Lectio Divina: 4 de noviembre 2020

Raúl Romero López
2 de noviembre de 2020

El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío

1.-Oración introductoria

Señor, hoy tu evangelio es fuerte, exigente. La adhesión a tu persona está por encima del amor a los padres, los hermanos y hasta de uno mismo. Yo lo acepto, Señor, pero te pido que me ayudes, que me des fuerza para cumplir lo que me exiges. Yo sé que” tu yugo es suave y tu carga es ligera”.

2.- Lectura sosegada del evangelio. Lucas 14, 25-33

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; Él se volvió y les dijo: Si alguno viene donde mí y no pospone a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío. Porque ¿quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: «Este comenzó a edificar y no pudo terminar.» O ¿qué rey, que sale a enfrentarse contra otro rey, no se sienta antes y delibera si con 10 mil puede salir al paso del que viene contra él con 20 mil? Y si no, cuando está todavía lejos, envía una embajada para pedir condiciones de paz. Pues, de igual manera, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

A primera vista, Jesús en este evangelio nos parece demasiado exigente, incluso demasiado egoísta: quiere que le amemos a ÉL por encima de todo, y que le amemos “con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas”. Pero, ¿hemos caído en la cuenta de lo que dice después? El segundo mandamiento es semejante al primero. Y el segundo es amar a las personas. Si llegamos a amar a Dios con todo el corazón, los más beneficiados de ese amor serán las personas a las que amamos. Un corazón lleno del amor de Dios es un verdadero tesoro para el hombre. Pensemos en dos esposos que se aman “con todo el corazón”; los padres y los hijos que se quieren con “todo el corazón”; la familia humana que se ama con el mismo amor que el mismo Jesús le regala…Este mundo se convertiría en un verdadero paraíso. Y Jesús no quiere que nos amemos con un amor limitado, pobre, ruin. Con un amor así nadie puede ser plenamente feliz. Por eso, porque Dios quiere que seamos felices plenamente, quiere que nuestro amor sea pleno. Y nadie en este mundo puede amar de esa manera “si el amor de Dios no ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado”. (Ro.5,5) Jesús no puede querer que no nos amemos. Jesús no quiere que nos amemos poco, que nos amemos mal.

Palabra del Papa

“Jesús dice a sus discípulos: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y venga conmigo». Este es el estilo cristiano porque Jesús ha recorrido antes este camino. Nosotros no podemos pensar la vida cristiana fuera de este camino. Siempre está este camino que Él ha hecho antes: el camino de la humildad, el camino también de la humillación, de negarse a uno mismo y después resurgir de nuevo. Este es el camino. El estilo cristiano, sin cruz no es cristiano, y si la cruz es una cruz sin Jesús, no es cristiana. El estilo cristiano toma la cruz con Jesús y va adelante. No sin cruz, no sin Jesús” (Cf. S.S. Francisco, 6 de marzo de 2014, homilía en Santa Marta).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Silencio)

5.-Propósito. Hoy amaré mucho a Dios para poder amar mucho a mis hermanos.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, hoy he caído en la cuenta de que tus exigencias son verdaderos regalos para mí. Me exiges que ame. ¿Habrá en este mundo algo más bello y hermoso que el amor? ¿Qué es el gozo sino la posesión del amor? Ensancha, Señor mi corazón, para que dedique mi vida al amor: amarte a Ti y amar a mis hermanos. ¿No es esto un adelanto del cielo?

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA.

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud,  en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

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