Lectio Divina: 15 de octubre de 2024

Raúl Romero López
14 de octubre de 2024

Mi yugo es suave y mi carga ligera

Santa Teresa de Jesús

1.- Oración introductoria.

         Señor, quiero en este día agradecerte la riqueza de este maravilloso texto. Alabas a Dios, Señor del cielo y de la tierra. Con lo cual nos dices que esta tierra maravillosa ha sido creada por el amor del Padre. Toda la creación  se convierte en beso, abrazo, caricia del Padre. Alabas a Dios porque nos puedes contar lo maravilloso que es Dios, nuestro Padre. Para ti, Señor,  la palabra “Padre” nunca se caía de tus labios. Y das gracias a Dios porque no sólo nos revelas su nombre, sino que nos entregas las maravillosas experiencias que tuviste del Padre en este mundo. ¿Cómo no agradecerte? 

2.- Lectura reposada del evangelio: Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, Jesús exclamó: «¡Te doy gracias, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien. El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo os  daré alivio. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

En este evangelio se nota a un Jesús contento, feliz, con ganas de agradecer al Padre muchas cosas. Pero ¿qué le hace feliz a Jesús? Realmente lo que hace feliz a Jesús es “poder revelarnos el verdadero rostro de Dios”. Jesús, que ha vivido siempre con el Padre, es el único que nos lo puede revelar (Jn. 1,18). Y Jesús ha debido de sufrir mucho por las falsas imágenes que se han dado del verdadero Dios a través de los siglos. También los judíos, que han recibido revelaciones de Dios, han desfigurado su rostro en muchas ocasiones. En este texto Jesús está feliz porque nos puede decir quien es Dios. Todo lo que Él ha recibido de Dios, nos lo quiere manifestar. Pero no lo puede hacer a los sabios y prudentes. Los sabios, tomados en sentido peyorativo, son los sabihondos, los que se saben todo, los que son incapaces de novedad y de sorpresa. Y los prudentes, en sentido peyorativo, son los que  están dispuestos a aceptar a Dios, con tal de que no se meta en sus asuntos, no les complique la vida, no les haga cambiar. A éstos Jesús no les puede revelar el verdadero rostro de Dios. Son ellos los que se han fabricado un Dios “a su imagen y semejanza”. Pero hay otros a quienes Jesús se les va a revelar: son los pequeños, los sencillos, los humildes, al estilo de María, su Madre. Su corazón está totalmente abierto al don de Dios, sin que pongan ninguna pega, ningún obstáculo. Así lo hizo Teresa de Jesús, la mujer apasionadamente enamorada de Jesús. La que concibió la oración como un “trato de amistad”, la que pronunció al final de su vida aquella bella frase: “Esposo mío, hora era ya de que nos viéramos”. Los santos, a pesar de los problemas y dificultades de la vida, viven felices porque se han abandonado a Dios y “descansan serenos y tranquilos en su corazón”. Para acertar en la vida, para ser felices, no hay que cambiar la vida. Basta con que cambiemos  la imagen de Dios. El Dios revelado por Jesús es un Padre maravilloso, que sólo quiere nuestro bien, que no sabe ni puede hacer otra cosa.  Hay que fiarse plenamente de Él.

Palabra del Papa.

“El palpitar de tu corazón es lo que bombea tu sangre vital a toda la Iglesia, y a mí, parte de tu cuerpo místico. Tu latir al unísono con el mío es el latido que marca el ritmo de mi día a día; es el incesante repetir de un «te amo, te amo, te amo»; es el medio de sentirte vivo y presente; es el pulso silencioso de Dios en mi alma. En tu corazón encuentro conforto para mis penas, consuelo para mis dolores, calor y fervor para mi tibieza, descanso para mi cansancio, salud para mi enfermedad, gracia para mi pecado, perdón para mis ofensas, misericordia para mis delitos, ejemplo para todas mis situaciones, ternura para mis asperezas, valentía para mis temores, fortaleza para mis debilidades, respuesta a mis interrogantes, razones para mis dudas, motivos para mis incredulidades, afirmación para mis inconsistencias, autenticidad para mi incoherencia, paciencia para mis depresiones, sencillez para mis complicaciones, verdad para mis falsedades, luz para mis tinieblas, sabor para mi aburrimiento, amor para mi sed de amor, libertad para mis esclavitudes, seguridad para mis inseguridades”… (Homilía de S.S. Francisco, 27 de junio de 2014, en santa Marta).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya reflexionado. (Guardo silencio)

5.- Propósito: Pensaré durante el día: Dios me ama. Dos es mi Padre. Dios ni sabe, ni quiere, ni puede hacer otra cosa que amarme con infinito amor.

6.-Dios me ha hablado hoy a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, al acabar la oración en este día de Santa Teresa de Jesús, no deseo otra cosa que el poder imitar a esta gran Santa. ¡Sólo Dios basta! No es una frase bonita, es la experiencia de su vida. Jamás una esposa ha estado tan enamorada de su esposo como lo estuvo Teresa de su esposo Cristo. En muchos de sus monasterios, al entrar, suelen poner unas palabras de Teresa: “Esta casa es un cielo para aquellas personas que sólo se contentan de contentar a Dios”. Dame, Señor, la gracia de sentirme feliz intentando complacerte en todo. 

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