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La teoría del todo

Pedro Escartín
17 de agosto de 2024

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del XX Domingo del Tiempo Ordinario – B – (18/08/2024)

El párroco nos ha advertido que Jesús, en esa larga conversación con los judíos sobre “el pan de vida” que venimos escuchando en los últimos domingos, hoy ha dado un paso más y ha dicho que quería dejarse comer por nosotros (Jn 6, 51-58), de modo que el alimento que nos ofrece no son sólo sus palabras en la mesa de la palabra de la Misa, sino también su carne y su sangre en la mesa de la Eucaristía, pero…

– El domingo pasado me dijiste que aún quedaban flecos de tu conversación con los judíos que tenías que aclararme -he dicho a Jesús con nuestros cafés en la mano-.

– Así es, y vuestro párroco ha intentado aclarar esos flecos -me ha respondido-. Hoy os ha dicho que no sólo soy pan en sentido figurado, como alimento de vuestro espíritu con mis palabras; también soy “pan eucarístico”, que os alimento con mi cuerpo y mi sangre. Pero esto aún escandalizó más a los judíos.

– ¡Es verdad! -he recordado-. Después de oírlo estaban intrigados. El evangelista escribió que «disputaban los judíos entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”». No sé por qué, al escuchar esta escena, me ha venido a la memoria una película que algo tiene que ver con la actitud de aquellos judíos.

– Cuéntame -me ha dicho con interés-. No estoy al tanto de los estrenos.

– No es un estreno, precisamente. La película tiene ya unos diez años, pero sigue siendo una peli interesante. Se titula “La teoría del todo” y cuenta la peripecia del famoso físico Stephen Hawking. Me impactó especialmente la escena en la que el científico confiesa a su mujer los desvelos en los que se debate para encontrar «la ecuación que lo explique todo; busco saber por qué y para qué vivimos», le dice. Entonces, ella le responde: «La ecuación que tú buscas es Dios». Pero Stephen, cegado por su absoluta fe en la ciencia, no se decide a dar la razón a su mujer, porque se siente impedido para reconocer que a quien busca realmente es a Dios…

Jesús me ha escuchado con atención y me ha dicho:

– Muy interesante. Algo parecido ocurrió aquel día en la sinagoga de Cafarnaúm. Al darse cuenta del hecho insólito de la multiplicación del pan, quisieron hacerme rey. Pensaron que, si les había alimentado milagrosamente, también podría ser su líder para llevarlos a independizarse de los romanos y quisieron proclamarme rey…

– Y tú te escabulliste refugiándote solo en la montaña –le he interrumpido–. Tengo la impresión de que los dejaste un poco desamparados. El evangelista escribió que la gente, al ver el signo que habías hecho, decía «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo». ¿Por qué no aprovechaste el entusiasmo del gentío para explicarles que tú eres más que “el Profeta”? Para decirles que realmente eres el Hijo de Dios.

– Porque, como el protagonista de tu película, tenían que abrir los ojos cegados por la convicción de que sólo soy “el hijo del carpintero”. Para que aceptasen que «yo soy el pan de vida bajado del cielo» y que «el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo» tenían que dar crédito a los signos con los que les venía anunciando que «tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna».

– Ya veo que hemos de dar el paso definitivo: aceptar que «la Palabra eterna de Dios se ha hecho carne y habita entre nosotros» –he dicho empezando a recoger mis cosas–.

– El evangelista lo dijo al comienzo de su evangelio. Ahora sólo os queda un fleco: agradecerlo e identificaros conmigo -me ha dicho sonriendo-.

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