Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio en la fiesta de Navidad – A –
En la fiesta de Navidad hay tres eucaristías: la de medianoche, la de la aurora y la del día, el párroco ha querido relacionar los tres evangelios (Lc 2, 1-14, en la de medianoche; Lc 2, 15-20, en la de la aurora; y Jn 1, 1-18, en la del día) y yo me he hecho un lío con tanto texto bíblico. Pero dos frases se me han grabado: la de la Misa de medianoche –«lo acostó en un pesebre porque no tenían sitio en la posada»– y la de la Misa del día –«La Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros»-. Mucho es esto para un solo café, pero…
– Te veo un poco nervioso -me ha dicho Jesús después de saludarnos-.
– Es que tres evangelios en un mismo día son mucha tela -he replicado sin perder tiempo-.
– ¡Tranquilo! -me ha dicho sonriendo- Haya paz en la tierra, que hoy es Navidad…
– ¡Y gloria a Dios en el cielo! -he añadido. Luego, poniendo la taza en mis manos he continuado-: Que tu primera cuna fuera un pesebre me deja perplejo y acomplejado.
– ¿Qué esperabas? -ha reaccionado-. El profeta Amos había denunciado que los que se acuestan en camas de marfil no se afligen por el desastre de los pobres de mi pueblo. El Padre quiso que compartiera la suerte de los pobres y así ha sido desde el seno de mi madre. Más de una vez te he dicho que mi encarnación no fue de apariencia, de trampa y cartón (¿se dice así, no es verdad?), sino tan real como vuestros sufrimientos y alegrías…
– Sufrimientos, muchos y alegrías más bien pocas -he precisado interrumpiéndole-.
– No te quejes -me ha dicho descansando su mano sobre mi hombro-: seguro que otros lo pasan peor, pero vuestra balanza tiene trampa: los gozos siempre pesan menos que las penas y no es así. Pero te agradezco que te duela la angustia de María y del bueno de José al no encontrar un lugar más aparente para que mi madre me pariera, porque ¿cuántos de vosotros habéis nacido en un establo? -me ha dicho sin acritud-.
Me ha quedado callado y he tomado un sorbo de café para hacer soportable el silencio. Después he continuado:
– También me ha “tocado” otra frase de los evangelios de hoy; en la Misa del día, el evangelista Juan nos dice que «la Palabra se hizo carne y puso su tienda entre nosotros».
– Es justamente lo que estamos comentando -ha dicho apurando su café-, pero no sé si has reparado en un matiz, subrayado por el proceso Sinodal que ha puesto en marcha mi Vicario.
– ¿A qué te refieres? -he respondido con sorpresa.
– Si has leído el documento de trabajo para la etapa continental del Sínodo, te habrás dado cuenta de que lleva por título una frase del profeta Isaías: «Ensancha el espacio de tu tienda». El icono de la tienda de campaña que yo planté en medio de las vuestras cuando me encarné hay que ensancharlo; mi tienda es “un espacio de comunión”, un lugar de participación, una base para la misión. Después de escuchar, en la primera etapa, las preocupaciones y sugerencias de mi pueblo, tenéis ahora la ardua tarea de discernir lo que el Espíritu os quiere decir a través de tantos miles de aportaciones. No lo conseguiréis si no os ponéis a rezar: «Ven, Espíritu Santo: ¡sé tú el guía de nuestro caminar juntos!», y si no ensancháis la lona de mi tienda de campaña para que muchos otros puedan guarecerse en ella. Este es el regalo de Navidad de Francisco en este año.
– Prometo agradecerlo y tomármelo en serio -he dicho mientras pagaba los cafés que nos hemos tomado y nos despedíamos hasta 2023-.