¡Dejad que ambos crezcan juntos!
1.- Oración preparatoria.
Señor, hoy vengo a pedirte paciencia, esa paciencia que Tú siempre has tenido conmigo. Tú nunca te has cansado de llamarme, de esperarme, de perdonarme. Y lo que más me admira es que, después de mi pecado, jamás me has echado nada en cara, jamás has dejado de quererme. Me has perdonado sin exigirme nada a cambio. Haz que ese comportamiento tan fino, tan elegante que Tú has tenido conmigo, sea yo capaz de tenerlo con mis hermanos.
2.- Lectura reposada del evangelio: Mateo 13, 24-30
En aquel tiempo, Jesús les propuso otra parábola diciendo: El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: «Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?» Él les contestó: «Algún enemigo ha hecho esto.» Le dijeron los siervos: «¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?» Jesús le dijo: «No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero.
3.- Qué dice el texto bíblico.
Meditación
Nosotros los hombres, enseguida dividimos, separamos, acusamos a los demás. Y no caemos en la cuenta de que en el campo de nuestro corazón no todo es trigo limpio. Hay trigo y también cizaña. No podemos presumir de nada. También me llama la atención la poca paciencia de aquellos siervos, es decir, de los humanos. ¿Quieres que arranquemos? La respuesta de Jesús es rotunda, contundente: ¡NO! Hay que tener paciencia y dejar que crezcan juntos. Juntos el bueno y el malo. Juntos el justo y el injusto. Juntos el inocente y el perverso. ¿No está anunciado por el profeta que, en los tiempos mesiánicos, “pacerán juntos el lobo y el cordero; el novillo y el león? (Is. 11,6-7). ¿Siempre ha de vencer el mal? ¿O llegará un día en que el mal será vencido a fuerza de bien? (Ro. 12,21). Lo más importante es el argumento de Jesús: “No sea que al arrancar la cizaña, te lleves también el trigo”. Y lo más importante de la persona siempre es el trigo, ese haz de bondad que llevamos dentro. Conozco personas que, en un afán de celo por corregir a una persona, se la han cargado como persona. Los cristianos debemos tener “corrección fraterna”. Si se corrige sin fraternidad, sin delicadeza, sin amor, no hay corrección cristiana sino despellejamiento de las personas. Eso, ciertamente, no lo quiere Dios.
Palabra del Papa
Jesús compara el Reino de los cielos con un campo de trigo para darnos a entender que dentro de nosotros se ha sembrado algo pequeño y escondido, que sin embargo tiene una fuerza vital que no puede suprimirse. A pesar de los obstáculos, la semilla se desarrollará y el fruto madurará. Este fruto será bueno sólo si se cultiva el terreno de la vida según la voluntad divina. Por eso, en la parábola de la cizaña, Jesús advierte que, después de la siembra del dueño, «mientras todos dormían», aparece «su enemigo», que siembra la cizaña. Esto significa que tenemos que estar preparados para custodiar la gracia recibida desde el día del bautismo, alimentando la fe en el Señor, que impide que el mal eche raíces. San Agustín, comentando esta parábola, observa que «primero muchos son cizaña y luego se convierten en grano bueno». Y agrega: «si éstos, cuando son malos, no fueran tolerados con paciencia, no lograrían el laudable cambio». Benedicto XVI, 17 de julio de 2011.
4.- Qué me dice hoy a mí esta palabra ya reflexionada. (Guardo silencio)
5.- Propósito: Antes de intentar sacar la mota del ojo de mi hermano, debo fijarme si hay una viga en el mío. Si tengo que corregir, corregiré con amor.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, ¡qué bien nos conoces! Conoces la cizaña que hay en el corazón de cada uno, pero también conoces el trigo, las buenas intenciones, los buenos deseos, los propósitos sinceros. Lo más maravilloso es que, conociéndonos tan bien, nos sigues amando tal y como somos. Tienes una paciencia infinita y jamás te cansas de esperar. Haz, Señor, que no nos fijemos tanto en la cizaña que hay en nosotros, sino que miremos lo positivo: lo bueno, lo noble, lo sensato, es decir, el trigo que está ahí oculto en nuestro corazón.