Marta Calavera, vice-ecónoma diocesana y responsable del proyecto de la Casa de la Iglesia, ha sido nombrada representante de las vírgenes consagradas que están presentes en las diócesis de Aragón para formar parte del grupo de servicio al Ordo Virginum en España. El acta de nombramiento se firmó en el Obispado de Barbastro-Monzón, en un sencillo acto presidido por el obispo, Ángel Pérez, y en el que también estuvo presente Margarita Fiat, del OV en la Diócesis de Tarazona.
¿Qué es el orden de las vírgenes consagradas?
El Orden de Vírgenes Consagradas es una forma de consagración la más antigua en la historia de la Iglesia. En los primeros siglos del cristianismo algunas mujeres solteras (porque existió también un orden de viudas) decidieron consagrarse al Señor en virginidad, entregando su vida y su persona al servicio de la Iglesia y así lo fueron haciendo. Primero de forma privada y después públicamente siendo consagradas por su obispo en un rito solemne. Hacían una vida normal, vivían en el mundo, en sus casas, en su trabajo pero se mantenían vírgenes, como personas consagradas a Dios. Llevaban una vida de piedad y oración y de obras de caridad y apostolado. Fueron por ejemplo Vírgenes Consagradas las primeras mártires romanas: Santa Inés, Santa Cecilia, Santa Águeda…
Con el paso del tiempo y a partir del siglo IV en que comenzó a desarrollarse el monacato, las mujeres que querían consagrarse ingresaban en un monasterio por varias razones, siendo la principal la seguridad. En aquella época una mujer sola en el mundo corría ciertos peligros. Así fue desapareciendo esta forma de consagración que quedó prácticamente inexistente hasta el siglo XX.
El Concilio Vaticano II revalorizó este modo de vida como consagración en el mundo y recuperó el Orden de Vírgenes publicándose en 1970 el “Ritual de consagración de Vírgenes” renovado. El Código de Derecho Canónico de 1983 recoge la instauración del Orden de Vírgenes y su identidad en la Iglesia en el canon 604 que dice: “A estas formas de vida consagrada (es decir, monjes, religiosos, ermitaños, miembros de institutos seculares) se asemeja el Orden de las Vírgenes, que, formulando el propósito santo de seguir más de cerca a Cristo, son consagradas a Dios por el obispo diocesano según el rito litúrgico aprobado, celebran desposorios místicos con Jesucristo, Hijo de Dios, y se entregan al servicio de la Iglesia. Son seglares consagradas en fidelidad a Dios y bajo la dependencia del obispo.”
En la actualidad somos unas 5000 en el mundo y en España unas 300 con representación en casi todas las diócesis. En la nuestra solo estoy yo, de momento.
¿Qué distingue este Orden de una congregación religiosa?
A diferencia de las congregaciones religiosas no tenemos fundador ni fundadora. Como he dicho, esta opción de vida surgió de manera individual y se concretó en un ritual de consagración. No tenemos constituciones ni estructura organizada. Cada una vivimos individualmente nuestra consagración en el mundo, en nuestras casas y con nuestros trabajos de los que vivimos. Podemos vivir asociadas, pero mantenemos cada una nuestra independencia e individualidad. Debido a la gran variedad y diversidad con la que puede ser vivida esta vocación, serán necesariamente muy personalizada tanto la preparación a la Consagración como el modo de vivirla según los carismas personales. Tanto la formación como la motivación de la futura candidata deben ser verificadas por el Obispo, porque nos insertamos dentro de la Iglesia y concretamente en nuestra Iglesia diocesana. Es una vocación específicamente eclesial. Sin mediación de comunidad ni superiora vivimos en comunión con nuestro Obispo diocesano y dependemos únicamente de su jurisdicción. Por eso el Obispo es el ministro del rito de consagración y lo celebra preferentemente en su catedral, ante el pueblo reunido.
¿En qué se concreta su carisma? ¿Cuál es su labor?
Nuestro ministerio es principalmente la oración. Nos unimos a la Iglesia orante y el día de nuestra consagración el obispo nos entrega, junto al anillo esponsal, el libro de la Liturgia de las Horas para rezar la oración de la Iglesia, especialmente Laudes y Vísperas. Después, y a partir de aquí, cualquier forma de caridad y apostolado es aceptada, dependiendo del tiempo de que cada una disponga, de sus aptitudes y también en el servicio concreto que pueda encomendarle el obispo.
Yo, en concreto, trabajo profesionalmente en el obispado como vice-ecónoma en tareas de administración y entre eso, la oración, la lectura y formación que es muy importante, no dispongo de muchas horas libres. Soy animadora de comunidad en las parroquias de Huerta de Vero y Salas Altas.
¿Qué le llevó a dar este paso?
Desde el momento en que me di cuenta de que el Señor me pedía una entrega más radical busqué en distintas formas de vida consagrada y tuve varias experiencias. Entonces yo no conocía el orden de vírgenes y no terminaba de encontrar mi sitio. Cuando me hablaron de esta forma de consagración, me puse en contacto con el Ordo Virginum de Canarias, puesto que allí son numerosas y activas, y fui conociendo esta forma de vida que me convenció totalmente.
Encajaba perfectamente con mi formación profesional y mi estilo de vida. El resumen de todo lo que he dicho está recogido en los tres artículos que el Catecismo de la Iglesia Católica dedica el Orden de Vírgenes. Son los números 922-923 y 924 que os leo: “Desde los tiempos apostólicos, vírgenes cristianas llamadas por el Señor para consagrarse a Él enteramente con una libertad mayor de corazón, de cuerpo y de espíritu, han tomado la decisión, aprobada por la Iglesia, de vivir en estado de virginidad “a causa del Reino de los Cielos”. Formulando el propósito santo de seguir más de cerca a Cristo, (las vírgenes) son consagradas a Dios por el obispo diocesano según el rito aprobado, celebran desposorios místicos con Jesucristo, Hijo de Dios y se entregan al servicio de la Iglesia. Por medio de este rito solemne la virgen es constituida en persona sagrada como signo trascendente del amor de la Iglesia hacia Cristo, imagen escatológica de la Esposa celeste y de la vida futura. Semejante a otras formas de vida consagrada, el Orden de las vírgenes sitúa a la mujer que vive en el mundo en el ejercicio de la oración, de la penitencia, del servicio a los hermanos y del trabajo apostólico, según el estado y los carismas respectivos ofrecidos a cada una. Las vírgenes consagradas pueden asociarse para guardar su propósito con mayor fidelidad.”
También quiero señalar lo que la Virgen es para nosotras. En María Inmaculada, llena de gracia, Madre de Dios e Icono perfecto de la Iglesia, las vírgenes consagradas reconocemos a la mujer que ha quedado totalmente disponible al plan de Dios. Contemplando su misterio e imitándola en las actitudes del corazón, la acogemos en nuestro propio camino como hermana y madre. María fue plenamente, en el cuerpo y en el espíritu, lo que nosotras, con todas las fuerzas deseamos ser: vírgenes en el corazón y en el cuerpo, esposas por la total y exclusiva adhesión al amor de Cristo, madres por don del Espíritu.