede más. Sus ojos están nublados para poder ver a Dios y su garganta se le ha quedado ronca de tanto invocarlo. ¿Qué puede hacer? Entonces es la persona entera del salmista la que se convierte en oración. Todo él es un suspiro. Todo él es un grito. Todo él se abandona a Dios. Al final todo él será un himno de alabanza y de acción de gracias. La oración llega a su culmen cuando es toda la existencia humana la que se abre a Dios.
ACTUALIZACIÓN
Para el salmista, Dios es lo más importante.
En un mundo como el nuestro en que cada día Dios importa menos, es hermoso descubrir la fe de un hombre que tiene celo por Dios. Lo que más le preocupa es que, por su causa, Dios perdiera honor, gloria, poder, justicia. No le importaba su humillación, sino el que Dios se sintiera humillado; no le preocupaba su ultraje, sino que Dios quedara ultrajado. A veces nosotros entendemos el celo de Dios por las cosas externas, por el culto, por el cumplimiento de leyes litúrgicas. Está bien, pero el verdadero celo de Dios se cumple en la continua opción por lo serio de un camino cristiano. Celoso es el que pone la fe en lo más vivo de su persona; el que sabe encajar el silencio de Dios en su vida; el que sabe esperar contra toda esperanza.
La historia se repite.
“La Alianza recorre el salmo de punta a punta. Las aguas violentas que amenazan con ahogar y arrastrar al inocente, recuerdan las aguas del Mar Rojo que se abrieron para dar paso a Israel. El lodo en que parece hundirse, recuerda el barro en que quedaron trabados los carros del faraón. El salmista vive en una sociedad opresora, mentirosa, explotadora, un nuevo Egipto, y le pide al Señor de la Alianza, que organice un nuevo Exodo de libertad y de vida para él y para los demás pobres e indigentes”. (José Bortolini).
PREGUNTAS
- A veces parece que Dios se ha olvidado de mí: no me habla, no me escucha, un muro de silencio me separa de Él. En esos momentos, ¿sé esperar con fe? ¿Sigo poniendo en Él toda mi confianza?
- ¿Sé compartir con mi comunidad, mi grupo, todas las experiencias profundas de fe? ¿Me da miedo comunicarlas? ¿Por qué?
- Mi actual vida cristiana, ¿tiene alguna influencia en la gente con la que convivo?
ORACIÓN
“Dios mío, sálvame, que me llega el agua al cuello”
Señor, a veces me encuentro mal, muy mal. Siento un cansancio vital. Todo me pesa; no encuentro sentido en nada. Estoy de vuelta de todo. A veces me pregunto: ¿Para qué seguir viviendo así? Miro al cielo y lo encuentro nublado. Tú, que en otras ocasiones me has dicho tanto, ahora no me dices nada. Tu silencio cae sobre mí y me oprime como una losa. No sé qué hacer, y sin embargo, yo sé que sólo Tú puedes salvarme.
“Me arrastra la corriente”
Sí, debo confesar que no soy libre. Me siento arrastrado por la corriente del mundo. Me atrae el placer, la plata, la satisfacción inmediata. Percibo que la corriente no sólo me lleva, sino que me arrastra. Me lleva más allá de donde yo mismo quiero ir. Y lo que es peor: no tengo fuerza para luchar ni para remar hacia arriba. Me dejo guiar por los valores y criterios del mundo que son totalmente opuestos al evangelio. Señor, lo reconozco: si Tú no me ayudas yo no puedo salir de este remolino del mundo que me hunde cada vez más adentro. Ayúdame, dame fuerza para gritar con San Pedro: “Sálvame, que me hundo”.
“Soy un extraño para mis hermanos”
Señor, Tú también has sentido, en tu propia carne, el golpe frío y seco de la ingratitud. Camino de la cruz todos los discípulos te han abandonado y te han dejado solo. Yo también, a veces me siento solo. Acudo a aquellos que llevan mi propio apellido; aquellas personas por las que corre mi misma sangre… y los siento extraños.
Y es precisamente en esos momentos cuando más necesidad siento de Ti, de Ti sólo y de nadie más. Te necesito. Necesito tu voz cercana, tu mano amiga, tu gesto acariciante. Señor, aunque todos me abandonen, Tú ¡no!
“Buscad al Señor y vivirá vuestro corazón”
Hoy, Señor, tu palabra me da consuelo. Tú mismo dices que vivirás en el corazón del que te busca. Ninguna casa, ninguna mansión, ningún palacio me pueden ofrecer mejor que un corazón habitado por ti. Yo soy un eterno buscador de ti. Habita, Señor, en mi corazón y tendré alegría y paz.