“Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador”
1.- Introducción.
Señor, al leer el evangelio de hoy me da la impresión de que está escrito para nuestros días. Las dificultades que tenemos hoy son muy parecidas a las que tuvieron los primeros discípulos. Pero ellos tenían fe y, como tenían fe, tenían también esperanza en que, al final, habría cosecha. Esa fe y esa esperanza es la que necesitamos los cristianos de nuestro tiempo. Creemos, Señor, pero ayuda a nuestra incredulidad.
2.- Lectura reposada del Evangelio. Mateo 13, 18-23
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del Reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta enseguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la Palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la Palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la Palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno.
3.- Qué dice la Palabra del evangelio.
Meditación-reflexión.
Me impresiona el coraje y valentía de estos primeros discípulos que, teniendo parecidas dificultades que nosotros, hicieron posible que el Proyecto de Jesús fuera adelante. Se perdía la semilla que caía en el camino. Lo mismo que ahora. Da la sensación que el mensaje del evangelio no interesa al mundo de hoy. Se perdía la semilla que caía en terreno pedregoso y sin raíces. Lo mismo que ahora. En Europa se han perdido las raíces cristianas. Las madres ya no son las catequistas de sus hijos; en las familias ya no se reza ni siquiera por sus difuntos. El agobio de la vida moderna, el afán de tener, la ansiedad por el placer inmediato sin importar para nada “el más allá” asfixian la palabra. Hoy más que nunca, nos interesa mirar al evangelio y descubrir que aquellos discípulos, rodeados de fracasos por todas partes, nunca se sintieron fracasados. Y siguieron esperando que, al final, habría cosecha. Tal vez ellos no perdieron de vista que eso mismo le había sucedido al Jefe. Al final Él se sembró en la tierra y, al tercer día, el Padre le concedió una espléndida cosecha. ¿No es hora de que miremos un poco más a Jesús y nos fiemos de Él?
Palabra del Papa.
“El Evangelio nos presenta a Jesús predicando a orillas del lago de Galilea, y dado que lo rodeaba una gran multitud, subió a una barca, se alejó un poco de la orilla y predicaba desde allí. Cuando habla al pueblo, Jesús usa muchas parábolas: un lenguaje comprensible a todos, con imágenes tomadas de la naturaleza y de las situaciones de la vida cotidiana. La primera que relata es una introducción a todas las parábolas: es la parábola del sembrador, que sin guardarse nada arroja su semilla en todo tipo de terreno. Y la verdadera protagonista de esta parábola es precisamente la semilla, que produce mayor o menor fruto según el terreno donde cae. Los primeros tres terrenos son improductivos: a lo largo del camino los pájaros se comen la semilla; en el terreno pedregoso los brotes se secan rápidamente porque no tienen raíz; en medio de las zarzas las espinas ahogan la semilla. El cuarto terreno es el terreno bueno, y sólo allí la semilla prende y da fruto. (Homilía de S.S. Francisco, 13 de julio de 2014).
4.- Qué me dice este texto hoy a mí. (Guardo silencio)
5.-Propósito. Pensar es esta frase de Pablo: “Dios hace que todo contribuya al bien de los que aman al Señor”.
6.- Dios me ha hablado hoy a través de su palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, normalmente todo lo que se siembra crece primero hacia abajo y después hacia arriba. Haz que crezca en humildad, haz que no me considere importante, haz que sea siempre un buen sembrador, aunque sea un mal cosechador. Haz que lo más importante de mi vida sea precisamente aquello que no se ve, es decir, aquello que está oculto a todos, excepto al Padre “que ve en lo escondido”.