Le miró con cariño

Pedro Escartín
12 de octubre de 2024

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario – B – (13/10/2024)

Hoy se ha acercado a Jesús una buena persona, deseosa de acumular méritos para «heredar la vida eterna» (Mc 10, 17-30). Paradójicamente, lo que al principio fue un encuentro amable terminó en una pesarosa separación…

– ¿Qué ocurrió para que aquella buena persona, deseosa de alcanzar la vida eterna, se separara de ti apesadumbrada? -he dicho a Jesús con mi taza de café en la mano-.

– Si soy sincero contigo -me ha replicado con esa mirada suya que inspira complicidad-, fue un encuentro que me dejó profundamente turbado. Cuando salió a mi encuentro y me dijo que desde pequeño cumplía los mandamientos, le miré con cariño y pensé que podría ser uno de mis discípulos. Por eso le propuse una meta mayor…

– Pues me parece que te pasaste -le he dicho mientras él tomaba un sorbo de su café-. El evangelista escribió que, al escucharte, «frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico». Sólo a ti se te ocurre pedirle a un rico que dé sus dineros a los pobres y te siga.

– Sólo puedo pedir esto a quienes tienen riquezas, pues los pobres bastante hacen con fiarse del Padre y sobrevivir -me ha dicho dibujando una sonrisa en sus labios-. Quienes mucho poseen -tanto da que sea dinero, prestigio, poder, o cualquier otra cosa- corren el riesgo de no poner la confianza en el Padre, sino en lo que tienen, porque “donde está tu tesoro allí está tu corazón”, y hay tesoros que no cotizan en la vida eterna…

– Y muchas veces, tampoco dan la felicidad en este mundo. Esos tesoros se pierden con facilidad o arrastran a un sinfín de conflictos, pero son tan atractivos… -he replicado asintiendo tímidamente con la cabeza-.

– Por eso añadí «Más fácil es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios».

– Otra vez la hipérbole, como la gente de tu pueblo. Pienso que ésta espantó a tus discípulos, pues murmuraron entre ellos: «Entonces, ¿quién puede salvarse?».

– Y tenían razón, porque prescindir de las riquezas es casi imposible para los hombres, pero no lo es para Dios. Ahí tienes a mis discípulos, que dejaron sus barcas, su familia y sus negocios y me siguieron, a pesar de que yo no estaba bien visto por los que entonces cortaban el bacalao, (lo decís así, ¿no es cierto?).

– Pero no sé si estaban muy tranquilos con su decisión de seguirte, pues Pedro (¡siempre Pedro!) te preguntó: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué será de nosotros?».

– Por eso les alenté diciéndoles que recibirían cien veces más y la vida eterna.

– ¡Cien veces más! Sigues con tus hipérboles, aunque esta vez añadiste que tampoco les faltarían las persecuciones.

– Es la pura verdad. La vida eterna no garantiza al discípulo una vida sosegada aquí y libre de preocupaciones. Yo tampoco la tuve, pero ya ves que la última palabra la ha dicho el Padre.

– Lo que veo es que seguirte es una aventura apasionante -he dicho con emoción-.

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