Lectio Divina: 18 de mayo de 2024

Raúl Romero López
13 de mayo de 2024

Este es el discípulo a quien Jesús tanto quería”.

1.- Oración Introductoria.

Señor, te agradezco que los evangelios nos hayan llegado sin maquillar. Aquí aparece una pequeña pugna entre Pedro y Juan. A Pedro le molesta un poco la situación privilegiada de Juan y le pregunta al Maestro: ¿Y este qué? Y Jesús con todo cariño le responde: “Y eso a ti, ¿qué te importa?” A Pedro no le molestó esta respuesta porque sabe todo el amor que Jesús  le tiene también a él. Haz, Señor, que yo respete siempre a mis hermanos con sus cualidades y singularidades. Y esto sólo lo podré conseguir si hay verdadero amor por medio.

2.-Lectura reposada del evangelio. Juan 21, 20-25

En aquel tiempo dijo Jesús a Pedro: Sígueme. Pedro entonces, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús tanto quería el mismo que en la cena se había recostado en su pecho y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te va a entregar? Al verlo, Pedro dice a Jesús: Señor, y éste, ¿qué? Jesús le respondió: Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme. Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: No morirá, sino: Si quiero que se quede hasta que yo venga. Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran.

3.- Qué dice el texto bíblico.

Meditación-reflexión

Siempre he sentido una santa envidia por el evangelista Juan. Ha sido tan querido, tan agraciado por Jesús, que, en vez de nombrarse por su nombre, prefiere ser conocido por la experiencia de vida que ha mantenido con Él.  Este es el discípulo “a quien Jesús tanto quería”. Y prueba exquisita de ese amor fue el que, en la Cena, “reposó su cabeza sobre el pecho de Jesús”. Y ¿qué descubrió allí? Es algo que nunca podemos saber. Pero sí podemos adivinar. El evangelista nos dice que: Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús y que si se escribieran todas, no cabrían los libros en este mundo”. ¿No nos está diciendo el evangelista que la vida tan rica y maravillosa de Jesús no puede encerrase  en libros? Esto es muy importante a la hora de abordar  un texto bíblico. No debo nunca situarme sobre él con idea de poseerlo y dominarlo  a base de estudiarlo con minuciosidad. Debo dejarle a él el protagonismo y dejo que el mismo texto me hable, me sugiera, me interpele y me lance a nuevos horizontes. Y así la palabra de Dios me lleva a lo inabarcable, a lo desconocido, al Misterio.  Y de esta manera, la Palabra de Dios me hace crecer cada día. Por eso no debemos hablar sino lo que nos sugiere el Espíritu de verdad que está en nosotros. No demos un evangelio escrito, sino un evangelio vivido, gustado, hecho vida en nosotros.

Palabra del Papa

“El amor de Jesús debe ser suficiente para Pedro. Él no debe ceder a la tentación de la curiosidad, de la envidia, como cuando, al ver a Juan cerca de allí, preguntó a Jesús: “Señor, y éste, ¿qué?”. Pero Jesús, frente a estas tentaciones, le respondió: “¿A ti qué? Tú, sígueme”. Esta experiencia de Pedro es un mensaje importante también para nosotros, queridos hermanos. El Señor repite hoy, a mí, a ustedes y a todos los Pastores: “Sígueme”. No pierdas tiempo en preguntas o chismes inútiles; no te entretengas en lo secundario, sino mira a lo esencial y sígueme. Sígueme a pesar de las dificultades. Sígueme en la predicación del Evangelio. Sígueme en el testimonio de una vida que corresponda al don de la gracia del Bautismo. Sígueme en el hablar de mí a aquellos con los que vives, día tras día, en el esfuerzo del trabajo, del diálogo y de la amistad. Sígueme en el anuncio del Evangelio a todos, especialmente a los últimos, para que a nadie le falte la Palabra de vida, que libera de todo miedo y da confianza en la fidelidad de Dios. Tú, sígueme”. (Homilía de S.S. Francisco, 29 de junio de 2014).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Guardo silencio)

5.- Propósito. Iré hoy a un texto bíblico, guardaré silencio, y dejaré que el texto me hable.

6.- Dios me ha hablado hoy a través de su Palabra y ahora yo le respondo con mi oración.

Gracias, Dios mío, por todo lo que me has enseñado en este día. Yo sé que el evangelio de Juan es muy profundo porque el discípulo que lo escribió “descansó su cabeza sobre el pecho de Jesús” y descubrió allí la profundidad de sus palabras y sus hechos.  Este evangelio no ha sido escrito para personas superficiales, para personas que no se toman en serio el mandamiento del amor. Envía, Señor tu Espíritu para que dé profundidad a mi vida.   

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