Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen
1.- Oración introductoria.
Señor, la oración de este día evoca en mí una bella oración que te dirigió Salomón cuando Tú mismo le dijiste que te pidiera algo. Salomón no pidió ni riquezas, ni salud, ni bienestar. Se limitó a pedirte: “Dame Señor, un corazón que escuche”. Salomón sabía que la verdadera escucha no se realiza en los oídos externos sino en el interior del corazón. A esas interioridades me lleva hoy tu Palabra.
2.- Lectura reposada del evangelio. Mateo 13, 10-17
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron: ¿Por qué les hablas en parábolas? Él les contestó: A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del Reino de los Cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: “Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure”. Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
Este evangelio es difícil de entender. Parece que las parábolas están dichas para que todo el mundo las entienda y, sin embargo, hay gente que no las entiende. Hay que constatar que las parábolas tienen esta polaridad: “revelar y velar”. Revelan el rostro de Dios a los sencillos de corazón, pero ocultan el rostro de Dios a los que tienen el corazón embotado y no quieren escuchar con el oído interno. En toda parábola hay un elemento de extrañeza, de sorpresa, de ruptura. Los que no están dispuestos a ser sorprendidos por Dios, a iniciar una nueva ruta en su vida, no pueden captar su mensaje. Por eso es muy buena la intuición de Franz Kafka: “Si practicarais las parábolas, vosotros mismos os convertiríais en parábola, y de este modo os veríais libres de la fatiga diaria”. El evangelio de Jesús y especialmente sus parábolas se entienden no cuando uno las sabe, sino cuando las saborea; no cuando uno las estudia en una Universidad sino cuando las vive en su vida ordinaria.
Palabra Papa
Con esto hemos vuelto a las palabras del Señor sobre el mirar y no ver, el oír y no entender. Jesús no quiere transmitir unos conocimientos abstractos que nada tendrían que ver con nosotros en lo más hondo. Nos debe guiar hacia el misterio de Dios, hacia esa luz que nuestros ojos no pueden soportar y que por ello evitamos. Para hacérnosla más accesible, nos muestra cómo se refleja la luz divina en las cosas de este mundo y en las realidades de nuestra vida diaria. A través de lo cotidiano quiere indicarnos el verdadero fundamento de todas las cosas y así la verdadera dirección que hemos de tomar en la vida de cada día para seguir el recto camino. Nos muestra a Dios, no un Dios abstracto, sino el Dios que actúa, que entra en nuestras vidas y nos quiere tomar de la mano. A través de las cosas ordinarias nos muestra quiénes somos y qué debemos hacer en consecuencia; nos transmite un conocimiento que nos compromete, que no sólo nos trae nuevos conocimientos, sino que cambia nuestras vidas. Es un conocimiento que nos trae un regalo: Dios está en camino hacia ti. Pero es también un conocimiento que plantea una exigencia: cree y déjate guiar por la fe. Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, primera parte, p. 80.
4.- Qué te dice hoy a ti este texto que acabas de meditar. (Silencio)
5.- Propósito. Tomar una parábola, guardar silencio, y pedirle al Señor que me la explique. Yo estaré con el corazón abierto a lo que me diga.
6.- Hoy el Señor me ha hablado a través de su Palabra, Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, te doy gracias porque te revelas a los pequeños y sencillos. Yo quiero tener alma de pobre, corazón humilde, tierra buena donde pueda germinar la semilla de tu palabra. Y quiero agradecerte el don del Espíritu Santo que profundiza tu palabra y la va llevando, poco a poco, hacia la verdad plena.
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Autor: Raúl Romero