Después de dos décadas, las hermanas pobres de Santa Clara del convento de Santa Catalina (Zaragoza) vuelven a organizar un encuentro de día y medio para chicas jóvenes que deseen tener una experiencia con Dios. “Es muy importante la presencia de una comunidad contemplativa en la diócesis. Hacen falta monasterios, y monasterios llenos”, sentencia María Luisa, madre superiora de las hermanas clarisas (en la foto, en el centro).
Por este motivo y coincidiendo con la celebración de las bodas de plata de una de las hermanas, sor Evangelista Juana (segunda por la derecha en la foto), nos hemos acercado al convento para que nos cuenten más acerca de su vida y vocación.
Empezamos fuerte: ¿Cuál es la misión de las hermanas clarisas en el mundo? (Mª Luisa) Nuestra misión principal es unirnos a Jesucristo en su matiz de orante ante el Padre y en su misterio pascual.
Sor Evangelista, ¿cuándo sentiste la llamada? Con 17 años surgió la idea de consagrarme al Señor, pero hasta los 21 no entré por cuestiones familiares y porque me hicieron esperar hasta que viera claro que no era una ilusión juvenil.
Has celebrado tus bodas de plata, ¿qué sentiste en esa fecha? Ese día fue para recordar y renovar aquella primera profesión. Ha sido una experiencia muy profunda, me hizo sentir el amor primero y también me sentí muy fuerte. Le dije al Señor: “Tú me has llamado y yo estoy aquí dispuesta a lo que me pidas”.
¿Cómo ha evolucionado tu vocación? Yo dudas no he tenido nunca, aunque sí han surgido situaciones que han puesto un poco a prueba mi fidelidad: si quiero a Dios más que a nadie, si me quiero a mí misma o a mi familia o a las cosas del mundo. Durante estos 25 años de profesión, cada vez me he sentido más firme, más adulta en la vocación. Es un evolución que nunca acaba. La plenificación llegará con la resurrección final.
¿Cómo vive una clarisa? (sigue Evangelista) Nuestra misión es contemplativa, o sea, que en principio desde que te levantas hasta que te acuestas tienes que mantener la presencia de Dios y estar en unión íntima con él en todo. Aunque estés trabajando, de recreación, de visitas y en el locutorio, se procura que esté viva la presencia de Dios. Tenemos ratos de oración mental, oración litúrgica como nos lo pide la Iglesia, ratos de expansión y de formación humana y espiritual. Nos levantamos a las 6 y nos retiramos a las 9, cuando acaba la última oración.
(Mª Joana) Somos unas monjas alegres, no tristonas. Nuestra vida está consagrada al servicio continuo a Dios, elevando siempre la oración hacia al Señor por toda la humanidad, por todos nuestros hermanos y eso es lo que más nos fortalece a nosotras. Nuestra vida es de ver y gustar, de saber y comprobar que verdaderamente hay un Dios, que nos ama y que nuestro corazón está sediento de él. Todos tenemos un gran vacío dentro que necesita ser llenado por él y ¿cómo se llena? Teniendo el oído atento a una escucha continua, por medio del sagrario, en la oración, en la palabra, en la eucaristía, en la vivencia diaria que el Señor nos da que es amarnos.
Precisamente para facilitar esa escucha, habéis organizado una jornada de oración para chicas jóvenes. (Mª Luisa) Organizamos esta experiencia de 1995 a 1999 pero era solo de un día. Esta vez va a ser de un día y medio. Empezará el sábado 9 de marzo a las 9.00 h. con la eucaristía y terminará el domingo después de comer. Las chicas podrán dormir aquí ya que tenemos una casa de oración. El encuentro es para chicas de 14 a 30 años, aproximadamente, claro.
Las vocaciones a la vida consagrada, contemplativa parece que escasean. (Mª Luisa) El ambiente está cada vez más difícil para escuchar al Señor, eso es cierto, pero el Señor tiene sus designios y actúa a través de esas circunstancias. Es muy importante la presencia de una comunidad contemplativa en la diócesis. Por eso hacen falta personas que conozcan a Jesucristo y lo necesaria que es la vida de contemplación. Así se podría extender mucho más la orden: por África, Asia, Oceanía, eso es muy importante… Los que están alejados y también los sacerdotes necesitan de almas que se entreguen por ellos. Hacen falta monasterios en las diócesis. Y monasterios llenos.
¿Cuál es el secreto de la felicidad? (Todas, a destiempo): ¡Jesucristo! (Joana) Jesús, en la belleza, en la hermosura física y todo. (Mª Luisa) Cristo, que está vivo y real, que nos está esperando, nos persigue y nos busca a todos. Otro secreto: que cuando sentimos que estamos fatal, que no tenemos fuerzas ni de seguirle, acudamos a su madre, que con su madre todo es más facilito. (Mª Amparo) San Pablo decía que “ninguno llegamos a comprender la belleza insondable que es Jesús” y san Francisco que “el amor no es amado”. El Señor, que nos ha amado tanto a todos, muchas veces no es correspondido…
¿Algún truco para hacer oración a los que estamos en medio del mundo? (Mª Amparo) El texto del Papa Gaudete et exsultate da muchas pistas. En cuanto a la oración, dicen que cada persona tiene la suya propia. Basta con saber que él te quiere y que tú le quieres, porque cuando quieres a una persona, los trucos te salen. (Mª José) El truco es estar delante de Jesús, como el santo cura de Ars que decía “yo le miro y él me mira”. Así de simple. (Joana) Hay que buscar una ayuda, sacerdotes o grupos de oración, uno en solitario a veces no puede. (Mª Amparo) El padrenuestro es una oración para estar meditando tiempo: “Dios es mi padre” y se te pasa el rato sin darte cuenta… (Mª Luisa) Saca tiempo, haz un plan y en la vida ordinaria debes saber que tu manera de dar culto es tu trabajo, tu familia. (Joana) Puedes hacer de tu mundo un monasterio.