“El Padre está en mí y yo en el Padre».
1.-Oración introductoria.
Señor, hoy traigo a mi oración esta preocupación personal: Cuando tú vivías entre nosotros hubo personas que estuvieron cerca de ti, escucharon tus palabras, fueron testigos de tus milagros y, sin embargo, no creyeron. Y me pregunto: ¿Me pasará a mí lo mismo? Porque yo todos los días escucho tu palabra, hago oración, celebro la Eucaristía, pero ¿Creo de verdad? ¿Te creo a ti capaz de llenar mi vida? ¿Nota la gente que soy cristiano? Señor, creo, pero aumenta mi fe.
2.- Lectura reposada de tu palabra. Juan 10, 31-42
En aquel tiempo los judíos trajeron otra vez piedras para apedrearle. Jesús les dijo: «Muchas obras buenas que vienen del Padre os he mostrado. ¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme?» Le respondieron los judíos: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios». Jesús les respondió: «¿No está escrito en vuestra Ley: Yo he dicho: dioses sois? Si la escritura llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la Palabra de Dios – y no puede fallar la Escritura -a aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, ¿cómo le decís que blasfema por haber dicho: «Yo soy Hijo de Dios»? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed por las obras, y así sabréis y conoceréis que el Padre está en mí y yo en el Padre». Querían de nuevo prenderle, pero se les escapó de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había estado antes bautizando, y se quedó allí. Muchos acudieron a Él y decían: «Juan no realizó ninguna señal, pero todo lo que dijo Juan de éste, era verdad». Y muchos allí creyeron en Él.
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
Jesús es el revelador del Padre. Jesús dedicó toda su vida a decirnos cómo era Dios, su Padre. Jesús no vino a decirnos que Dios existe sino a descubrirnos lo maravilloso que es ese Dios a quien tantas veces nombramos, tantas veces escuchamos, tantas veces lo estudiamos y, sin embargo, tan poco y tan mal lo conocemos. Lo peligroso es querer encerrar o encasillar a Dios en figuras, imágenes, o tradiciones. De Dios nadie habla bien sino Dios mismo y su Hijo que ha vivido durante toda la eternidad en su regazo. Los judíos, por cerrarse a una idea de Dios, no llegaron nunca a conocerle. Jesús nos revela al Padre por medio de sus palabras, de sus silencios, de sus actuaciones. Si Jesús acaricia a un niño es para decirnos: así de cariñoso es el Padre. Si Jesús cura a un enfermo, es para decirnos: así de compasivo es el Padre. Si perdona los pecados, es para decirnos: así de misericordioso es el Padre. Nosotros conocemos a Dios a través de las obras de Jesús. Te fijas en Jesús y aprendes los maravillosos que son los proyectos del Padre. Te fijas en Jesús y aprendes la ternura que encierra el corazón del Padre. Te fijas en Jesús y aprendes a llamar a Dios “Papá y mamá”. Dios es antes de la clasificación por razón del sexo. Haciendo nosotros las mismas obras que hacía Jesús, también nosotros podremos revelar hoy el rostro del Padre a tantas personas que lo desconocen totalmente.
Palabra del Papa
“No basta encontrar a Jesús para creer en Él, no basta leer la Biblia, el Evangelio, eso es importante ¿eh?, pero no basta. No basta ni siquiera asistir a un milagro, como el de la multiplicación de los panes…Y si tú tienes el corazón cerrado, la fe no entra. Dios Padre siempre nos atrae hacia Jesús. Somos nosotros quienes abrimos nuestro corazón o lo cerramos. La fe, que es como una semilla en lo profundo del corazón, florece cuando nos dejamos “atraer” por el Padre hacia Jesús, y “vamos a Él” con ánimo abierto, con corazón abierto, sin prejuicios; entonces reconocemos en su rostro el rostro de Dios y en sus palabras la palabra de Dios, porque el Espíritu Santo nos ha hecho entrar en la relación de amor y de vida que hay entre Jesús y Dios Padre. Y ahí nosotros recibimos el don, el regalo de la fe”. (Homilía de S.S. Francisco, 9 de agosto de 2015).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto que acabo de meditar. (Guardo silencio)
5.-Propósito. No intentaré defender a Dios con mis palabras. Procuraré hacerlo con mis obras.
6.-Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, antes de terminar este encuentro que he tenido contigo quiero que me ayudes a conocer el verdadero rostro de Dios. Porque yo suelo obrar según el rostro de Dios que llevo dentro. Si Dios es para mí un ser lejano, que no se preocupa de mí, que me asusta con su poder, yo tendré con mis hermanos unas relaciones frías, distantes, poco humanas. Pero si a través de Jesús yo descubro a un Dios Padre bueno, compasivo, lleno de ternura, yo seré bondadoso y cariñoso con mis hermanos. Y eso es lo que yo quiero para mí y para todos los cristianos.
ORACIÓN POR LA PAZ.
«Señor Jesús, Príncipe de la Paz, mira a tus hijos que elevan su grito hacia ti: Ayúdanos a construir la paz. Consuela, oh Dios misericordioso, los corazones afligidos de tantos hijos tuyos, seca las lágrimas de los que están en la prueba, haz que la dulce caricia de tu Madre María caliente los rostros tristes de tantos niños que están lejos del abrazo de sus seres queridos. Tú que eres el Creador del mundo, salva a esta tierra de la destrucción de la muerte generalizada, haz que callen las armas y que resuene la dulce brisa de la paz. Señor Dios de la esperanza, ten piedad de esta humanidad sorda y ayúdala a encontrar el valor de perdonar». (Parolín, Secretario del Estado Vaticano)