Suena a blasfemia el decir que Dios no tiene futuro.
1.- Oración introductoria.
En este momento de oración, te pido Señor, que no me cierre nunca a lo que Tú me dices, a lo que Tú me pides, a lo que Tú me quieres dar. No quiero tener la mirada corta de los fariseos, encerrados en sí mismos y en el modo único y exclusivo de interpretar la ley. Yo quiero tener mi alma siempre abierta a la verdad, no a las verdades de los fariseos: ni los de entonces ni los de ahora, sino a Ti, Señor, que eres la misma Verdad.
2.- Lectura reposada de la palabra del Señor. Marcos 8, 11-13
En aquel tiempo se acercaron a Jesús los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole una señal del cielo, con el fin de ponerle a prueba. Jesús suspiró profundamente y dijo: «¿Por qué esta generación pide una señal? Yo os aseguro: no se dará, a esta generación ninguna señal». Y, dejándolos, se embarcó de nuevo, y se fue a la orilla opuesta.
3.- Qué dice el texto bíblico.
Meditación-reflexión.
Me impresiona ese suspiro profundo de Jesús. No viene motivado por la gente que está fuera, que no han oído hablar de Dios. Viene motivado por los de casa, los fariseos, los que se pasan el día con el Códice de las Sagradas Escrituras en las manos. Sus mentes están cerradas y su corazón endurecido. Están anclados en el pasado y creen que ya todo está atado y bien atado. ¿Qué nos puede decir a nosotros, maestros de la Ley, ese humilde pescador de Galilea? Los fariseos se creían que Dios ya lo ha dicho todo. A estos conservadores del pasado, incapacitados para lo nuevo, habría que recordarles lo que ya decía el profeta Isaías: “No recordéis lo de antaño” “Algo nuevo está brotando, ¿no lo notáis? (Is. 43,18,19). Para el pueblo judío quedaba lo mejor: la venida del Mesías. A Dios no hay que buscarlo sólo en el pasado. Dios siempre va abriendo caminos nuevos. Es una blasfemia el decir que Dios no tiene futuro. Porque el futuro no es “algo”. El futuro es “Alguien”. El futuro es Dios desplegando en el hombre todas sus posibilidades. Lo mejor de Dios nos queda todavía por escuchar, por ver, por descubrir, por experimentar, por disfrutar.
Palabra del Papa.
¿Por qué estos doctores de la ley no entendían los signos de los tiempos y pedían un signo extraordinario, por qué no entendían? Antes que nada, porque estaban cerrados. Estaban cerrados en sus sistemas, habían organizado muy bien la ley, una obra maestra. Todos los hebreos sabían lo que se podía hacer y lo que no, hasta donde se podía llegar. Estaba todo organizado, todos se sentían seguros allí.Para ellos eran cosas extrañas las que hacía Jesús: Ir con los pecadores, comer con los publicanos. A ellos no les gustaba, era peligroso; estaba en peligro la doctrina, esa doctrina de la ley, que ellos, los teólogos, habían creado a lo largo de los siglos.
Ellos no entendían que Dios es el Dios de las sorpresas, que Dios es siempre nuevo; que nunca reniega de sí mismo, que nunca dice que se ha equivocado, nunca, pero nos sorprende siempre. Y ellos no entendían y se encerraban en ese sistema hecho con tanta buena voluntad y le pedían a Jesús: ‘Pero, ¡Haz un signo!’ Y no entendían los muchos signos que hacía Jesús y que indicaban que el tiempo estaba maduro. ¡Cerrazón! Segundo, habían olvidado que ellos eran un pueblo en camino. ¡En camino! Y cuando nos encaminamos, cuando uno está en camino, siempre encuentra cosas nuevas, cosas que no conocía. Y un camino no es absoluto en sí mismo. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 13 de octubre de 2014, en Santa Marta).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio)
5.-Propósito: Poner a Cristo en mi vida y vivir todo el día como una novedad.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, gracias por tu palabra, la que me has enseñado hoy. No te pido señales ni milagros como los fariseos. Me basta el milagro de tu amor manifestado en la Cruz. Haz que yo sepa vivirlo, actualizarlo cada día en mi oración, especialmente en la Eucaristía. Y, al contemplarte clavado en la Cruz, sepa decirte con tu apóstol Pablo: “Me amó y se entregó por mí.”.(Gal. 2,29).