“Te seguiré adonde quiera que vayas”
1.- Oración introductoria.
Señor, al iniciar esta oración, me quedo con esas palabras tuyas: “El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. Ese vacío de cosas materiales me encanta. No me interesan tus cosas, ni tu casa, ni tu huerta, ni tu dinero. Sólo me interesas Tú. ¿Qué me podrías dar mejor que tu persona? Todo el mundo sin Ti es una nadería. Tú y sólo Tú es a quien yo quiero y a quien yo necesito.
2.- Lectura reposada del Evangelio: 9, 57-62
Mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré a donde quiera que vayas». Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro dijo: «Sígueme». El respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre». Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios». También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa». Le dijo Jesús: Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios».
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
En estos pocos versículos del texto, aparece por tres veces el verbo “seguir”. Es, claramente, una escena de seguimiento. Pero hay que tener en cuenta una cosa: De las 92 veces que aparece el verbo “seguir” en los evangelios, sólo 17 se refiere a los discípulos, todas las demás son para el pueblo fiel. La vocación a seguir a Jesús es para todos. A veces nos desconcierta el hecho de que Jesús no dejara nada escrito. Siempre que esto sucede, el protagonismo en el futuro es para la “obra escrita” y no para el autor. A Jesús le interesaba que sus discípulos dijeran sí a su persona, le siguieran, hicieran suya su vida. Discípulo de Jesús es el que sigue a Jesús, vive al aire de Jesús, y lleva adelante su proyecto, es decir, el Reino de Dios. Después, esos mismos discípulos se encargarán de poner por escrito lo que Jesús supuso en sus vidas, el cambio radical que se originó en sus personas, y la experiencia maravillosa que tuvieron después de haberle conocido. Eso, ni más ni menos, es lo que significa “seguir a Jesús”. Y eso es lo que Jesús nos pide hoy a todos nosotros.
Palabra del Papa.
Jerusalén es la meta final, donde Jesús, en su última Pascua, debe morir y resucitar, y así llevar a cumplimiento su misión de salvación. Desde ese momento, después de esa “firme decisión”, Jesús se dirige a la meta, y también a las personas que encuentra y que le piden seguirle les dice claramente cuáles son las condiciones: no tener una morada estable; saberse desprender de los afectos humanos; no ceder a la nostalgia del pasado. Pero Jesús dice también a sus discípulos, encargados de precederle en el camino hacia Jerusalén para anunciar su paso, que no impongan nada: si no hallan disponibilidad para acogerle, que se prosiga, que se vaya adelante. Jesús no impone nunca, Jesús es humilde, Jesús invita. Si quieres, ven. La humildad de Jesús es así. Él invita siempre, no impone (S.S. Francisco, 30 de junio de 2013).
4.- Qué me dice hoy a mí esta palabra ya meditada. (Guardo silencio).
5.- Propósito: Hoy me preguntaré durante el día: ¿Qué haría Jesús en este momento? Trataré de imitarle.
6.- Dios me ha hablado hoy a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, al acabar esta oración, te agradezco tus exigencias, es decir, el tomar en serio el seguimiento. Naturalmente, no interpretando tus palabras al pie de la letra, como si Tú te opusieras a que enterremos a los padres o nos despidamos de la familia. Lo que Tú quieres es que descubramos con gozo la maravillosa aventura de seguirte y no nos arrepintamos nunca de esa elección. Ese Jesús que me ha mirado, me ha llamado, y ha puesto toda su confianza en mí, no se merece el feo desplante de mirar hacia atrás.
PDF: 3 de octubre
Autor: Raúl Romero