¡Sed como hombres que esperan que su Señor venga de una boda!
1.-Oración introductoria.
Señor, hoy tu palabra me ensancha el corazón, me da alegría, me ofrece esperanza. ¿Cómo puedo estar triste esperando a Jesucristo que viene de bodas y me invita a su mesa? ¿Cómo tener miedo a Jesucristo que viene a dialogar individualmente con cada uno de nosotros y a servirnos uno a uno? ¿Cabe mayor delicadeza? ¿Cabe mayor signo de amistad? ¡Gracias, Señor, por ser como eres!
2.- Lectura reposada del Evangelio: Lucas 12, 35-38
Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!
3.- Qué dice el texto.
Meditación-Reflexión
En este evangelio el Señor nos dice que debemos estar preparados, con las lámparas encendidas. Pero, ¿a quién debemos esperar? A nuestro Señor Jesucristo. ¿Y cómo debemos esperarlo? ¿Con miedo? ¿Con tristeza? No se puede esperar con cara triste a uno que viene de una boda. Se supone que ha comido bien, que ha bebido buen vino y se ha divertido con otra gente que también ha estado de bodas. Es impresionante que Jesús, a la hora de hablar de DIOS, nunca se le ocurra decir que el Reino de los cielos es semejante a unos que vienen de un entierro. Habla de comida, de bebida, de banquete de bodas. Lo único que se nos pide es que no nos durmamos, que estemos despiertos, que trabajemos a gusto en su viña. Si lo hacemos así, Él mismo nos sentará a la mesa, conversará con nosotros de uno en uno, y nos servirá. Él será nuestro anfitrión. Por eso termina la parábola diciendo: ¡Dichosos! Dichosos de nosotros que tenemos la suerte de creer en Jesús. ¿Y todavía seguimos teniendo miedo a la muerte?
Palabra del Papa
Jesús está junto a Dios Padre, donde intercede para siempre en nuestro favor (cf. Hb 9, 24). Como afirma san Juan en su Primera Carta: Él es nuestro abogado: ¡qué bello es oír esto! Cuando uno es llamado por el juez o tiene un proceso, lo primero que hace es buscar a un abogado para que le defienda. Nosotros tenemos uno, que nos defiende siempre, nos defiende de las asechanzas del diablo, nos defiende de nosotros mismos, de nuestros pecados… Contamos con este abogado: no tengamos miedo de ir a Él a pedir perdón, bendición, misericordia. Él nos perdona siempre, es nuestro abogado: nos defiende siempre. No olvidéis esto (Homilía del 17.4.13)
4.- Qué me dice hoy a mí este texto que acabo de meditar. (Guardo silencio).
5.-Propósito. Vivir con gozo al Señor que me espera en los hermanos con quienes hoy me voy a encontrar.
6.- Dios me ha hablado hoy a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración. Antes de acabar mi oración te quiero agradecer lo maravilloso que te presentas en esta parábola. Al hablar de vigilancia, yo me esperaba una especie de amenaza ante la muerte. Y ahora resulta que eres Tú mismo el que me sales al encuentro y me hablas de la alegría de una boda, del gozo de un encuentro, de la satisfacción tuya al poder servirnos… Señor, ¡Qué bueno eres con nosotros! Y nosotros, ¡todavía sin enterarnos!…
Un comentario
soy Celebrante de la palabra y siempre me sirve de guía para bajar a mi comunidad esta hermosa refleccion,