Lectio Divina: 16 de julio de 2024

Raúl Romero López
15 de julio de 2024

«¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida!

1.- Introducción.

Señor, esta mañana vengo a orar para caer en la cuenta de mi ingratitud contigo. Esas ciudades que no han querido recibirte no están fuera de mí. Me pertenecen. Yo he recibido de Ti inmensos dones, gracias abundantes, y no obstante, no soy nada fino ni delicado contigo. Hay dentro de mí mucha pereza, mucha indiferencia, mucha tibieza. Haz, que de hoy en adelante, cambie el rumbo de mi vida y sepa responder con amor de gratitud al derroche de amor que Tú has tenido conmigo.

2.- Palabra reposada del evangelio: Mateo 11, 20 – 24

Entonces Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido. «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes. Y tú, Cafarnaúm, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú».


3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

Lo más probable es que estas palabras tan duras, puestas por el evangelista en boca de Jesús, no fueran nunca pronunciadas por Él, y reflejarían la situación que estaba viviendo la comunidad de Mateo cuando se redactó este texto. De hecho, nunca dicen los evangelistas que Jesús hiciera milagros en Corozaín y Betsaida. Y en cuanto a Cafarnaúm sabemos que allí Jesús tuvo tan buena acogida que el mismo Mateo llama a Cafarnaúm “la ciudad de Jesús” (Mt. 9,1). Con todo, el texto refleja la poca acogida que, en alguna ocasión, tuvieron sus palabras, cuando invitaba a una boda o una fiesta. No captaron el gozo profundo de las parábolas de Jesús ni la alegría que comportaba el entrar en su Reino. Este comportamiento sí que debió dolerle fuertemente a Jesús. Llevaba un programa maravilloso de amor, paz, alegría, libertad. Pero los hombres prefirieron las tinieblas a la luz. “Vino a los suyos y los suyos no le recibieron” (Jn. 1,11). Y esa tristeza se la causamos a Jesús cada día que nos invita a disfrutar de la vida en plenitud, y nosotros preferimos nuestros gustos y caprichos. Pero nuestra miopía no hace miope a Jesús; ni nuestra mezquindad afecta a su grandeza y generosidad; ni nuestra ingratitud, a su inmenso amor y su fidelidad.

Palabra del Papa

“Jesús expresa su disgusto: «Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados entre ustedes -es su advertencia a Corozaín y Betsaida- hace tiempo se habrían convertido». En esta severa, pero también amarga comparación, está toda la historia de la salvación. Así como han rechazado y asesinado a los profetas antes que llegara Él, porque eran incómodos, ahora hacen lo mismo con Jesús. Es justamente la clase dirigente la que cierra las puertas al modo como Jesús quiere salvarnos. Y así se entienden los diálogos fuertes de Jesús, con la clase dirigente de su tiempo: se pelean, le ponen trampas para ver si cae, porque se trata de la resistencia a ser salvados. Jesús les dice: «Pero yo no les entiendo» y señala que ellos «son como aquellos niños: hemos sonado la flauta y no han bailado; hemos cantado un lamento y no han llorado ¿Pero qué quieren? ‘¡Queremos salvarnos como nos gusta!». Es siempre este el cierre al mundo de Dios”. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 3 de octubre de 2014, en Santa Marta).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Guardo silencio)

5.- Propósito. Hoy voy a ser fino y delicado con Jesús. No le voy a defraudar en nada.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, hoy he aprendido a no ser tacaño, ruin, miserable, contigo. He aprendido a ser generoso y corresponder con amor al inmenso amor que Tú me das. También he aprendido a no quedarme fuera sino a entrar en tu fiesta.  He aprendido a vivir con ilusión, alegría y esperanza. He aprendido a disfrutar de la vida y de las cosas tan bellas que has creado para nosotros. ¡Gracias, Señor!

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