La respuesta está en la misión del catequista nativo: no solo da catequesis, sino que es animador de la comunidad, preside la celebración de la Palabra, cuida de los enfermos y del sagrario, cuida del templo y sobre todo prepara los sacramentos…domina la lengua nativa y puede traducir la Biblia y el Catecismo. El misionero, que pasa de vez en cuando, poco puede sin apoyarse en él.
Estos catequistas tienen tanta importancia que la Iglesia universal les dedica una jornada y una colecta pontificias, que coincide con el día de la manifestación del Señor a todos los pueblos de la tierra, con la Epifanía, la fiesta de Reyes. La de este año tiene por lema ‘Iglesia local en misión’. Además, en España se celebra el día del Instituto Español de Misiones Extranjeras (IEME).
Ba Abel Fwalanga es un catequista de Zambia. Tiene muy claro que ha de trabajar “para que la fe empape los corazones de la gente…Los catequistas -afirma- somos responsables de evangelizar a nuestra gente, evangelizar desde nuestras tradiciones y cultura”. Para realizarlo es indispensable la formación bíblica, doctrinal y catequética.
La Jornada de los Catequistas Nativos incide en esta necesidad de formación. María Laracuende es catequista de un pueblo llamado Fundación, en República Dominicana, y es consciente de que la mayor debilidad en los catequistas es “la falta de experiencia de Dios, pues, cuando uno no está fortalecido por la Palabra de Dios y no le abre su corazón, entonces falla la entrega y hablas sin sentido profundo”.
Esta realidad no es ajena a nuestras diócesis aragonesas: sabemos cuánto esfuerzo cuesta formar un buen catequista y, para ello, no escatimamos en escuelas, cursos, convivencias, retiros. Tenemos medios para hacerlo. Pero en Zambia y en República Dominicana, no.
Que Ba Abel Fwalanga se forme como catequista, supone que deje su comunidad varias semanas, que alguien del pueblo le cuide la tierra y el ganado, que camine kilómetros y kilómetros, que durante los días de formación tenga alojamiento y comida. Para esto es la colecta pontificia. Y sin embargo, en España mengua año tras año. En Aragón prácticamente ha dejado de celebrarse. En Zaragoza, todavía pervive pero casi pasa inadvertida. En 2017, se recaudaron 1.467,92 euros. En 2018, 1.000 €.