Resulta paradójico, si no preocupante, que en junio de 2020 tengamos que estar reclamando libertad para elegir cómo queremos educar a nuestros hijos. Pero sí, aquí nos encontramos, recordando que nuestra Constitución ampara el derecho a la educación y la libertad de enseñanza y muy preocupados por la tramitación, en pleno estado de alarma, de una nueva Ley educativa, de nuevo sin el necesario consenso, que menosprecia la asignatura de Religión y da así la espalda al principio de educación integral.
Nos estamos jugando mucho y, como nos recuerda la Comisión para la Educación y Cultura de la Conferencia Episcopal Española, no podemos quedarnos al margen y hemos de aportar, para construir, en el debate público para su tramitación. De hecho ya lo vienen haciendo, con diversas iniciativas, las delegaciones de Enseñanza de las diócesis españolas, que este jueves repicaban en Twitter que #ReliSumaMás, etiqueta reivindicativa de que la Religión en la escuela debe ser evaluable y computable, con carga lectiva suficiente y normalizada curricularmente como en el marco escolar europeo, y con una alternativa. Una alternativa para poder elegir.
Porque, volvemos al principio, defendemos la clase de Religión porque defendemos la libertad como un instrumento para lograr una sociedad integradora y respetuosa, con individuos libres, felices y fecundos. Queremos que sume porque esta asignatura no es un problema sino una solución educativa para diseñar un futuro cimentado en valores, con unidad y pluralidad. La defendemos porque, más que sumar, multiplica y nos “invita a dejar el mundo mejor de lo que lo encontramos, a vivir valores fundamentales: construir la paz, ser generosos, empáticos, tolerantes, alegres…”. Lo dice una madre de familia que, libremente, escogió que sus hijas estudiaran Religión.
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