Lectio Divina; 7 de junio de 2024

Raúl Romero López
3 de junio de 2024

Fiesta del Sagrado Corazón.

1.- Oración introductoria.

Señor, hoy es un día muy bonito porque celebramos la fiesta más grande de todas: la fiesta del corazón. Lo propio del corazón es amar. Un corazón está sano cuando ama  mucho y  ama bien. Un corazón está enfermo cuando ama poco o ama mal. Celebrar  la fiesta de tu corazón  es celebrar el inmenso amor que Tú  nos  tienes. Sí, Jesús, estamos en fiesta porque nos amas tanto.  Y eso es lo que nosotros hoy queremos celebrar. 

2.- Lectura reposada del Evangelio. Juan 19, 31-37

Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado – porque aquel sábado era muy solemne – rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.


3.- Qué dice el texto bíblico.


Meditación-reflexión.

Las tres lecturas que ha elegido la liturgia de este día son tan bellas que no me puedo resistir a decir un poco de cada una. Cuando uno lee a Oseas en el capítulo once y no se emociona es que no tiene corazón. Es la idea de un Dios que es Padre y-Madre. Un Dios que llama a su hijo pequeño, le atrae con cuerdas de amor. Le enseña a caminar, lo levanta para besarle, y se inclina como la mamá para dar de mamar a su bebé. Así de tierno, de cariñoso, de encantador, es Dios. En la segunda lectura, San Pablo cae de rodillas ante el Padre que, en Jesús, el Señor, ha derramado todos los tesoros de su amor. Un amor que rebasa todas las medidas. Más alto que lo más alto de los cielos; más ancho que lo más ancho del horizonte; más profundo que lo más profundo de los mares. La medida de su amor es: “que no tiene medida”. Y el evangelio de Juan, el evangelista de la profundidad, el evangelista del Espíritu, nos presenta una escena escalofriante: “Mirarán al que atravesaron”. Aquel que por amor se dejó atravesar, nunca debe ser olvidado, siempre debe ser mirado  por unos ojos enamorados. El que fue elevado a la Cruz por amor, debe atraer a todos a su amor, debe atraer  las miradas de todos los corazones hacia Él.  

Palabra del Papa

Este amor, esta fidelidad del Señor manifiesta la humildad de su corazón: Jesús no vino a conquistar a los hombres como los reyes y los poderosos de este mundo, sino que vino a ofrecer amor con mansedumbre y humildad. Así se definió a sí mismo: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. Y el sentido de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, que celebramos hoy, es que descubramos cada vez más y nos envuelva la fidelidad humilde y la mansedumbre del amor de Cristo, revelación de la misericordia del Padre. Podemos experimentar y gustar la ternura de este amor en cada estación de la vida: en el tiempo de la alegría y en el de la tristeza, en el tiempo de la salud y en el de la enfermedad y la dificultad. La fidelidad de Dios nos enseña a acoger la vida como acontecimiento de su amor y nos permite testimoniar este amor a los hermanos mediante un servicio humilde y manso. (Homilía de S.S. Francisco, 27 de junio de 2014).


4.- Qué me dice hoy a mí esta palabra ya meditada. (Silencio)

5.-Propósito: Diré durante todo el día: Me amó y se entregó por mí. Le amaré y daré mi vida por Él.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, en esta fiesta del amor, quiero darte gracias, infinitas gracias, por todo el amor que has derrochado en nosotros. Nosbautizamos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es decir, nos bañamos, nos empapamos,  nos sumergimos en el Océano Infinito del amor del Padre, del Hijo y del Espíritu. Ahí nos sentimos felices, tan felices  como los peces en el agua.

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