Lázaro, ven afuera

Pedro Escartín
25 de marzo de 2023

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del V domingo de Cuaresma – A –

Con la curación del ciego de nacimiento, Jesús se identificó como luz: quien cree en él ya no camina a tientas. En el evangelio de hoy (Jn 11, 1-45), con un nuevo “signo”, la resurrección de Lázaro, se manifiesta victorioso sobre la muerte: «Yo soy la resurrección y la vida», afirma tajantemente al ver el dolor que la muerte del hermano aquejaba a Marta y a María…

– Permíteme que te diga que María tenía motivos para el reproche que te hizo: «Si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano». Cuando te llegó su recado, te quedaste dos días donde estabas. ¿Por qué ese retraso? No era tu estilo… -es lo primero que he dicho a Jesús-.

– Se lo expliqué claramente a mis discípulos, cuando se alarmaron al saber que volvíamos a Judea, donde habían intentado apedrearme poco antes: «Lázaro ha muerto y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis».

A continuación, me ha mirado a los ojos, ha tomado un sorbo de café y ha añadido:

– Mis discípulos y las hermanas de Lázaro medían los acontecimientos como todos, con el baremo de lo que se ve a simple vista: la enfermedad del hermano, el peligro que suponía volver a Judea, la muerte como un sueño pasajero del que yo os puedo despertar… Pero hay otro baremo para medir lo que ocurre, que nos lleva más allá de lo que se ve y se palpa: el de la fe.

– Explícate con más claridad -le he interrumpido tomando mi taza de café entre las manos y mirándole a los ojos-, porque estoy a punto de decirte que no entiendo qué me quieres decir.

– Es que no hay mucho que entender; se trata más bien de creer y dejarse llevar por la fe -me ha dicho mirando amablemente mi cara-. Tanto mis discípulos, como Marta y María y los amigos que habían llegado a consolarlas, sólo veían que Lázaro había muerto y deseaban que yo lo hubiera impedido o que lo devolviese de nuevo a la vida que había vivido hasta entonces. Alguno de ellos lo dijo con claridad al verme llorar ante la tumba de Lázaro: «Y uno que ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?».

– ¡Efectivamente! Es lo mismo que yo estaba pensando…

– Y pensando así no lográis elevaros del nivel de lo natural, de lo que se ve y se palpa. Pero hay otro nivel, sin el cual, lo natural termina siendo inútil e incluso insoportable: ¿volver a vivir para morir más adelante, con más o menos achaques, pero siempre con tristeza, porque no sois seres para la muerte, sino para la vida? Por eso os agarráis a la vida desesperadamente.

Me he quedado electrizado por lo que estaba oyendo. Jesús me ha sonreído y ha continuado:  

– A Marta y a María les dije, conmovido por su dolor, pero tratando de revelarles lo que aún no habían llegado a comprender: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre». Después, ya ante el sepulcro, oré: «Padre, yo sé que me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado». Se trata de creer que vuestras vidas, como la mía, una vez resucitado, no consisten en volver a la vida presente, corregida, mejorada y aumentada, sino en entrar en la misma VIDA de Dios, así con mayúsculas. Cuando dije: «Lázaro, ven afuera», no me refería sólo a que saliera de la tumba, sino a que entrara para siempre en la vida de Dios.

– Me has dejado apabullado; nunca pensé que la vida eterna fuera entrar en la vida de Dios.

– Si no fuera así, tampoco merecería ser alcanzada -ha dicho mientras apurábamos unos cafés casi fríos.

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