Luis Argüello: «A los partidos progresistas y conservadores les une una concepción individualista del ciudadano»

Iglesia en Aragón
19 de noviembre de 2024

El arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, inauguró ayer su primera Asamblea Plenaria ordinaria como presidente de la Conferencia Episcopal Española, tras su elección el pasado mes de marzo.  En su discurso, diferenció la parte dirigida hacia la sociedad y hacia la Iglesia en particular.

Argüello abordó en su intervención los principales problemas a los que nos enfrentamos como sociedad a nivel social: la demografía, la vivienda, el trabajo y la convivencia política en España, sin olvidar el drama provocado por las inundaciones en Valencia y otros lugares de España.

En cuanto a la cuestión demográfica, Argüello reflexionó sobre las causas del descenso de la natalidad, que no solo las dificultades económicas y de vivienda a las que se enfrentan los jóvenes sino también causas culturales y ambientales como la expansión de la idea de que no es bueno tener niños, porque coartan la libertad o el desarrollo profesional.

«Estos condicionantes ideológicos han tomado cuerpo en la reciente legislación sobre la persona, el matrimonio y la familia. La problemática familiar no solo no es abordada, sino que desde el Estado se promueven medidas y legislaciones que agravan dichos problemas. España es el farolillo rojo en políticas familiares de protección de la familia y promoción de la natalidad», explicó.

En cuanto a  la cuestión de la vivienda, Argüello subrayó que «para muchas personas la vivienda, alquilada o en propiedad, supone un gasto inasumible y dificulta la vida familiar y social de muchos conciudadanos». Un punto muy relacionado con la falta de trabajo, la temporalidad, la precariedad o la conciliación, a las que también se refirió.

Sobre la migración,  dijo: «La demografía de nuestra sociedad los necesita, pero generan rechazo; el mercado laboral los reclama, pero tiran de las condiciones laborales hacia abajo; viven en nuestros pueblos y barrios y participan en los servicios del estado del bienestar, gracias a sus hijos se mantienen escuelas que sin ellos cerrarían, pero la sanidad y los servicios sociales experimentan límites; a veces, se generan guetos y se pone de manifiesto la dificultad real del multiculturalismo».

En cualquier caso, defendió una vez más la regularización extraordinaria de migrantes que ya están en nuestro país: «La actual tierra de nadie es inaceptable».

El presidente de los obispos se refirió también a la convivencia política a nivel global donde la vida democrática se ha visto devaluada, dijo, al quedar anulados el encuentro y el diálogo a causa de la dialéctica populista y polarizada. «Las deficiencias del ejercicio democrático, falta de respeto al principio de legalidad y supresión de facto de la separación de poderes, junto con el deseo del mercado de lograr una economía eficiente y globalizada que pueda desarrollarse sin muchos límites, alimentan el deseo de algunos líderes de construir democracias (la práctica totalidad de los Estados miembros de la ONU se definen democráticos) más autoritarias», explicó.

En referencia a las consecuencias de las inundaciones provocadas por la DANA aclaró que «ni el Estado ni el mercado pueden salvarnos, aunque en el último tramo del tiempo moderno se hayan presentado como salvadores que pueden cumplir lo que prometen», y añadió que «reducidos a consumidores y votantes, mercado y Estado nos proponen una salvación, ¡el progreso!, que no basta. Pero la tragedia ha vuelto a despertar un alma común y fraterna, un deseo de compartir y ayudar, un don que no es comercio y un compromiso que no es voto. El Estado y el mercado necesitan del don para regenerarse y abandonar toda pretensión mesiánica».

En este punto, señaló que los partidos progresistas y los que son conservadores están muy próximos en su concepción individualista de la persona y animó a hacernos la pregunta central:«¿qué es ser hombre, varón y mujer?», concluyó.

Los asuntos de esta Plenaria

Desde esta reflexión sobre nuestra realidad social presento alguno de los temas que vamos a trabajar en esta Asamblea Plenaria resaltando aquello en lo que contribuyen a abordar algunas claves de lo contemplado.

La acogida del Sínodo

Queremos acoger el documento final, para seguir avanzando hacia una Iglesia sinodal y responder juntos a la pregunta que nos convocó en esta segunda sesión: «¿cómo ser una Iglesia sinodal misionera?». Sinodalidad es el nombre de la acogida plena del Pentecostés del Vaticano II en un mundo en cambio y en una Iglesia que se vuelve a descubrir como pueblo de Dios que peregrina y anuncia. Un pueblo que tiene la forma de Cuerpo de Cristo y que, alentado por el Espíritu Santo, es entre los pueblos, «sacramento, signo en instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano» (LG 1). Sinodalidad es estilo y espiritualidad, relaciones, procesos de toma de decisión, vínculos con las Iglesias hermanas, es su forma de vivir y actuar. El documento final es magisterio ordinario del papa y ha de iluminar nuestros próximos pasos como Iglesia en España.

El anuncio del Evangelio nos concierne a todos y juntos hemos de discernir lo que el Señor nos sugiere para impulsar la misión, tomar las decisiones oportunas, y prever también la evaluación y rendición de cuentas. El documento final nos llama a la conversión de personas, relaciones y procesos para seguir avanzando en la conversión pastoral y así pasar:

  • de una vida eclesial autorreferencial a una Iglesia doblemente descentrada, hacia el Señor (conversión) y hacia el mundo para anunciar el evangelio del reino (vocación);
  • del clericalismo, poder de «clérigos o laicos», a una vocación de servicio en la vocación de cada uno, que se alimenta y encuentra en la comunión eucarística y se expresa en la escucha mutua, el diálogo y la corresponsabilidad diferenciada;
  • y de una vida estática, a una vida misionera de peregrinación, comunicación y entrega del amor recibido.

En la vida misma de la Iglesia hay una tensión en la comprensión de la sinodalidad, que se traduce, no pocas veces, en indiferencia, desencuentros y resistencia a entrar en este camino de conversión, comunión y misión.

El Sínodo nos otorga a los obispos, con nosotros a presbíteros y diáconos, una singular responsabilidad al servicio de la armonía y de la comunión del pueblo de Dios. Hemos de subrayar nuestra colegialidad en provincias eclesiásticas y en esta Conferencia Episcopal. Han de crecer entre nosotros los diálogos que contribuyan al discernimiento eclesial para la misión que hemos de realizar en nuestras diócesis junto con la porción del pueblo de Dios que se nos ha encomendado. En esta Asamblea Plenaria os propongo hacer un ejercicio de conversación en el Espíritu, en el que compartamos los ecos que el documento final del Sínodo haya suscitado en nosotros y sugiramos los pasos que dar en nuestra Conferencia al servicio de la comunión misionera en y entre nuestras Iglesias diocesanas. Hemos de ver como acompañarnos y apoyarnos en nuestro ministerio. También el documento recuerda a los obispos eméritos. Esta Plenaria quiere, a propuesta de la Comisión episcopal para el Clero y los Seminarios y la Vicesecretaría para Asuntos Económicos, estudiar su situación en orden a elaborar unos criterios mínimos comunes para la mejor atención que las diócesis les ofrecen y para resaltar y acoger su experiencia «en su nuevo modo de estar al servicio del pueblo de Dios» (Documento final de la XVI Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, n. 71).

El Sínodo ha considerado que la transparencia, la responsabilidad y rendición de cuentas, junto con la revisión y evaluación, son una piedra de toque de la confianza y credibilidad de la Iglesia en el desempeño de su misiónEn esta línea van dos de los asuntos que trataremos estos días: la información del órgano de cumplimiento normativo y la información del Servicio de Coordinación y Asesoramiento de las Oficinas para la Protección de Menores: Plan de Reparación Integral de Víctimas de Abusos (PRIVA) y puesta en marcha de la Comisión asesora de reparación integral.

Hago mía la pregunta de Tomás Durán Sánchez, presbítero de Salamanca (7): ¿cómo puede ser la sinodalidad un fermento, una luz y sal para el momento presente de la sociedad, la cultura y la política? Ofrecemos esta palabra del papa Francisco, un tanto desconocida, que es una luz tanto para vivir esta comunión en la Iglesia (hacia dentro) como en la sociedad actual (hacia fuera), pues en ambas hay que sembrar la sinodalidad, que no es sino la escucha y el diálogo para el acuerdo y la comunión. Él ha apostado, desde el principio, por una Iglesia sinodal como «estandarte alzado entre las naciones»:

Nuestra mirada se extiende también a la humanidad. Una Iglesia sinodal es como un estandarte alzado entre las naciones (cf. Is 11,12) en un mundo que —aun invocando participación, solidaridad y la transparencia en la administración de lo público— a menudo entrega el destino de poblaciones enteras en manos codiciosas de pequeños grupos de poder. Como Iglesia que «camina junto» a los hombres, partícipe de las dificultades de la historia, cultivamos el sueño de que el redescubrimiento de la dignidad inviolable de los pueblos y de la función de servicio de la autoridad podrán ayudar a la sociedad civil a edificarse en la justicia y la fraternidad, fomentando un mundo más bello y más digno del hombre para las generaciones que vendrán después de nosotros. Francisco, Discurso con motivo de la conmemoración del 50 aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos (Roma, 17-10-2015).

Congreso de Pastoral Vocacional 

El gran objetivo de este Congreso es celebrar una gran fiesta de la Iglesia que la muestre como «asamblea de llamados», pues eso quiere decir la palabra Iglesia —Ecclesia: asamblea de los llamados—. Un encuentro eclesial que, con su preparación y acogida posterior, ayude a reconocer que el Señor sigue llamando —a la vida, a la fe y a la misión— y, por ello, la vida cristiana es vocación, más aún, la vida es vocación, en cuanto se vive como respuesta a una llamada.

El segundo objetivo del Congreso es impulsar y consolidar en cada una de nuestras diócesis un servicio que anime la vida vivida como vocación y promueva los distintos caminos vocacionales. Queremos dar pie a un ejercicio de colaboración un proyecto compartido entre laicos, matrimonios, consagrados y sacerdotes. No podemos hablar de vocación sin vocaciones y no tienen sentido las vocaciones sin vocación. Somos la asamblea de los llamados para la misión.

El papa Francisco dijo a los jóvenes en el acto de inauguración de la JMJ de Lisboa: «Ustedes no están aquí por casualidad. El Señor los llamó, no solo en estos días, sino desde el comienzo de sus vidas. A todos nos llamó desde el comienzo de la vida […]. Hemos sido llamados, ¿por qué? porque somos amados». Insistió el papa: «Dios te ama, Dios te llama Dios me ama, Dios me llama» y, recordáis, los que estuvimos en aquella colina, aquello que terminó diciéndonos Francisco: «Digámoslo juntos, Dios me ama, Dios me llama, digámoslo juntos» (Francisco, Discurso con motivo de la XXXVII Jornada Mundial de la Juventud (Lisboa, 3-8-2023).

El Señor sigue llamando, este es un punto de partida asegurado que nos llena de esperanza. De esta afirmación de fe surgen dos preguntas que se convierten tareas: ¿el pueblo de Dios desea, siente la necesidad de las vocaciones? ¿Los llamados son libres para escuchar y responder a la llamada? Esta convocatoria eclesial quiere encender y avivar el deseo de vivir la vida como vocación y el deseo de las vocaciones concretas, acompañando a los llamados en el camino de discernimiento.

Aportación de la cultura vocacional a nuestra sociedad

Además de su indudable importancia eclesial, promover la vida como vocación es un asunto de importancia política en la sociedad en la que vivimos que entroniza los derechos, la libertad y postula la autonomía radical. Se echan de menos hombres y mujeres, que, además de enarbolar banderas de valores, estén dispuestos a empeñar su propia vida en aquello que proclaman. Es de una importancia política de primer grado que no solamente promovamos los derechos humanos, sino que promovamos los deberes humanos. Y quién sino la Iglesia puede generar un ambiente de deber de amor como respuesta al amor de Dios y al prójimo.

Nuestra tesis, «Dios me ama, Dios me llama, respondo dando forma a ese amor», vivida en el seno de la comunidad cristiana, tiene una singular relevancia política, social y económica. Una antropología de la vocación ayuda a dar el paso que resumimos con la expresión «del pienso luego existo, al soy amado-llamado por eso vivo». El propio papa nos lo hizo gritar con fuerza en la colina del encuentro, «soy llamado, soy amado», por eso existo, porque he sido llamado como un hecho de amor, por eso vivo. Y si esta es la clave de la antropología, somos don, la gramática de la existencia es ofrecerse como don a los otros. Por eso, la propuesta de la vida como vocación, ayuda a caer en la cuenta de nuestra verdad más profunda, que está escrita en el corazón. Dice Francisco en Christus vivit«Muchas veces, en la vida, perdemos tiempo preguntándonos: “Pero ¿quién soy yo?”. Y tú puedes preguntarte quién eres y pasar toda una vida buscando quién eres. Pero pregúntate para quién soy yo» (Francisco, exhortación apostólica postsinodal Christus vivit, 286).

El tiempo moderno dio un giro antropológico que ha permitido descubrir el significado de la conciencia, la importancia del sujeto y el papel de la libertad. Aunque la deriva exagerada del «giro» ha generado «el hombre sin vocación». El giro de la libertad ha sido necesario, porque la propuesta vocacional no la podemos hacer sino a personas libres. No se puede amar sin libertad. Estamos llamados a vivir en la Iglesia una experiencia que aporte a la sociedad en la que vivimos la novedad de la cultura vocacional. Este desafío está en la base de nuestra propuesta, cómo poner la libertad de nuestros contemporáneos en relación con la gracia para que se libere la libertad, se abra el amor y se genere una cultura, la de los hijos y hermanos, la cultura de los pecadores perdonados, la de quienes miran con esperanza la muerte.

La vida como vocación, expresión de la conversión pastoral y misionera

Ahora estamos llamados a dar un giro en nuestra propuesta pastoral conforme a la antropología vocacional que reconocemos y anunciamos. Nuestra pastoral, haciendo juego de manera más o menos consciente con la antropología dominante, ha estado marcada por la opción y los valores, la opción vocacional, la opción de seguir a Cristo. En ella el protagonista y quien marca el territorio es el que opta, no el que llama. Ahora, fieles a la antropología vocacional, «Dios me ama, me llama», queremos girar nuestra acción hacia una pastoral de la obediencia y de la santidad que no anula la libertad, pues no es posible responder a la llamada sin ser libre.

La propuesta vocacional es una aportación espléndida a la conversión pastoral que el papa nos pide en el camino sinodal (9) y en la salida misionera que ya propone en Evangelii gaudiumPero además es una aportación a la edificación del bien común en la sociedad desvinculada. Este camino pasa por sacar brillo con todas las consecuencias al bautismo y lo que el bautismo supone como don y llamada a la vida nueva y a entender la vida como respuesta al amor de Dios.

Agradezco el trabajo conjunto de cuatro Comisiones episcopales (Clero y SeminariosVida ConsagradaLaicos, Familia y Vida con sus dos Subcomisiones de Familia Juventud e Infancia, y Misiones) a las que se ha añadido el Secretariado para el Sostenimiento de la Iglesia con la espléndida campaña «¿Y si lo que buscas está en tu interior?», que hemos conocido en estas semanas. La Iglesia precisa recursos económicos, pero, sobre todo, necesita personas.

Proyecto marco de pastoral con jóvenes.
¡Poneos en camino! Lc 10,3

Si el Congreso sobre las vocaciones transforma en lema la pregunta que el papa propone en Christus vivit¿para quién soy yo?, es también esta exhortación apostólica y todo el camino vivido antes y después de la XV Asamblea general del Sínodo, celebrada en octubre de 2018, sobre el tema: «Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional», el que motiva la propuesta que la Comisión Episcopal de Laicos, Familia y Vida trae a esta Plenaria de la mano de la Subcomisión de Infancia y Juventud. De hecho, el borrador de proyecto marco está elaborado siguiendo el esquema del documento final de dicho Sínodo.

También el documento final del Sínodo, recientemente celebrado, habla de la pastoral con jóvenes:

Por eso, es esencial ofrecerles un acompañamiento atento y paciente; en particular, merecer ser asumida la propuesta, surgida gracias a su contribución, de «una experiencia de acompañamiento con vistas al discernimiento», que inclu- ye la vida fraterna compartida con educadores adultos, un compromiso apostólico para vivir juntos al servicio de los más necesitados; ofrecer una espiritualidad enraizada en la oración y la vida sacramental (n. 58).

El proyecto es una vibrante invitación a caminar juntos y quizás sea, junto al permanente desafío de la iniciación cristiana, unos de los asuntos de la vida de la Iglesia de hoy que más nos convocan a la conversión pastoral al servicio de la comunión misionera de consagrados, laicos y el ministerio ordenado.

En la mirada realizada a la sociedad española, la situación de adolescentes y jóvenes aparece en la familia, el trabajo, la vivienda y las perspectivas de futuro. El camino que la Iglesia quiere realizar con sus miembros más jóvenes es también un servicio al bien común.

Seminarios y centros de enseñanza de la Teología en España

Un ejemplo concreto de discernimiento eclesial y toma de decisión con estilo sinodal es el que la Iglesia española en cada una de sus diócesis y en algunas instituciones de vida consagrada esta llamada a realizar sobre dos asuntos muy sensibles en la vida eclesial: los seminarios y los centros de enseñanza de la Teología. Así, dedicaremos un tiempo a dialogar sobre el documento final del plan de puesta en marcha de los criterios para la reforma de los seminarios en España y también sobre la reestructuración de los institutos teológicos e institutos superiores de Ciencias Religiosas. En ambos casos a partir de comunicaciones recibidas de la Santa Sede.

La Iglesia al servicio de los pobres

El n. 19 del documento final del Sínodo nos recuerda: «En el corazón de Dios hay un lugar preferente para los pobres» (EG 197), los marginados y excluidos, y por tanto también en el de la Iglesia. En ellos la comunidad cristiana encuentra el rostro y la carne de Cristo, que, de rico que era, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Cor 8,9). Como un pequeño signo de la permanente respuesta a esta llamada, esta Asamblea va a recibir información de Manos Unidas, Campaña contra el Hambre, conoceremos el proyecto Red- week de Ayuda a la Iglesia Necesitada y el proyecto Hospitalidad Atlántica. También será informada de la situación de los damnificados por la gran riada.

Jubileo, peregrinos de esperanza

Para concluir, permitidme que os ofrezca dos textos sobre la esperanza ya a las puertas de jubileo. El primero es de Byung-Chul Han (10):

Pasamos de una crisis a la siguiente, de una catástrofe a la siguiente, de un problema al siguiente. De tantos problemas por resolver y de tantas crisis por gestionar, la vida se ha reducido a una supervivencia. La jadeante sociedad de la supervivencia se parece a un enfermo que trata por todos los medios de escapar de una muerte que se avecina. En una situación así, solo la esperanza nos permitiría recuperar una vida en la que vivir sea más que sobrevivir. Ella despliega todo un horizonte de sentido, capaz de reanimar y alentar a la vida. Ella nos regala el futuro […]. La democracia es incompatible con el miedo. Solo prospera en una atmósfera de reconciliación y diálogo. Quien absolutiza su opinión y no escucha a los demás ha dejado de ser un ciudadano.

El otro es de Julián Carrón (11):

¿Qué presencia es capaz de vencer el miedo profundo, el que nos paraliza en el fondo de nuestro ser? No cualquier presencia. Por este motivo Dios se ha hecho hombre, se ha convertido en una presencia histórica, carnal. Solo el Dios que entra en la historia como hombre puede vencer el miedo profundo, como nos lo ha testimoniado (y testimonia) la vida de sus discípulos. «Solo este Dios nos salva del miedo del mundo y de la ansiedad ante el vacío de la propia vida. Solo mirando a Jesucristo, nuestro gozo en Dios alcanza su plenitud, se hace gozo redimido» (Benedicto XVI, Homilía, Ratisbona, 12 de septiembre de 2006). Tales afirmaciones son creíbles únicamente si vemos aquí y ahora personas en las que se documenta la victoria de Dios, su presencia real y contemporánea, y por ello un modo nuevo de afrontar las circunstancias, lleno de una esperanza y de una alegría normalmente desconocidas, y a la vez orientado a una laboriosidad indómita.

¡El momento que estamos viviendo puede llegar a ser una gran ocasión! Lo será si nuestros ojos iluminados descubren el paso del Señor por la historia y nuestro corazón fortalecido se entrega al amor más grande caminando por sus huellas en un pueblo. ¡Juntos!

Dejémonos atraer desde ahora por la esperanza y permitamos que a través de nosotros sea contagiosa para cuántos la desean. Que nuestra vida pueda decirles: «Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor» (Sal 27,14). Que la fuerza de esa esperanza pueda colmar nuestro presente en la espera confiada de la venida de nuestro Señor Jesucristo a quien sea la alabanza y la gloria ahora y por los siglos futuros. Francisco, Spes non confundit25.

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