Desde 1959, la Iglesia española celebra en este III Domingo de Cuaresma el Día de Hispanoamérica. Una Jornada organizada por la Conferencia Episcopal para recordar a los sacerdotes, religiosas y religiosos, consagrados y laicos misioneros en Hispanoamérica. Iglesia en Aragón se ha fijado sin embargo este año en aquellos “latinos” que han decidido servir entre nosotros, llamados para suplir la falta de vocaciones tanto en las parroquias como en los conventos, colegios y congregaciones de nuestra comunidad.
La historia es a veces un camino de ida y vuelta. Los misioneros, que en nuestra niñez eran la aguerrida gente de nuestros pueblos que cruzaba “el charco” para estar con los más pobres, son hoy aquellos niños de Colombia, Perú o México que hoy están entre nosotros. En Aragón llevan ya el cuidado de más de un tercio de nuestras parroquias, y son también quienes nutren los monasterios con nuevas vocaciones que van renovando las envejecidas filas de religiosos y religiosas que nos quedan. De las 1335 parroquias que tienen nuestras seis diócesis aragonesas, medio millar cuentan con el servicio de alguno de los 114 sacerdotes venidos de Hispanoamérica y que suponen ahora mismo el 16% del presbiterado de Aragón. Las cifras no dejan lugar a dudas: han venido a ocuparse de los últimos. Pueblos pequeños, dispersos y remotos, con una población envejecida, en los que la orografía, el clima y, sobre todo, la soledad, no ponen las cosas fáciles.
EJEMPLO DE COMPROMISO
Buena muestra de ese compromiso por nuestra realidad más difícil lo encontramos en la comunidad de Misioneros de la Natividad de María, en la diócesis de Tarazona, donde atienen a un buen puñado de parroquias del Alto Jalón. «Al llegar por primera vez, experimentas un cambio radical», nos dice su superior, Eladio Villa, quien tomó las riendas de la congregación hace apenas unos meses. «Fue un contraste muy fuerte entre lo que dejas y lo que encuentras: una sociedad envejecida, con un alto nivel de secularización, donde lo religioso se vive de forma muy distinta». El proceso de adaptación ha sido mutuo, explica. «Hace 22 años, cuando llegamos de México, fue también un choque para la gente de la zona. Éramos mexicanos, muy jóvenes… Estaban acostumbrados al cura de toda la vida».
Sin embargo, este sacerdote mexicano, como el resto de sus compañeros, siente que forma parte de una misión «especial». Atender a las diócesis más necesitadas de curas, atendiendo las parroquias menos “atractivas”, es una forma de estar con los últimos. «El proceso se ha normalizado y nuestro carisma y espiritualidad ha calado en las gentes».
El cardenal Prevost, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, ha publicado un mensaje para este Día. A partir del lema de este año «Arriesgan su vida por el evangelio» comienza su escrito con el recuerdo a San Óscar Romero: «Era un hombre que amaba a Dios y a su pueblo. A través de un proceso de purificación y conversión, descubrió que el amor de Jesús hay que ofrecerlo más allá de la zona de confort, arriesgando la vida», explica. El cardenal señala además que «esta es la más grande verdad. La vida encuentra su destino verdadero en el amor. El amor que implica ofrendar la vida por nuestros hermanos trascendiendo la retórica y sumergiéndonos en la gran aventura que significa seguir la vocación que el Señor nos ha confiado».
«MISIÓN AMÉRICA»
En este sentido, invita a la lectura de la encíclica del papa Francisco Evangelii gaudium, donde también se encuentra esta llamada a la radicalidad del evangelio. «La propuesta es vivir en un nivel superior, pero no con menor intensidad»: «La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad», asegura.