Lectio Divina: 17 de septiembre de 2019

Raúl Romero López
16 de septiembre de 2019
Joven, a ti te digo: ¡Levántate!

1.- Oración introductoria.

Señor, en el evangelio de hoy me detengo en esta frase: !No llores! ¿Quién puede impedir llorar a una madre viuda que va a enterrar a su único hijo? Esa mujer ha perdido ya el sentido de su vida. Esa mujer ya no quiere tener ojos para ver sino solo para llorar. ¿Quién es este personaje tan osado? Sólo puede ser Jesús, el que vive, el que nos arrastra a la Resurrección y a la vida. El que no puede ver sufrir de esta manera a esta pobre mujer. ¿Te acordaste, Jesús de tu propia madre, que un día no lejano pasaría por esa misma situación?

2.- Lectura reposada del evangelio. Lucas 7, 11-17

En aquel tiempo iba Jesús de camino a una ciudad llamada Naím, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: No llores. Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: Joven, a ti te digo: Levántate. El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros, y Dios ha visitado a su pueblo. Y lo que se decía de Él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

A la entrada de la ciudad de Naím, frente a frente, dos caravanas. La que acompañaba a la madre viuda y la que acompañaba a Jesús. La que acompañaba a la viuda es la caravana de la muerte; y la que acompañaba a Jesús es la caravana de la vida. Lo mismo que ahora. Los que se apartan de Jesús forman parte de la caravana de la muerte. Allí hay llanto, dolor, sufrimiento, desesperación. Jesús detiene la comitiva, no le deja avanzar, toca el féretro símbolo de muerte (algo totalmente prohibido para un judío) y acercándose al joven, le dice: ¡levántate! En esta caravana de la muerte hay muchos jóvenes postrados, hundidos por la droga o el alcohol, causando terribles problemas a sus padres, que no hacen más que llorar y lamentarse. También hoy Jesús les dice: ¡levantaos! Y usa la misma palabra que aparece para hablar de la Resurrección. Jesús es el único que puede resucitar lo que está muerto en nosotros o a punto de morir. Jesús es el único que puede hacernos pasar de la caravana de la muerte a la caravana de la vida. Todavía un gesto de ternura: lo entregó a la madre. Un gesto que encanta a Dios es poder entregar a los hijos muertos, hundidos, malogrados, frustrados, a sus propias madres. ¿No entregarán también a Él, al bajarlo de la Cruz, a su propia madre?

Palabra del Papa

“Jesús demostró un poder absoluto sobre esta muerte: se ve cuando devuelve la vida al joven hijo de la viuda de Naím y a la niña de doce años. Precisamente de ella dijo: «La niña no ha muerto; está dormida», provocando la burla de los presentes. Pero, en verdad, es precisamente así: la muerte del cuerpo es un sueño del que Dios nos puede despertar en cualquier momento. Este señorío sobre la muerte no impidió a Jesús experimentar una sincera compasión por el dolor de la separación. Al ver llorar a Marta y María y a cuantos habían acudido a consolarlas, también Jesús «se conmovió profundamente, se turbó» y, por último, «lloró». El corazón de Cristo es divino-humano: en él Dios y hombre se encontraron perfectamente, sin separación y sin confusión. Él es la imagen, más aún, la encarnación de Dios, que es amor, misericordia, ternura paterna y materna del Dios que es Vida”. Benedicto XVI, 9 de marzo de 2008.

4.- ¿Qué me dice hoy a mí este texto? (Guardo silencio)

5.- Propósito: Acercarme hoy a alguien que esté triste, que haya perdido la ilusión por vivir, que no encuentra sentido a nada. Y tratar de llevarlo a Jesús.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí por medio de su palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Jesús, antes de terminar mi oración, quiero que Tú mismo ores dentro de mí. Así mi oración será eficaz. Quiero ser sensible a los problemas y dificultades de las personas que sufren. Hoy hay mucho dolor, mucho sufrimiento en el mundo. Hay mucha gente que llora. Tú no has venido hasta nosotros para darte un paseo y enterarte de que este mundo es un “valle de lágrimas”. Te has solidarizado con nuestro dolor, has mezclado tus lágrimas con las nuestras, has muerto en medio de terribles dolores. Todo eso no puede ser en vano. Transforma nuestra tristeza en gozo; nuestro sufrimiento en ternura; nuestra desesperación en esperanza; nuestra muerte en vida.

PDF:       17 DE SEPTIEMBRE

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